El 8 de febrero de 2024 se conmemoraba el centenario de Josep Coll i Coll (1914-1984), uno de los autores más destacados del siglo XX en nuestro país, aunque no haya recibido un merecido homenaje institucional a la altura de lo que representó en el ámbito de la historieta y su impacto en la cultura popular. Como ocurre en muchas ocasiones, especialmente cuando se trata del sector del cómic, es la iniciativa privada y/o individual la que lidera la acción de preservar el patrimonio cultural en general y del cómic en particular, y no solo con una contribución material con las colecciones, sino también inmaterial, a partir de su análisis y divulgación.
A lo largo del año 2024, hemos podido visitar las exposiciones organizadas en homenaje al autor en el Museu del Còmic i la Il·lustració de Sant Cugat del Vallès, una singular instalación e iniciativa promovida por José Luis Villanueva y Paco Baena, y en la Biblioteca Esquerra de l’Eixample–Agustí Centelles, en la sala Teresa Pàmies, con la exposición Coll cumple 100 años. Exposición sin palabras, comisariada por Luis Garbayo Erviti. De este experto en la obra del autor, Norma Editorial ha publicado el libro de arte Coll. Trayectoria de un historietista insólito (2024), con una extensa selección de originales y publicaciones de Josep Coll, con una cuidada edición y textos de análisis de Garbayo.

Josep Coll es recordado, especialmente, por su obra publicada en la revista TBO (1917-1983), reconocido por su trazo claro y su humor blanco, con un estilo que representaba una pátina de modernidad para la publicación, con el paso de los años. Garbayo realiza un completo análisis de las lecturas y autores que influyeron en el joven Coll en su infancia y juventud, en una época de grandes penurias y esfuerzos. En la biografía del autor impresiona que se incorporara a trabajar en una cantera de Montjuic, propiedad de la empresa de su padre, a la edad de doce años. Cursó posteriormente estudios en la Escuela de Trabajo en Mecánica, en la Escuela de Arquitectura en la especialidad de Aparejador, y en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos en La Llotja, en Barcelona, justo antes de incorporarse al servicio militar, donde estuvo entre 1945 y 1947, en Puigcerdà.
A partir de 1948 empieza a colaborar en diversas revistas infantiles, hasta que el 15 de octubre de 1949 presenta su primera historia en el TBO, donde acabaría publicando más de 4.000 obras, incluso después de su retirada parcial en 1964. Sus primeros dibujos están claramente inspirados en el estilo de unos de los grandes maestros de la revista: Marí Benejam (1890-1975), autor, entre otros, de personajes como Melitón Pérez o La Familia Ulises, creada en 1944. Aunque la búsqueda de una identidad propia lo hace evolucionar diferenciándose claramente de Benejam, y emulando a otros autores míticos tanto a nivel nacional como internacional. Aunque hay un autor fundamental en su obra, que dejaría un legado que llega hasta nuestros días: el estadounidense George McManus (1884-1954), del que recientemente Diábolo Ediciones ha publicado el primer volumen de su mítica obra Bringing Up Father. 1939-1940 (2024).

