El jueves 11 de abril de 2019, el Tribunal Constitucional de Corea del Sur publicaba una resolución en la que ordenaba al gobierno que, antes de finales de 2020, despenalizara el aborto en el país, a través de la reforma de las leyes nacionales pertinentes. El objetivo era erradicar la ley vigente desde 1953, extraordinariamente restrictiva que provocó desde entonces, de forma sistemática, la discriminación y estigmatización de las mujeres y las niñas al obligarlas a recurrir a abortos clandestinos e inseguros. Las normas legales vigentes durante décadas criminalizaban a las mujeres, con penas de multas y cárcel, condenando también a los profesionales de la salud que las atendieran. De hecho, la esperada sentencia fue consecuencia del recurso presentado por un médico procesado por practicar abortos.
Desde el 1 de enero de 2021 es posible realizar de forma legal la interrupción del embarazo hasta las veintidós semanas, después de una gran campaña reivindicando ese derecho, desde diversos ámbitos de la sociedad. En realidad, nunca dejaron de realizarse los abortos, la diferencia es que ahora se harán dando la libertad a las mujeres a que tomen sus propias decisiones sobre su vida reproductiva, y lo harán de forma segura y sin obstáculos de ningún tipo. Y sí, lo harán en una sociedad donde el número de nacimientos está disminuyendo progresivamente, con unos datos realmente bajos de tasa natalidad. Como en todos los lugares del primer mundo.

La opción de abortar de forma legal es una decisión que toma una amiga de la protagonista de la novela gráfica Mañana será otro día (Naeireun tto dareun nal, 2023), de Keum Suk Gendry-Kim, publicado en noviembre de 2024 por el sello Reservoir Books de Penguin Random House Grupo Editorial, con traducción al castellano de Joo Hasun. La autora coreana es una de las más destacadas a nivel internacional, especialmente después del éxito de dos de sus novelas gráficas: Hierba (Pul, 2017, 2022 en castellano, 2024 en catalán), y La espera (Gidarim, 2020, 2023 en castellano, 2024 en catalán), a la que dedicamos en su momento el artículo Memoria histórica coreana: la deuda con las mujeres de una generación a punto de desaparecer (2023).
Mañana será otro día está protagonizada por Bada y San, una pareja de treintañeros, con dificultades para concebir un bebé. Ciudadanos de una de las pequeñas islas cercanas a las costas de Corea del Sur, recibirán la presión social que la cultura tradicional de la sociedad surcoreana impone a las mujeres, manifestada especialmente por los padres y los amigos. Bada tendrá que escuchar atónita como una amiga embarazada le manifiesta que ha decidido abortar después de quedarse embarazada tras un encuentro sexual esporádico con un amigo, con el que no quiere tener ninguna relación formal, y menos compartir un hijo con él. Y Bada la escucha, atentamente, después de pasar durante varios años un calvario después de cuatro intentos de fecundación in vitro y un aborto natural. Con una gran sensación de injusticia natural.

Esta novela gráfica se enmarca en las obras en las que la autora utiliza elementos de su propia biografía, como ya hizo en Perros (Gae, 2022), publicada en castellano en 2024 también por Reservoir Books, donde reflexionaba sobre la esencia de la familia y, en particular, la experiencia de convivir con uno o varios perros. De hecho, los tres caninos protagonistas eran los suyos, incluido los nombres en la ficción. En el artículo Perros y felicidad (2024), la autora reconocía que en Corea del Sur había aumentado exponencialmente el número de perros en el país. En cierta manera, y, probablemente, de forma involuntaria, estos dos cómics forman un díptico.
Bada y San no tienen mascotas, pero deberán aprender a aspirar a una felicidad sin los hijos tan deseados, y a pesar de la presión que les espera. La autora nos da una lección de vida, mostrando que se puede ser feliz sin tener hijos, con un epílogo de fuertes colores, que contrastan con el blanco y negro de todas las páginas anteriores. Y lo hace con la resignación y resiliencia que el mismo título reivindica, sabiendo que, también, es una historia de renuncia. Y, de nuevo, la autora gestiona de forma brillante el paso del tiempo y el ritmo de lectura, dotando la obra de muchas viñetas y páginas sin texto, fomentando la contemplación y el mensaje subliminal, simbólico, de los dibujos relacionados con los árboles y sus frutos.

