Antes de ir al pleno municipal, el periodista del diario Tele/eXpres tenía que realizar un trámite en el Gobierno Militar, a escasos quince minutos a pie de la plaza de Sant Jaume. Había sido citado por segunda vez en relación a un artículo publicado el sábado 7 de junio. “Vida erótica subterránea” era el título de aquella página dedicada a los burdeles históricos y a los meublés, unos establecimientos muy barceloneses y muy respetables. Años después Joan Manuel Serrat dedicó una canción a uno de los más conocidos, “La Casita Blanca”, situado en la actual Riera de Vallcarca.

En una frase de aquel largo texto, Huertas afirmaba que después de la guerra civil algunos de esos establecimientos estaban gestionados por viudas de militares:
“Un buen número de meublés eran regentados por viudas de militares, al parecer por las dificultades que hubo para obtener permiso para abrir alguno después de la guerra”.
A pesar de las dudas que esa referencia le generaba a Huertas, cuando se publicó el artículo no ocurrió nada. Este silencio parecía dar la razón a todos los que habían comentado el artículo con el propio Huertas y que incluso habían aportado recuerdos personales. “En Cartagena había uno al que llamaban ‘la generala’”, comentó con humor un veterano redactor del diario.

MOVIMIENTO EN CAPITANÍA

Huertas era uno de los periodistas más reconocidos y respetados de Barcelona y de Cataluña. Tanto, que generaciones posteriores de periodistas que siguieron su ejemplo fueron llamados “huertamaros”. Era una persona alejada de los dogmas: simpatizaba políticamente con los socialistas, pero su sindicato era Comisiones Obreras; y aunque su implicación con los movimientos cristianos de base era firme, no dudaba en criticar a la jerarquía eclesiástica. Participaba activamente en los movimientos sociales y periodísticos. Fue fundador del Grup de Periodistes Democràtics, miembro de la Asociación de Vecinos del Poblenou y alma mater de la revista 4 Cantons, también del barrio.

Semanas después de la publicación del reportaje, un amigo suyo que hacía la mili en el gabinete de prensa de Capitanía le advirtió: “Me han pedido que busque tu artículo”. Poco después Huertas recibía una citación para presentarse ante la autoridad militar. Le hicieron algunas preguntas, especialmente sobre su fuente de información (que no reveló, acogiéndose al secreto profesional), y se marchó. En esta segunda citación ya se mostró algo más preocupado, pero no imaginaba que la visita al Gobierno Militar no seguiría la misma dinámica: declaración breve y listo. Por eso tenía previsto ir al Pleno Municipal ese mismo día.

Consultó al abogado de la entonces Asociación de la Prensa, el catedrático Octavio Pérez Vitoria, que le dijo que se podía haber ahorrado esa frase, aunque tampoco le dio demasiada importancia. Le comentó que probablemente se trataba de entregarle la orden de procesamiento y que después podría irse.

Pero nada salió como se esperaba. La declaración fue breve, sí, pero no pudo marcharse, porque el juez ordenó su ingreso inmediato en la cárcel Modelo. Los policías que lo custodiaban, desconcertados, preguntaron si debían esposarlo, pero el juez se desentendió: “Eso, ustedes mismos”. Y se las pusieron.

HUELGA DE DIARIOS

La respuesta de la profesión fue contundente. Al día siguiente, cinco diarios de Barcelona no salieron a la calle: Tele/eXpres, Mundo Diario, El Correo Catalán, Diario de Barcelona y El Noticiero Universal. Solo se publicaron La Vanguardia Española y los diarios del Movimiento (La Prensa y Solidaridad Nacional). En la mayoría de medios el paro fue inmediato, aunque en El Noticiero Universal fueron los trabajadores de imprenta quienes se negaron a procesar los textos.

El abogado Octavio Pérez Vitoria pidió a la esposa de Huertas, Araceli Aiguaviva, que detuviera las acciones, por considerar que podían complicar el caso. Pero ya no estaba en manos de Aiguaviva, entonces abogada y años después jueza. Huertas, muy a su pesar, se había convertido en un símbolo.

Aunque es difícil saber cómo influyó la huelga, está claro que enfureció a los militares, nada acostumbrados a que ningún colectivo les plantara cara. Un tiempo después se hizo llegar a Araceli el mensaje de que en principio pensaban mantener a Huertas solo doce horas en prisión preventiva, y que un juicio como ese podría haberse saldado con arresto domiciliario de unos quince días.