Bringing up Father es una tira de prensa creada y dibujada por McManus hasta su muerte en 1954 y continuada hasta el año 2000 con varios equipos creativos. La tira se centra en las tribulaciones de un emigrante irlandés que se hace rico en Estados Unidos tras ganar la lotería, y anhelará continuamente su anterior estilo de vida, con sus amigos y familia, una idea inspirada de la comedia musical The Rising Generation (1893), de William Gill (1842-1919). No solo nos muestra estampas costumbristas de la sociedad americana, sino que también permite introducir aspectos relacionados con los conflictos asociados a las segundas y terceras generaciones de inmigrantes a lo largo del siglo XX. Aunque esta obra destaca por ser pionera en lo que más tarde se bautizó como «línea clara», haciendo referencia a la representación nítida de las figuras, sin efectos de sombras y con colores planos, lo que inducía la claridad, la legibilidad, y la precisión de la narración.
La influencia de Bringing up Father es manifiestamente visible en el cómic Zig et Puce (1927-1952) del francés Alain de Saint-Hogan (1885-1974), que fue, justamente, maestro de Hergé, que apenas tenía veinte años cuando se publicaron las primeras de esas historias. Hergé era el nombre artístico de Georges Remi (1907-1983) que, más tarde, se le conocería por ser el autor de Las aventuras de Tintín desde 1929. Hergé fue el máximo exponente de lo que se conoce como la Escuela de Bruselas o Escuela de Tournai o, más recientemente, como «línea clara». El concepto de línea clara fue acuñado por el dibujante neerlandés Joost Swarte, en uno de los artículos publicados en el catálogo de una exposición realizada en 1977 en Rotterdam, sobre el personaje de Tintín, donde reconocía lo siguiente: «Cuando empecé a trabajar en la profesión, vi diferentes estilos de muchos autores, y el que mejor se adaptaba a mi interés a la hora de retratar el mundo y la arquitectura que me rodeaba era el de Hergé, así que decidí usar únicamente el contorno del objeto que dibujas, dejar que sea el lector el que, con su imaginación, dé el volumen a los objetos que vea, para que se sienta parte de la experiencia del cómic».

De esa manera, ha quedado asociada esa expresión a un estilo característico: la «línea clara» hace referencia a un concepto que define las obras en las que los elementos del cómic contribuyen a la máxima comprensión de la historia, con una definición exacta del trazo y un diseño pulcro de la viñeta, sin efectos de sombras y con colores planos, potenciando una descripción, encuadre y escenografía realista, con la eliminación de los detalles superfluos, y una clara apuesta por el género de aventuras.
En el libro de Garbayo se reproduce parte de la entrevista publicada en la revista Cairo (1981-1991) en el número 1 de diciembre de 1981 y realizada por Antonio Martín a Josep Coll, donde este reconocía lo siguiente: «Yo buscaba la perfección, dentro de lo que cabía, claro. Miraba de no recargar mucho las historietas; hay quien las recarga de detalles, yo buscaba la simplicidad, lo más preciso y práctico, los elementos fundamentales, y fin. Y que hubiera una armonía total, o sea, que guardara todo una relación». Coll se puede considerar como uno de los grandes exponentes de la línea clara, con un estilo característico y diferenciado, a pesar de no tener una serie destacada en el tiempo, o quizás gracias a ello.

Garbayo identifica la evolución del autor a través de los años y a pesar de la dificultad de datar con exactitud los dibujos publicados de Coll en el TBO, básicamente por el proceso que seguía su director, Joaquim Buigas (1886-1963), que compraba las diferentes historietas que le entregaban los autores, pero algunas se archivaban para su publicación en el futuro. En aquella época era habitual que los derechos de la obra pasaran a la editorial, por lo que ésta podía republicar y modificar las historietas reiteradamente con el paso de los años, sin que tuvieran que volver a pagar al autor. Coll continuó publicando durante años después de que éste dejara de colaborar con la revista, al menos con la misma intensidad con la que lo había hecho hasta entonces, coincidiendo con la muerte de Buigas.
El primer número de la revista TBO apareció en 1917, con el subtítulo Semanario Festivo infantil. Todo el ejemplar era en blanco y negro y con un único dibujante: Donaz (Ernesto Pérez Donaz, 1875-1938), con la participación de distintos guionistas. Se percibía ya un tipo de humor cercano y sencillo que invitaba a la sonrisa, como indicaba la viñeta única de la portada, donde una madre y un niño que están en el cine hablan mientras se ve una imagen de rascacielos en la pantalla: «Mira Pepín, un callejero de Nueva York donde están las casas más altas del mundo», «No, señora, las casas más altas están aquí. Papá dice que le han subido el entresuelo tres veces… ¡calcule usted donde estarán ya los quintos pisos!»… parece que algunos chistes no pasan de moda nunca.