Keum Suk Gendry-Kim muestra una situación universal y atemporal, y lo hace desde la cotidianidad y la intimidad. También con el detalle. Muestra el proceso que debe de seguir la pareja para la fecundación in vitro, mucho más intensa y agresiva en la mujer que en el hombre que, paradójicamente, protesta por la única visita que debe de hacer para entregar su muestra de esperma. Y no necesita ser locuaz para mostrar la falta de empatía del personal de salud, solo necesita ilustrar y escribir la frialdad en el trato y en la forma de dar la información, en particular, cuando se tratan de malas noticias. Incluso, la protagonista, con treinta y cinco años al inicio de la novela gráfica, decide ir a una farmacia de un barrio lejano a su casa, a la que añade que nunca más volverá, solamente para comprar un test de ovulación, y evitar así el escrutinio de gente conocida, que pudiera chismorrear sobre su situación personal.
Los padres de la pareja servirán para reflexionar sobre diferentes situaciones, siempre incisivos, cada uno a su manera. Por un lado, la familia del joven muestra reiteradamente la necesidad de tener un heredero de su patrimonio, teniendo en cuenta que es hijo único, al que recriminan no haberse quedado con su anterior novia que, al parecer, sí era fértil. Cuando les dan la noticia de que han tenido un aborto natural, parece que sea la suegra la más afectada de todos por su dramática reacción, casi de desesperación. Por otro lado, la madre de la joven insiste continuamente en la importancia de que tenga hijos, sabiendo que su otra hija tuvo un parto muy difícil, en el que perdió la vista, y, a los cuatro años, la vida, por los problemas de salud que arrastraba.

La pareja decide confesar su secreto a sus familias para no ser objeto de los ataques continuos por las críticas asociadas a supuestas decisiones egoístas de no querer tener descendencia o de centrarse en la carrera profesional, en particular, la de ella (como la autora, la protagonista es ilustradora), aunque no fuera del todo cierto. También son incomprendidos por los amigos coetáneos, que ya empiezan a tener hijos, lo que fomenta sentimientos de celos y envidias, y comentarios fuera de lugar que no hacen más que hurgar en la herida emocional de la pareja. Todo ello, narrado con un talento gráfico particularmente expresivo y sensible, con un hermoso mensaje de esperanza, al mostrarnos que la vida puede tomar caminos diferentes, aunque no sean los que habías previsto. A destacar el capítulo dedicado a la visión íntima desde la perspectiva masculina, en un contexto patriarcal, machista y conservador como el de la sociedad coreana.
La OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, un organismo de cooperación internacional compuesto por 38 estados, denominada de forma coloquial como «el club de los países ricos» porque forman parte la mayoría de los países europeos, una gran parte de los americanos, además de Corea del Sur, Japón, Turquía, Australia y Nueva Zelanda, de Asia y Oceanía, se fundó en 1961 con el objetivo de coordinar sus políticas económicas y sociales, con el objetivo de maximizar su crecimiento económico y colaborar en su desarrollo y en el de los países no miembros, para lo que la recopilación de información es fundamental. En las estadísticas anuales de 2022 publicadas por la OCDE, las últimas disponibles, se indica que el país que tiene la tasa de fertilidad más baja de todos sus miembros es Corea del Sur, con un valor de 0,78 hijos por mujer fértil, después de diez años seguidos de descenso consecutivo, superando por mucho el número de defunciones al de nacimientos anuales. Corea del Sur también ocupa el primer lugar en la media de edad tardía en que las mujeres tienen su primer hijo. El segundo país de la lista de los 38 de la OCDE en esos dos indicadores, después de Corea del Sur, es España.



