Un museo es más que un museo, y mucho más que un contenedor de obras de arte.
Desde el principio, la tónica de nuestro museo, sobre todo en la parte de contenidos a ofrecer, ha sido la vertiente educativa. Todo podría girar en base a la pregunta de a quien pertenece el museo, su colección y sus actividades. La filosofía básica del MACBA es su radicalidad pública, que nos hace ir más allá de las expectativas formales que un museo tendría que tener, alrededor del que es educar.
De este modo, el museo se convierte en un agente educador de entorno.
Como museo, por supuesto, tenemos unas colecciones internacionales y nacionales. La diseminación de los conocimientos de esta obra, en el marco contextual e histórico en que esta obra se produce, y la relación con el contexto cultural catalán, es fundamental, y esto forma parte de nuestra misión.
Y por eso ofrecéis actividades y programas transversales, dirigidas a diferentes grupos, como niños, jóvenes o personas mayores.
Sobre todo, entendemos que el museo también aprende. Es un proceso de ida y vuelta, a nivel intergeneracional e interdisciplinario. El MACBA es un museo que atiende no solo a su audiencia sino a sus comunidades, y enseña tanto como aprende de su público.
Un museo enseña tanto como aprende de su público
¿Un museo como el MACBA, propicia mucho más esta vertiente educativa? Teniendo en cuenta su oferta cultural pero también su contexto geográfico y social, ubicado en el corazón del Raval, uno de los barrios más desfavorecidos de Barcelona.
Normalmente, se ve la educación en un museo desde la vertiente de grupos escolares y visitas guiadas. Pero yo creo que hay una parte de mediación cultural que es crucial, y de investigación artística que es parte también del estudio de la cultura. En los últimos años hemos llevado a cabo muchos proyectos que implican que muchos colectivos del barrio participen de una determinada actividad o estudio, y esto hace que estemos en contacto con las asociaciones culturales y sociales del barrio, las diferentes entidades, las escuelas y afas, y tanto en actividades regladas como no regladas.
Esto es un ejercicio consciente y constante de querer estar en contacto con tu público.
Es importante entender cuál es nuestro rol en las relaciones sociales. Hay una parte que nosotros no podemos hacer como institución, porque es una competencia de servicios sociales, o del ayuntamiento, o del distrito, pero sí que es cierto que nosotros somos vecinos, y por eso formamos parte de las organizaciones del barrio, y de los proyectos que hay en marcha. Una parte importante de los retos de trabajar en un barrio como el Raval es que vas muy acompañado de gente que aporta a esta experiencia. Queremos trabajar con la gente de la calle. Sobre todo, porque si quieres que la gente se sienta interpelada por lo que llevas al museo, tienes que entender y escuchar a la gente, y lo que estamos fomentando es un museo que escucha.
Por eso los diferentes proyectos educativos que comenzáis están integrados en la programación normal del museo, no como un complemento.
Hemos intentado estar mucho más en el contexto, que la educación no sea una cosa aparte de lo que hace la dirección del museo. Todo lo que pasa a nivel conceptual también pasa a nivel operativo, y todo es museo. Y el museo educa no solo en la perspectiva de sus programas específicamente educativos, sino que todos los elementos son susceptibles de educar.
Por ejemplo, un proyecto como el “Fuera de reservas” no solo es un diseminador de una historia o una cultura sino también de un futuro de proyectos y de profesiones relacionados con el deseo de compartir o proteger una obra de arte. Son obras de artistas vivos, de nuestra colección, que se exponen en los institutos, donde los estudiantes trabajan con nuestros colegas de restauración, de registro, y con los propios artistas, que hablan de la interpretación de aquellas obras.
Todos los elementos de un museo son susceptibles de educar
Trabajáis con muchos artistas que se convierten en educadores.
Hace muchos años que el MACBA tiene en su esencia el factor educativo, y lo hacemos desde dentro, con nuestros servicios, no con servicios externos, porque está dentro de nuestro ser. Hay una manera de interpretar la obra de arte que exige un tipo de relación diferente con el público. Trabajamos con muchos colectivos de artistas, con muchos comisarios artísticos jóvenes, grupos comunitarios que están interesados en enfocar de manera diferente el hecho artístico. La idea del artista educador nos da la posibilidad de crear un grupo de personas jóvenes, que quieren tener esta actividad pública dentro de lo que es el desarrollo de su práctica artística.
El hecho de ser un museo dedicado al arte contemporáneo ¿os ayuda en este sentido, o es un obstáculo?
Hay un prejuicio sobre el museo de arte contemporáneo, porque hay muchas cosas que la gente no entiende. Y no lo entiende porque piensa que lo tiene que entender. Si pensaran que simplemente lo tienen que disfrutar, se acercarían de manera diferente. Tenemos que desarticular este prejuicio, y una manera es generando esta cultura comunitaria.
