El socialismo es probablemente la ideología del siglo XIX que mejor ha resistido el paso del tiempo, sobre todo en España. El socialismo español ha cometido errores a lo largo de su historia, como cualquier organización humana, especialmente en los años inmediatamente anteriores al golpe de estado de 1936 y también durante la guerra. Algunos de esos errores fueron sangrientos y totalmente injustificables, ni siquiera como reacción a las masacres que Franco iba organizando a medida que ganaba territorio. En muchos casos, fueron fruto de la confrontación con otros partidos y organizaciones de izquierdas (PCE y CNT-FAI, especialmente durante los hechos de mayo de 1937 en Barcelona), pero también dentro del propio partido (entre Largo y Prieto o la actuación de un personaje honesto como Besteiro para poner fin a la guerra).
Querer aparentar que estos hechos no se han producido es absurdo e incluso contrario a la Memoria Democrática. Fueron luchas internas que se prolongaron en la derrota, en los primeros años de exilio, en los que fue imposible componer una plataforma unitaria de fuerzas republicanas que, sin duda, hubiera puesto en aprietos la indiferencia de los Aliados para acabar con el régimen de Franco. Republicanos derrotados, humillados por la República Francesa y enfrentados entre ellos.
En la transición se superaron muchos de los fantasmas del pasado. Justo es reconocer el acierto de los renovadores en el congreso de Suresnes y su distanciamiento de un PSOE histórico, probablemente con un exceso de carga emotiva del pasado. Luego vino de unidad de los socialistas (Tierno en Madrid, el PSC en Catalunya), el abandono de los postulados leninistas, el compromiso europeísta, la aceptación de la monarquía, abordar una reconversión industrial en contra de los sindicatos, etc… pasos que sin duda fueron comprendidos por españoles y catalanes y la prueba está en los éxitos electorales que se cosecharon.
Se ha tejido un nuevo socialismo, con dificultades pero se ha logrado. Ha sido necesario apartar oportunistas y ladrones pero es evidente que el balance es un avance significativo en derechos democráticos, sociales, de colectivos marginados, etc. Aunque el PSOE lleva años enfangado en una disputa con un PP negacionista de la legitimidad de gobernar e instalado en el no y unos independentistas aprovechando y abusando de sus oportunidades numéricas. Todo ello ha llevado a unos postulados, impensables y no formulados en ningún congreso del partido, cuya bondad solo se podrá establecer en función del grado de pacificación que se consiga en la crispación actual, que en el caso de Catalunya parece avanzar en el nuevo camino. Pero es necesario un nuevo avance.
El socialismo ha de disponer de una doctrina propia frene a los grandes retos ecológicos del siglo XXI, en relación a temas como la transición energética (jamás ecológica), el cambio climático, la protección de la biodiversidad, las políticas de agua y residuos, la recuperación de los ecosistemas degradados, etc. Ya sé que habrá resoluciones congresuales e informes de comisiones que formalmente den respuesta a estas inquietudes, pero no es esto ni basta. La postura frente a temas importantes parece más bien responder a oportunidades de financiación europea o presiones de sectores con unas expectativas lícitas de negocio.
El discurso ecologista de la izquierda ha estado durante muchos años en manos de Izquierda Unida o de partidos y marcas afines; pienso que ha sido un error del socialismo ceder esta trinchera y a punto se estuvo en el PSC (con la Federación Verde del siempre necesario y ahora recordado Rafa Madueño) en tener una sólida posición en este campo, que se malogró por razones que ahora sería muy largo explicar.
Es necesario un eco-socialismo con un discurso propio, sin apriorismos, basado en el conocimiento científico, atento al diálogo con las ONG ecologistas y ambientalistas, dispuesto al debate sin que posturas alternativas razonadas se interpreten como desobediencia, convencido de que hace falta un nuevo modelo en las relaciones de la humanidad con la naturaleza y sus recursos, evitando sobre todo que el nuevo paradigma genere aún mayores desigualdades sociales.
Hay que evitar que sean las leyes del mercado las que impongan el cambio de modelo; para ello un eco-socialismo fuerte es absolutamente necesario.


