Mucho se habla de fondos buitre, pero ¿qué son exactamente y cómo actúan? Muchos agentes mediáticos contribuyen a la confusión a la hora de utilizar explicaciones abstractas o presuntamente técnicas. Lo cierto es que podemos comprender fácilmente lo que es un fondo cuando explicamos sus consecuencias en el día a día.
Muchos de vosotros tendréis una sensación constante de falta de dinero. No para cubrir lujos, sino para tratar de garantizar mínimos como la vivienda, la comida, el agua o el transporte. Y como nos falta dinero, debemos dedicar cada vez más de nuestra vida a trabajos inestables y mal pagados. Como resultado, también nos falta el tiempo: para nuestros seres queridos, para desarrollar nuestro proyecto de vida, o sencillamente para descansar. La vida se ha convertido en una prueba diaria a contrarreloj, caracterizada por una enorme presión psicológica, la incertidumbre de qué pasará mañana y la certeza de que no podemos permitirnos fallar ni en los detalles.
¿Cómo se ha llegado a transformar la vida en una ruta tan hostil? ¿No se suponía que el aumento de la productividad, las nuevas tecnologías y las generaciones más preparadas de la historia garantizaban una era de prosperidad? La respuesta es que la avaricia infinita de unos genera la pobreza que nos atraviesa a los demás. Es aquí donde entran los fondos financieros, que han generado una economía vampírica basada en imponer un tributo invisible por cada salario que cobramos, dinero que ahorramos o mercancía que consumimos.
Su funcionamiento es captar dinero de planes de pensiones públicos y privados, bancos, aseguradoras, agencias gubernamentales, fundaciones y fondos de deuda soberana. Es decir, el dinero de nuestras cotizaciones sociales, nuestras pensiones, nuestros impuestos, nuestros depósitos bancarios y nuestros seguros. Nuestro dinero, captado sin transparencia ni capacidad de decisión, es extraído para solicitar gigantescos créditos. Y con estos créditos, los fondos compran estructuras necesarias para la vida: vivienda, transporte, comunicaciones, residuos, alimentos, agua, energía e instituciones educativas y sanitarias. Después suben precios al consumidor, rebajan la calidad del servicio, bajan salarios a los trabajadores y consiguen que las administraciones públicas cubran posibles pérdidas. Así pagan los enormes créditos solicitados a la par que cobran gigantescas comisiones de gestión. Y, si por algún casual las inversiones fallan, los fondos siguen cobrando sus comisiones, pero de las pérdidas responden los financiadores involuntarios: los pensionistas, contribuyentes y personas que no tienen control sobre su dinero.
Llamemos a este modelo económico economía vampírica. En cada ciudad, en cada barrio, en cada calle, en cada casa, la Economía Vampírica avanza silenciosa pero implacable. Como las criaturas de la noche, los Fondos Vampiro se alimentan de lo que es más valioso: nuestras casas, nuestras vidas y nuestras esperanzas. Estas entidades internacionales, operando desde las sombras y sin rostro, compran, venden y especulan con lo que debería ser un derecho fundamental: la vivienda.
Los vampiros no ven hogares; ven activos que trocean y transforman en beneficios. No ven comunidades; ven territorios que fragmentan para imponer alquileres inalcanzables y crear hubs turísticos y co-livings que solo benefician a unos pocos. Estos depredadores han convertido nuestras ciudades en sus laboratorios financieros, inflando precios y expulsando a familias, vecinas y vecinos, para satisfacer su codicia. Nos hacen creer que dependemos de ellos, colonizan nuestras mentes y nos convencen de que no hay alternativa, pero son ellos quienes necesitan de nuestros ahorros, de nuestros salarios, de nuestra vidas y nuestros derechos para sobrevivir.