Formando comunidades de aprendizaje alrededor de las actividades del museo.
Hemos arreciado unas ideas que no me he inventado yo, que ya hace muchos años que están, que la educación, la atención a la comunidad, sea lo primero que tenemos que mirar. En materia de programación de educación no hay una jerarquía en el sentido de que una exposición es la pieza estrella y el tema educativo es solo un pequeño complemento. Son igual de importantes. Incluso hay muchos proyectos que no tienen nada que ver con ninguna exposición, sino que están directamente vinculadas a necesidades del entorno, desde programas familiares con talleres sobre neurodivergencia hasta programas que hablan de la relación con los alimentos. Se han ido haciendo muchos proyectos diferentes.
Hay un prejuicio sobre el museo de arte contemporáneo, porque la gente piensa que lo tiene que entender
¿Hay, por lo tanto, una vertiente más cívica, imbricada en la comunidad?
Partimos de la noción de museo hiperlocalizado. Hay una parte del museo en la que tenemos que conversar con los vecinos. Aunque formalmente parezca difícil, porque puede parecer que somos aquel edificio grande en medio del barrio, al final, las instituciones son las personas. En proyectos como el “Jardín ambulante” o la “Cocina”, un espacio de encuentro y aprendizaje colectivo a través de la cocina y su relación con el entorno, la dimensión del museo se diluye para convertirse en una cosa más pequeña, que determina la relación entre personas, y que incluye la dimensión cívica.
Llevamos a cabo un proyecto durante más de dos años denominado “Los oficios del Raval”, con el instituto Miquel Tarradell, del barrio. Durante tres cursos los estudiantes crecieron vinculados a esta idea de la emancipación de que el arte puede proveer, a través de la colaboración con el artista Teresa Lanceta y su reflexión sobre la obra textil y el vínculo con los oficios. Por ejemplo, los estudiantes hacían algunas de las visitas guiadas, y eran espectaculares, muy próximas a lo que cada cual había descubierto, con un diálogo muy franco con la audiencia, algunas en su propio idioma. Al final de las visitas yo les decía que no se dejaran impresionar por edificios como este, que ellos habían hecho permeable su visión del mundo durante la exposición y que su interpretación de la obra de Lanceta era también su interpretación del MACBA y de lo que era el museo para ellos.
Habéis llevado a cabo proyectos muy diversos.
Entre los diferentes proyectos que se han hecho, podemos citar el de “Canción para muchos movimientos”, un proyecto con múltiples actividades cada semana, muy conectados con el barrio, un programa de seis semanas donde se reunían encontradas, conversaciones, talleres, y se compartían investigaciones en curso para crear escenarios de creación colectiva. También destaca el “Jardín ambulante”, que funcionaba como laboratorio social en el ámbito escolar con la participación de cuatro escuelas y personas vinculadas a varios proyectos del barrio. Ubicado dentro del Convento dels Àngels, mediante talleres se repensaban los usos de la plaza de Àngels y las propuestas se conceptualizaban en prototipos para diseñar espacios verdes, de sombra, de juegos y de descanso de la misma plaza. O “Contrapanorama”, que se está llevando a cabo como un proceso de investigación colectiva a partir del archivo de proyectos hechos al MACBA en otras temporadas.
Ahora han empezado las actividades de principio de curso.
Por ejemplo, desde hace ocho años hacemos “Niños y niñas del barrio”, una actividad semanal gratuita donde los niños experimentan con un artista en una experiencia colectiva, similar a lo que se hace también con el “Grupo de jóvenes”. También alrededor de la exposición “Colección MACBA. Preludio. Intención Poética”, se hacen varios proyectos para acercarse a la obra de arte desde diferentes narrativas y desde el punto de vista sensorial, con “¿Cómo suena un museo?”, que potencia la relación con el museo desde la activación del cuerpo.
Los receptores de todas estas actividades y proyectos van creciendo…
Sí, los que empezaron cuando eran niños ahora son adolescentes o jóvenes adultos. Estamos trabajando en la creación de un consejo de jóvenes, con los niños y niñas que han ido creciendo con nuestros proyectos, para escuchar su voz. Es una generación entre los 16 y los 21 años y que tienen mucho a decir del museo. Hacerles partícipes de cierta gobernanza del museo es también un servicio educativo.
Para defender que el elemento vivencial del arte es un elemento necesario en la vida.
Una de las cosas más claras que tenemos es que el arte, la colección, es de todo el mundo. Esta institución es de la gente. Te debes a la audiencia, y tienes que encontrar más maneras para que este escuchar la gente sea plausible.
Entrevista publicada originalmente en el Blog de l’educació local del Diari de l’Educació


