Entre 1929 y 1939, Georges Remi «Hergé» (1907-1983) publicó hasta ocho historias completas de Las aventuras de Tintín, primero serializadas semanalmente en el suplemento infantil y juvenil Le Petit Vingtième (1928-1940) que él mismo dirigía, y, una vez finalizado cada número, publicadas en forma de recopilatorio en los populares álbumes de la editorial belga Casterman. En ese tiempo, desarrolló y expandió el concepto de «línea clara» con el que se conoce a la obra de los autores englobados en la Escuela de Bruselas, y que hace referencia a un estilo que define las obras en las que los elementos del cómic contribuyen a la máxima comprensión de la historia, con una definición exacta del trazo y un diseño pulcro de la viñeta, en cuanto a descripción, encuadre y escenografía realista, con una clara apuesta por el género de aventuras (véase el artículo Cuando los perseguidos eran los judíos, 2024).

La que iba a ser la novena aventura se publicó, también, de forma seriada, con dos páginas a la semana, entre el 28 de septiembre de 1939 y el 8 de mayo de 1940, cuando quedó interrumpida, pocos días antes de producirse la ocupación nazi de Bélgica. El suplemento no volvería a publicarse nunca más, y el autor pudo publicar algunas páginas más de la aventura en curso, pero en Francia, aunque quedó inconclusa. Esa historia, Tintín en el país del oro negro (Au pays de l’or noir), tenía como antagonistas precisamente a los alemanes, en una historia de ficción en la que varios países europeos rivalizaban por el suministro del petróleo proveniente de Oriente Medio (curiosamente, en esa primera versión, parte de la historia acontecía en el Mandato Británico de Palestina, siendo sustituido por un país inventado en la edición de 1971 y posteriores). En cualquier caso, no parecía que fuera una historia que gustase mucho a las fuerzas invasoras.

 

Hergé decidió empezar una nueva historia, El cangrejo de las pinzas de oro (Le crabe aux pinces d’or, 1940-1941), pero esta vez, y durante los siguientes seis años, lo publicaría semanalmente en el periódico Le Soir, el mismo que fue colaboracionista durante la ocupación (con un equipo directivo nuevo, que fue fulminantemente destituido al final de la guerra). Las cuatro historias nuevas del mítico personaje publicadas en esta cabecera hacían pensar a Hergé que no volverían a contar con él en el futuro en el sector del cómic, tildándolo de colaboracionista también por publicar en Le Soir. Pero no fue así. La recientemente creada editorial belga Le Lombard le propuso que, de nuevo, dirigiese su propia revista infantil como lo había hecho durante años, y el nombre escogido era una clara declaración de intenciones: la nueva revista se llamaría Tintin (1946-1993), Le Journal de Tintin en su versión francesa lanzada poco después, y Kuifje en la versión neerlandesa, tal y como se conocía al personaje en ese idioma.

La quinta historia que llegó a empezar en Le Soir la acabaría en la nueva Tintin, una publicación que acuñaría el mítico eslogan en la publicidad: «La revista para jóvenes entre 7 y 77 años». En el primer número de la nueva revista aparecía, entre otros, las primeras páginas de Blake y Mortimer, de Edgar P. Jacobs (1904-1987) (véase el artículo De profesión: autor de cómics, 2024). Jacobs había sido colaborador de Hergé durante años, y fue uno de los responsables de convencerlo para afrontar este nuevo reto, que suponía, además, la posibilidad de poder desarrollar una serie por sí mismo, como así fue. Y la lista de autores que se añadieron al grupo, con esa misma filosofía de crear según los principios de la línea clara, fue realmente prodigiosa, con nombres tan sobresalientes como Bob de Moor (1925-1992) o Paul Cuvelier (1923-1978), aunque, especialmente, destacó el fichaje del autor francés Jacques Martin (1921-2010), que se incorporaría a la revista en 1948 con el personaje de Alix, del que llegó a publicar diecinueve álbumes y nueve más con la colaboración de otros autores, y del que todavía se siguen publicando historias tras la muerte de su creador, incluso extendiendo las aventuras con colecciones nuevas basadas en el personaje.