Estos fondos vampíricos tienen nombre: Blackstone, Cerberus, Lone Star, KKR, CVC Partner, Macquaire, Brookfield o Veolia. Pero lo principal es comprender que estas empresas no innovan, no crean, no ofrecen ningún producto ni ningún servicio genuino. Sólo se sientan a esperar a que el resto de la humanidad produzca riqueza que después extraen. Precarizan las residencias de ancianos, privatizan vivienda pública, suben el precio de los alimentos y de la luz, dejan que las autopistas se degraden. Se creen lobos de Wall Street. Y la realidad es que más que depredadores, son parásitos. Es por eso que estas empresas generan una economía vampírica, que se dedica a succionar de forma avara los frutos de nuestro trabajo colectivo. Provocando que cada día tengamos menos dinero y menos tiempo. Mientras nos roban la vida, los CEO de estas empresas llevan vidas de exceso y secuestran economías enteras. Es una dictadura financiera, que actúa desde las sombras, dejando la economía más moribunda cada día. Tal como reflexionaba Nancy Fraser, el capitalismo ha degenerado en una fase autodestructiva, en la que los agentes financieros están dispuestos a correr el riesgo de provocar el colapso de la propia sociedad de la que se alimentan. Los actores financieros nos están empujando hacia el neoliberalismo: beneficios en base a la muerte de la societat. Hay que pararlos.
No obstante, no existe ningún gobierno que esté convocando a la alianza internacional de las instituciones para poner freno a los fondos vampíricos. De nuevo, como en la crisis de 2008, ha de ser la ciudadanía la que dé un paso al frente para reclamar que existen alternativas. Que tenemos derechos sobre los recursos que han sido creados gracias a nuestros esfuerzos. Que tenemos derecho a habitar las casas que levantamos, la comida que cosechamos, las carreteras que construimos y las instituciones que mantenemos.
Ante esto, más de 90 colectivos de América, Europa, África y Asia celebraremos la 1ª Asamblea Popular Internacional de Vivienda Contra la Economía Vampírica en Barcelona, del jueves 14 al domingo 17 de noviembre, con un objetivo común: crear estrategias y una alianza internacional contra los fondos financieros que están vampirizando la sociedad. Entre los colectivos hay nombres conocidos: la PAH, la Coalición Europea por el Derecho a la Vivienda – que son a su vez coorganizadoras del encuentro – el Movimiento de Trabajadores sin Tierra de Brasil, sindicatos de inquilinos de todo el mundo y federaciones transnacionales.
Pero más que la pluralidad de nombres, lo que caracteriza este encuentro es la voluntad de generar una alianza común dispuesta a confrontar a los fondos en cada calle, ciudad, país y espacio transnacional. La voluntad de extender nuestra lucha para proteger el Derecho a la Vivienda a nivel planetario. Y más aún, de aliarnos en un futuro próximo con todos aquellos colectivos que están afectados por los fondos en sus respectivos sectores: las trabajadoras de las residencias, los pensionistas, los sindicatos, los movimientos por la educación, el movimiento ecologista, la Marea Blanca y muchos más. Sabemos perfectamente que no es sencillo enfrentarnos a semejantes monstruos, que mueven sus capitales entre fronteras sin ningún control, y cooptan gobiernos de todo el mundo. Pero también sabemos que cuando nos unimos, incluso lo impensable es posible. Hace décadas se creía que parar un solo desahucio de un banco era una quimera. Hoy personas afectadas y organizadas de todo el mundo paralizan desahucios de familias vulnerables un día sí y otro también.
Si todos nos uniéramos contra la economía vampírica ¿hasta dónde podríamos llegar? Es hora cambiar el mundo entero. Por eso nos encontramos, porque queremos trazar un plan. Tenemos mucha experiencia acumulada desde lugares muy diferentes. También muchos retos que nos preocupan y que queremos aprender y planear conjuntamente cómo superar. Nos encontramos porque, juntas y desde lugares muy distintos, podremos transformar este sistema que nos chupa la sangre.
Decimos: ¡Basta! La vivienda es un derecho, no un lujo ni una mercancía. Las ciudades son para la gente, no para inflar las cifras en cuentas bancarias lejanas e inhumanas. Nos reunimos para desvampirizar la economía y exponer sus tácticas. Si hay algo que los vampiros no soportan, es la luz: juntos y juntas, brillaremos hasta iluminar cada rincón oscuro de sus operaciones.