Nunca se explicó el significado de las tres letras, TBO. El empresario que decidió impulsar esta publicación fue Arturo Suárez, impresor de profesión, que editó 9.000 ejemplares de ese primer número. En febrero de 2012, se dio a conocer el hallazgo de una revista lírica de crítica de ópera de 1909, de la que sólo se editaron seis números, y que llevaba por título TBO, y se ha podido acreditar que el empresario Suárez era aficionado a la ópera y podría querer mantener el título, del que tampoco se sabe exactamente qué quería decir cada letra. Ese primer número de la revista infantil no tuvo mucho éxito, pero al ser una publicación semanal tardó en tener los datos de las devoluciones, que fueron importantes, lo que facilitó la venta de la cabecera. Por 3.000 pesetas de la época, Joaquim Buigas le compró la revista, de la que fue el responsable a partir del número 11 hasta su muerte, en 1963. Este importe era cuantioso para la época, pero pertenecía a una familia de arquitectos muy conocida entre la sociedad catalana. Buigas era escritor, nieto del arquitecto del Liceu e hijo del escultor del monumento a Colón, y hermano de Carles Buigas, creador de las fuentes de Montjuic. Curiosamente, compró la revista pero siguió relacionado con el empresario, ya que se casó con su hija.
Buigas impulsó una revista infantil de gran calidad, con colaboradores que no estaban en plantilla, a diferencia de otros modelos (como su competencia en Bruguera), lo que le dotaba de una cierta flexibilidad, una decisión que fue fundamental en el éxito de la revista. En algunas semanas se llegó a imprimir medio millón de ejemplares de un único número de la revista TBO, siendo habitual que cada ejemplar lo pudieran leer varias personas, entre familiares y amigos. Su difusión en la sociedad del momento es innegable, hasta el punto de que se convirtió en normal asociar la palabra «tebeo» para referirse a cualquier tipo de publicación con viñetas dibujadas, tuvieran o no relación con la revista propiamente dicha, o fuera dirigido a un público infantil o no, lo que a la larga contribuyó, seguramente, a dar una pátina infantil a cualquier obra. En España se llegó a popularizar la expresión «Está más visto que el tebeo», en alusión a su omnipresencia en los hogares y lugares sociales, y refiriéndose a algo o alguien que aparecía a menudo en los medios o en la vida cotidiana.

Y una parte de ese éxito social se puede atribuir a la obra de Josep Coll, omnipresente también en las páginas de la revista desde finales de los años cuarenta hasta su final, aunque tuvo varios finales, después de ser vendida a su competidor, la editorial Bruguera, y esta, a su vez, comprada por Ediciones B. Garbayo proclama en su ensayo la importancia de la obra de Coll: «Su especialidad es el gag. Aunque a lo largo de su carrera dibujó también chistes, viñetas e historietas, donde muestra su talento como narrador es en las historietas de un solo gag, desplegado en una o varias viñetas o, incluso, a página completa. Incluso con una característica propia de Coll: varias viñetas que hace de “cola” de la historieta, en las que el autor muestra los efectos de la acción descrita».
Coll decidió volver a su antigua profesión de albañil en 1964, que había dejado en 1950 cuando comprobó que podía vivir de sus dibujos. Pero quince años después, seguía cobrando lo mismo, mientras que la construcción estaba en pleno apogeo. No abandonó del todo sus dibujos aunque con menos producción, ni sus lectores lo perdieron de vista, puesto que siguieron publicándose sus trabajos todavía inéditos (y pagados hacía años), y republicando y modificando otros ya publicados. En los años ochenta diferentes entidades reconocieron su contribución en el sector y los medios de comunicación lo redescubrieron, aunque su merecido homenaje quedó truncado con su repentina muerte en 1984, probablemente a causa de una depresión que se convirtió en el catalizador para que se quitara la vida en su domicilio de Barcelona. Nosotros, ahora, podemos disfrutar de uno de los trabajos más exhaustivos sobre Josep Coll, con una extensa retrospectiva documentada e indexada, a través del trabajo de investigación y divulgación de Luis Garbayo Erviti en su monumental Coll. Trayectoria de un historietista insólito, publicado por Norma Editorial. Lectura imprescindible.



