De los 7 estados clave en disputa (Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin), es muy posible que Trump termine imponiéndose en todos ellos. La victoria es clara y contundente. Trump también ha ganado el voto popular y mantendrá la mayoría parlamentaria en el Congreso. Los republicanos también recuperan el Senado, poniendo fin a cuatro años de control demócrata. Siempre quedará la duda de qué habría pasado si los resultados hubieran sido más ajustados; semanas antes de las elecciones, miles de mensajes circulaban por las redes denunciando una supuesta campaña demócrata para facilitar el voto a inmigrantes ilegales. Nada que haya quedado probado, obviamente.
Por paradójico que pueda parecer, Trump representa la seguridad en un mundo extremadamente convulso e inestable. Su receta ya es conocida: el regreso a las políticas comerciales proteccionistas, a las fronteras blindadas, al aislacionismo bélico. De hecho, en su discurso de victoria, Trump, sin mostrarse exactamente conciliador, no se ha burlado más de la candidata Harris (a quien el día anterior había dicho en un mitin que tenía un coeficiente intelectual muy bajo) y ha querido dejar un mensaje tranquilizador: “no queremos guerras. Yo no empezaré ninguna guerra, las detendré”.
Porque, ciertamente, el mundo ha empeorado sustancialmente bajo el mandato de Joe Biden. Comenzando por la desastrosa salida de Afganistán, Biden ha sido incapaz de detener la guerra entre Rusia y Ucrania y de plantarle cara a Netanyahu, facilitando así el camino para el genocidio del pueblo palestino. El regreso de Trump también dice mucho de la promesa del magnate de ejercer la función de “árbitro” del orden mundial que Biden ha sido incapaz de encarnar.
Kamala Harris no será, por tanto, la primera presidenta de la democracia liberal más antigua del mundo. La candidata demócrata no ha comparecido ante la prensa y se esperará hasta mañana para tener todos los resultados. Pero ya no importa: su carrera política termina hoy. El Partido Demócrata tiene una tarea ingente de ahora en adelante en rehacer un partido político que se ha ido desplazando hacia la derecha y que ha ido incorporando valores tradicionalmente republicanos en su discurso, pensando, quizá, que hacerlo serviría para seducir al conjunto “moderado” de los republicanos que, como el exgobernador de California Arnold Schwarzenegger, han apoyado públicamente a Harris.
Vienen, pues, cuatro años en los que los discursos xenófobos y misóginos ganarán valor y darán alas a las distintas formaciones de extrema derecha en todo el planeta. La victoria de Trump es, al mismo tiempo, una oportunidad para la Unión Europea para construir un proyecto común compartido que refuerce los vínculos entre sus diferentes miembros. Ahora, está más sola que nunca.


