Plaza España: Jordi Corominas.

No pensaba volver tan pronto a la nueva plaça de les Glòries, pero las decisiones municipales priman en estas Barcelonas. La de esta semana, cerrar el grifo de la mal llamada fuente ornamental del recinto, se une a la decisión judicial en torno a cómo el Ayuntamiento se tomó demasiadas licencias con la reforma de la via Laietana, algo normal en realidad, pues el Pla General Metropolità de 1976 sólo sirve para no flexibilizarlo en los barrios, poder destrozar su patrimonio y quedarse tan panchos.

Si se lo saltan en el centro, piensen un poco los espacios, siempre es por causa mayor y urgencia por dar maravillas a los ciudadanos, no sé cómo pueden dudarlo. Tras esta discreta reflexión vayamos a nuestro foco de interés.

Resulta evidente que las autoridades europeas, y con ellas las nuestras, han dejado de preocuparse tanto por el cambio climático como justo después de la Pandemia. Ahora, con los previsibles recortes sociales que mellan la Democracia, han decidido armarse hasta los dientes.

La Historia da muchas vueltas, sin embargo. en esta página hablamos de lo pequeño para examinar lo grande. El corte del líquido elemento en la balsa vertical de Glóries se aplica para que los más pequeños no puedan refrescarse, pues la función de este mobiliario urbano no es el de aliviar sofocos, sino sólo decorar el conjunto.

Bien, movámonos un poco por Europa. Hace pocas semanas volví a Berlín. De camino a Alexanderplatz vi un inmenso parque y, desde la curiosidad, procedí a caminarlo. De repente llegué a una fuente de 1893 que el municipio encargó para dar una entrada al actual Volskpark.

Así nació la Marchenbrunnen, de cuento de hadas, como sus figuras de aire tosco y muy germánico de esa época. El sábado en que la conocí aluciné a medias, pues en otros viajes por el Viejo Mundo ya había observado como las personas suelen aprovechar las fuentes para matar a la canícula.

El Paral·lel des de plaça d’Espanya. Jordi Corominas

En esta, los niños eran reyes acuáticos, divirtiéndose mientras padres, familiares y amigas se mojaban los pies y charlaban en los bordes. En uno de los ángulos del recinto una mujer leía. En otro un hombre dormitaba sin perder la conexión con los alrededores. La fuente es patrimonio de Alemania y quizá consiente este glorioso vaivén al englobarse dentro de una zona verde, algo que conviene remarcar, pues quizá se juzgaría demasiado bañarse en centralidades, lo que en este instante tampoco es tan descabellado mientras no se atente contra el Arte, al que imagino feliz por la interacción humana, bien útil para quitarle solemnidad y aceptar la reconversión de los usos en función de los contextos.

Todo era muy cívico y se repite desde hace décadas. Nadie protesta a partir de dos causas poco ponderadas por el consistorio de la capital catalana. ¿Qué es civismo? La polémica sobre la fuente ornamental ha suscitado algunos artículos periodísticos. En uno de ellos se atacaba a algunos usuarios de Glòries por ser incívicos, como si perpetuaran una tradición de nuestros lares, la de no respetar en absoluto lo que el Poder concede a los votantes al pervertir el uso para que el que están previstas las instalaciones.

El texto se centraba, para ser concretos y afinar el tiro, en cómo las formas ondulantes de algunos elementos del parque son maltratadas por skaters y patinadores. Barcelona optó hace unos años por limitar el área de sus performances a la plaça del MACBA, prohibiéndose, si eso es viable, en otros sitios, imagino la plaça Universitat, donde los del monopatín rentabilizaban unos bancos que nunca fueron idóneos para nada, expuestos al sol y sin protección.

Mencionar el incivismo desde esta perspectiva es casi una indecencia, pues olvida un principio fundamental del Urbanismo democrático: puedes planificar un espacio desde el ordenador, pero la Realidad es otra en lo físico y nunca debes tratar al ciudadano como si fuera estúpido.

Para entender lo dicho bastarán algunos ejemplos históricos de proximidad. En los años cincuenta se lanzó el barri del Congrés Eucarístic, una perla urbanística sin muchos visitantes al situarse en la periferia. Si uno quiere puede cruzar la obra de Soteras Mauri y compañía sin toparse con un muro. Esto es viable por la disposición de lo realizado, con interiores de isla muy vanguardistas que nada envidian, de hecho, son precursores, a los de nuestra época.

En un par de ellos los residentes, nuestros abuelos, se reunieron y adoptaron resoluciones valientes y perfectas. Los jardins de Massana, con una cruz visible desde el cielo, devinieron un campo de fútbol, mientras los de Vèlia, hoy justo antes o después de la flamante rehabilitación del Canódromo, sirvieron para jugar a otros deportes con el escudo del CD Viviendas del Congreso, activo no sólo en el deporte rey, sino también en patinaje, atletismo, baloncesto y hockey sobre patines.

Los vecinos leyeron los espacios, haciéndolos suyos en función de lo más conveniente. Ignoro si la Dictadura protestó, aunque ninguna fuente lo comenta. La formulación y el diseño del barrio del Congrés Eucarístic era magistral sobre el mapa e imperfecto en la superficie porque tantos estudios con tantas estadísticas no habían reflexionado sobre cómo no se ajustaban a los apremios de las personas.

Quizá en Glòries, así como en otras latitudes, ocurre lo mismo, con una preocupante diferencia. En Democracia, con un gobierno que se proclama de izquierdas, las prohibiciones prevalecen sobre la lógica y esta cerrazón demuestra cómo permanecemos anclados en el pasado porque hay poca o escasa voluntad de aprehender el presente y remodelarlo en beneficio de todos.

La conclusión es que hace muchísimo calor y los chavales no pueden emplear el agua del parque para mitigarlo al incumplir el funcionamiento reglamentado. ¿Imaginan a los más jóvenes salpicándonos con el agua de la fuente de Sant Felip Neri, por lo demás incompleta por culpa de la desidia municipal? Mientras no se la cargaran no habría ningún tipo de problema.

En Italia, ante la bestial oleada de altas temperaturas, se han abierto los parques veinticuatro horas, mientras, por no criticar sólo lo más cercano, en Madrid presentan una puerta del Sol sin árboles.

Plaza del Sol, Madrid. Foto: Jordi Corominas.

No vamos bien. El nacionalismo suele curarse viajando, un vicio fantástico porque siempre proporciona curas de humildad. No salir del terruño empecinándose suele tener consecuencias. Lo dramático es cuando repercuten en el grueso de la población, tanto que Barcelona tiene el honor de ser, junto a Milán, la número 1 europea en víctimas por el cambio climático.

Mientras tanto en Roma, París o Berlín la laxitud se impone en pos de la supervivencia. Hemos aplaudido aquí les Glòries, ahora el siguiente paso es recapacitar, ceder y brindar a la ciudadanía espacios dignos para las crisis del siglo, desde la conciencia que ellos son los soberanos en un régimen democrático y por lo tanto aquellos con derecho a la Ciudad por encima de cualquier restricción nociva e inoportuna porque somos nosotros quienes pisamos las calles.

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