Alix es un joven contemporáneo de la República Romana, dibujada con un apabullante detalle en su ambientación, extremadamente realista, buscando un cierto rigor histórico dentro de lo posible, aunque con numerosos anacronismos y, evidentemente, licencias en cuanto al diseño artístico y los guiones. El éxito de las aventuras del joven galo en pleno imperio romano, catapultó al autor, que decidió crear otro personaje que aconteciera en la actualidad, y así nació Lefranc, un periodista al que siempre se le comparará con Tintin, por las similitudes en los valores mostrados como en el diseño de las aventuras. Martin realizaría tres álbumes en solitario y quince más en colaboración con otros artistas en el dibujo, y, también, las aventuras han continuado tras su muerte con varios equipos creativos hasta la actualidad.

Del fenómeno editorial que supuso Alix, traducido al inglés, portugués, alemán, italiano, chino e, incluso, hay algún número al latín, entre otros, la realidad es que en castellano se publicaron solamente cinco número a principios de la década de los setenta y cinco más en los ochenta, y poco más. Entrado el siglo XXI, algunos aficionados se propusieron la titánica labor de traducir por su cuenta toda la colección. Aunque hubo un lector que fue más allá. César Espona, director desde enero de 2006 de la empresa Netcom Internet S. L., especializada en el desarrollo de servicios profesionales relacionado con la programación web y desarrollos informáticos, en su afán de poder leer toda la colección completa llegó a aprender francés expresamente para proceder a su comprensión y traducción, y acabó contactando con la editorial Casterman para su publicación en lengua castellana. El soporte de la comunidad de aficionados que se reunían en los foros de Internet y en blogs especializados animó a Espona a reinventar la empresa para crear otra línea de negocio: nacía Netcom2 Editorial en 2010, que acabaría convirtiéndose en quién publicaría la colección completa de varios personajes míticos, donde destacan, especialmente, los de Jacques Martin: Alix, Lefranc y Jhen. La editorial se encarga de traducir, maquetar, editar y distribuir todas sus obras desde el inicio de la nueva actividad. A finales de 2024, lleva publicados cuarenta números de Alix y seis integrales, treinta y dos números de Lefranc y dieciocho de Jhen.

Desde su creación, la editorial ha realizado un esfuerzo considerable de recuperar las obras completas de diversos autores, muchos inéditos en lengua castellana, o publicados muy esporádicamente y de forma discontinua y escasa. Y entre los nuevos lectores aparecieron dos aficionados que eran autores amateurs, y con muchas ganas de enfrentarse a un álbum siguiendo el espíritu de la línea blanca, a imagen y semejanza de los grandes maestros. Esos dos autores eran el guionista y escritor Pablo Herranz y el dibujante José Luis Povo, arquitecto de profesión, y el proyecto que traían debajo del brazo era muy ambicioso: una trilogía en la que cada número sería independiente entre sí, pero que tenía una cierta continuidad en su conjunto. Y, con un gran esfuerzo por parte de todas las partes, más de una década después, ya es una realidad para la editorial, cuyo fundador nunca se imaginó que sería un editor de una nueva historia de línea clara en pleno siglo XXI, y no precisamente para un público infantil y juvenil (bueno, en realidad, son historias para «jóvenes entre 7 y 77 años», como nos recordaba la portada de la mítica portada de la revista Tintin).

Esta nueva colección autóctona lleva el simbólico título de Las aventuras de Miquel Mena, y está protagonizada por el barcelonés Miquel Mena, biólogo especializado en botánica, junto a su inseparable ayudante Salvador Losada, alías Boro, químico de profesión. El primer número de la colección era Las aventuras de Miquel Mena. Ladrones de almas (2012), que en su primera edición se publicó en castellano, catalán y euskera. Acontece en 1915, y aparecerá por primera vez esa intención por parte de los autores, en especial de Povo, de que la arquitectura tenga un protagonismo destacado en las viñetas, y que se mantendría en los posteriores trabajos. La historia comienza en Barcelona, cuando los científicos presentan un descubrimiento que revolucionará la medicina, cuya noticia desembocará en robos y sabotajes sufragados por una logia masónica, salpicados con la presencia de espías alemanes y diversas personalidades reales de la época, como la del policía español Manuel Bravo Portillo (1876-1919), que, precisamente, pasará a la historia por sus vínculos con el espionaje alemán durante la guerra, o la del Barón de Köening, Friedrich Rudolf Stallmann (1871-1946), que fue un espía que trabajaba a la vez para Francia y Alemania. Esa época, conocida como la del «pistolerismo», queda retratada al inicio del cómic con la imagen de un atentado real que se perpetró en el puerto.

