Comer saludablemente puede llegar a proteger ante una depresión. Es una conclusión que se desprende de un estudio liderado por el Instituto de Investigación del Hospital del Mar y publicado en la revista European Journal of Nutrition. “Cuanto más grasa y menos saludable sea la dieta se produce un proceso de inflamación en todo el cuerpo que tiene efectos en el cerebro. Son hipótesis orgánicas, pero se está viendo que existe una relación; por lo tanto, cuanto más saludable es la dieta, más protectora es”, añade Gabriela Lugon, investigadora del Hospital del Mar, médico residente de la Unidad Docente de Medicina Preventiva y Salud Pública del Hospital del Mar, la Universidad Pompeu Fabra y la Agencia de Salud Pública de Barcelona y una de las autoras del estudio.
El estudio incluye los datos y el seguimiento de cuatro tipos de dietas saludables –mediterránea, vegetariana, dieta para prevenir la hipertensión y una última dieta recomendada por la Organización Mundial de la Salud– de unas tres mil personas registradas en el Registre Gironí del Cor (REGICOR), a las cuales se les realizó un seguimiento durante seis años. También se les entregó un cuestionario valorando muy exhaustivamente el tipo de alimentación y la dieta y otro test –de nueve preguntas con cuatro opciones de respuesta– con el objetivo de definir si la persona presentaba síntomas de alto riesgo de depresión o no. Según explica Gabriela Lugón, para realizar el estudio se excluyeron aquellas personas que ya sufrían depresión o que tomaban algún tipo de medicación para la ansiedad o la depresión. Por tanto, la muestra partía de participantes “sanos”. Las cifras del estudio constatan que una buena adherencia a cualquiera de las dietas analizadas es un factor protector frente a la depresión. Y, de entre las cuatro dietas analizadas, la mediterránea es la que mejores registros obtuvo; el estudio concluye que seguir una dieta mediterránea reduce en un 16% el riesgo de sufrir síntomas de depresión. Posteriormente, un segundo análisis con datos cruzados de cerca de 5.000 personas del Programa de analítica de datos para la investigación y la innovación en salud (PADRIS) de la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de Cataluña (AQuAS) ha permitido asociar directamente dieta y diagnóstico de depresión. En esta ocasión, el riesgo era un 19% menor si se tenía en cuenta la dieta saludable propuesta por la OMS.
A grandes rasgos, más fruta, verdura, legumbres, aceite de oliva, nueces y limitar y reducir al máximo el consumo de carne roja y de procesados conlleva un mayor bienestar físico y emocional. “Podemos decir que la persona que no come demasiado saludablemente tiene más riesgo de desarrollar depresión en un futuro, porque la dieta saludable hace de efecto protector”, asegura Lugon.
Factores modificables y no modificables
La depresión es un trastorno que afecta a una de cada diez personas en Cataluña. Para Gabriela Lugon, “la depresión en sí es una patología muy compleja”, porque existe una carga genética y hay situaciones estresantes a lo largo de la vida que hacen que una persona pueda tener algún episodio depresivo en determinados momentos. Estos factores no son modificables. Sin embargo, hay otros factores que sí lo son, de modificables, como el ejercicio físico, el dormir bien y la dieta, “que pueden funcionar de forma protectora en caso de que sean saludables, o que pueden suponer un riesgo en caso de que no lo sean, como el tabaco”. En este sentido, “modificar la dieta no acabará con una depresión, pero puede ser un factor de intervención importante“, destaca Lugon.
El efecto antidepresivo de la dieta mediterránea hace que las autoras del estudio reclamen más políticas públicas que faciliten el acceso a una alimentación saludable y equilibrada. Gabriela Lugon considera que “comer saludablemente debería ser fácil, y creemos que ahora mismo no lo es”. Según la investigadora, la nutrición y una dieta saludable es un punto básico del día a día de las personas y no todo el mundo sabe cómo hacerlo ni dispone de mucho tiempo ni dinero para ir a comprar y cocinar y comer de forma equilibrada; en este aspecto, Lugon considera que “las frutas, las verduras y las nueces, que tienen un alto factor de protección demostrado, son caras” y reclama que las políticas de salud públicas “lo tengan en cuenta para ayudar a la prevención de determinadas patologías”.