El Modernismo tendrá su máxima expresión en el cómic, con la presencia de edificios como el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, el Mercat de la Boqueria, la Casa Fuster o el emblemático edificio de la Aduana del Puerto de la ciudad condal, con submarinos alemanes acechando desde la costa, donde se gestarán algunas escenas con viñetas bajo el mar. Esa primera incursión en las aventuras del personaje catalán de nueva creación le llevará del Modernismo barcelonés a las trincheras de la Bélgica invadida por el ejército alemán, viajando a ciudades como Bruselas o Brujas, tratando de resolver las intrigas asociadas al robo sufrido, con una excelente documentación y una contextualización histórica rigurosa, característica de la colección, y con la intervención de un personaje femenino que les acompañará en sus aventuras esporádicamente, la intrépida periodista Ruth Arness, que volverá en el tercer número.

La complejidad de compaginar la actividad profesional como arquitecto con la de dibujante, retrasó el segundo número de la colección, que se publicó tres años después, con el sugerente título de Las aventuras de Miquel Mena. ¡S.O.S. Zeppelin! (2015), que se desarrolla en el imperio austrohúngaro, con los emblemáticos edificios de Otto Wagner (1841-1918) de Viena como decorados majestuosos, y con una fuerte presencia de las vanguardias de principio de siglo, como la arquitectura futurista de Antonio Sant’Elia (1888-1916), lugar idóneo para situar la base de los villanos del cómic. Continua el conflicto de la Primera Guerra Mundial y las batallas se celebran en el cielo, donde los zepelines tendrán un protagonismo especial, que nos remite a una época determinada, en un momento que fueron concebidos como un arma muy peligrosa, aunque no sobrevivieron a los avances tecnológicos de la siguiente década. Los protagonistas viajarán desde Barcelona (con añoradas imágenes del puerto de principios de siglo) y se verán envueltos en nuevas conspiraciones después de su visita a la Ópera de Viena, tras abandonar el frente belga del conflicto, a petición del ejército francés.

El tercer número de la trilogía ha tardado casi una década en producirse, y ha sido, finalmente, mediante un micromecenazgo conseguido dos años antes, gracias, además, de poder editarlo en castellano y francés (finalmente, está disponible la trilogía completa en francés), lo que permitía realizar una tirada razonable. El título que cierra este bloque es Las aventuras de Miquel Mena. Niebla sobre Londres (2015), en este caso, con la tinta y, de nuevo, con el color de Estrella Povo. Herranz reconoce que al escribir el guion de esta historia se inspiró en dos películas clásicas británica, como son ¡Oh, señor Porter! (Oh, Mr. Porter!, 1937) y El tren fantasma (The Ghost Train, 1941), que, a su vez, se basaban en las representaciones teatrales de la época. Ese misticismo característico de la década, con los clásicos médiums, permite introducir un toque fantástico en la narración, sin olvidar el misterio y la aventura, intensificada tras el asesinato del maestro de la Gran Logia en Londres, en el mítico Hotel Saint Pancras, con unos dibujos fabulosos del exterior e interior del edificio. Si el transporte marítimo y la aviación protagonizaban las dos anteriores historias, en esta ocasión el ferrocarril será fundamental en la trama, sin olvidar los legendarios coches que nos evocan siempre una época muy concreta. Por cierto, parte del conflicto se genera a partir de una decisión real, cuando el gobierno británico decidió nacionalizar la red de ferrocarril a consecuencia del estallido de la guerra.

Por cierto, el que iba a ser la novena historia de Tintín, que quedó suspendida el 8 de mayo de 1940 por culpa de la ocupación nazi y la clausura del suplemento Le Petit Vingtième, se llegó a publicar en la nueva revista Tintin, ocho años después de quedar interrumpida. En concreto, entre el 16 de septiembre de 1948 y el 23 de febrero de 1950, pasando a ser, finalmente, el décimo quinto número de la colección. Los primeros lectores del cómic Tintín en el país del oro negro tardaron casi diez años en ver el final de la historia. A veces, lo bueno, se hace esperar.

 

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