ETA APARECE EN ESCENA

El caso dio un giro inesperado una semana después, cuando la policía informó de la detención de Pedro Ignacio Beotegui, ‘Wilson’, y de Juan Paredes Manot, ‘Txiki’. Acusaron a Huertas de haber proporcionado un “piso franco” a Wilson, presunto participante en el asesinato de Carrero Blanco.

El diario falangista La Prensa tituló:
“Confesó Wilson. 4 monjas y Huertas Clavería, contactos en Barcelona del asesino de Carrero Blanco”.
Huertas fue procesado por segunda vez el 21 de agosto y recluido en la galería de presos peligrosos. Su nombre apareció en una agenda de Wilson, que había sido enviado a pedir alojamiento por el monje de Montserrat Francesc Bofill. Huertas le dio de cenar pero no lo alojó en su casa, sino que lo dirigió a la parroquia de Santa Maria del Taulat, desde donde lo derivaron a un piso ocupado por las monjas acusadas de ser contacto del etarra en Barcelona. El rector Joan Soler también fue detenido.

Desde entonces se desató una oleada de represalias: Huertas fue aislado en celda con luz encendida día y noche; Araceli fue vigilada; el presidente de la Asociación de Vecinos del Poblenou, Josep Maria Prochazka, pasó una noche en comisaría; el concejal Jacint Soler Padró fue encarcelado un mes por escribir al alcalde Enric Masó pidiendo la intervención municipal por el encarcelamiento del periodista.

CONSEJO DE GUERRA Y POLICÍA EN LAS RAMBLAS

El 26 de agosto Huertas compareció ante un Consejo de Guerra en el Gobierno Militar. El despliegue policial en Colón fue inmenso: francotiradores, policía subterránea, antidisturbios. El acceso fue muy restringido; se cacheó a todos los asistentes. Incluso se negó la entrada a algunos abogados, que fueron zarandeados.

El tribunal rechazó casi todos los testigos de la defensa salvo el del director del diario, Manuel Ibáñez Escofet. Se mantuvo inflexible respecto al argumento de que no había ánimo de injuriar. Escritores como Manuel de Pedrolo o Francisco Candel defendieron que atribuir a alguien una actividad legal y regulada no podía considerarse un insulto.

DOS AÑOS DE PRISIÓN POR UNA FRASE

Huertas apareció ante el tribunal sereno, vestido con un traje prestado y una camisa de su suegro. Fue condenado a dos años de cárcel por la frase sobre los meublés y las viudas de militares.

OCHO MESES DE PRISIÓN

Pasó ocho meses y veinte días encarcelado. Echaba de menos a su hijo Guillem, nacido un año antes. Fue una de las últimas personas en hablar con Txiki antes de su ejecución. Le llevaba libros como bibliotecario de la prisión. La noche anterior, Txiki solo aceptó uno: Te veré en el infierno. Fue fusilado en el cementerio de Collserola el 27 de septiembre, junto a otros cuatro militantes antifranquistas.

AMNISTÍA Y LIBERTAD

La muerte de Franco en noviembre de 1975 propició el indulto por injurias, pero Huertas siguió en prisión provisional por la causa de ETA. Con el tiempo, la acusación se redujo a asociación ilícita y obtuvo la libertad bajo fianza de 25.000 pesetas. Nunca fue juzgado por ese motivo.

El 18 de marzo de 1976 tuvo lugar en Barcelona la primera manifestación autorizada en España desde la Guerra Civil, protagonizada por periodistas en defensa de la libertad de expresión. Huertas, aún preso, fue el gran protagonista.

La medianoche del 12 de abril de 1976 salió finalmente de la cárcel Modelo. Amigos, vecinos y conocidos lo esperaban. Un guardia civil le advirtió que no cruzaran a la acera de la prisión. Huertas, con su cabello totalmente blanco, fue llevado en hombros por la multitud. El personal del bar Model le abrió una botella de cava en su honor.

PRIMER JUICIO FRANQUISTA ANULADO

En septiembre de 2017, diez años después de su muerte, la Generalitat entregó a Araceli Aiguaviva el documento que anulaba su Consejo de Guerra. Fue el primer juicio franquista anulado por la democracia. Se eligió a Huertas por ser un referente de la lucha antifranquista y un símbolo de la libertad de expresión.

Así acababa uno de los procesos más absurdos del tardofranquismo. Absurdos, sí, pero no para Huertas, para quien fue una pesadilla que solo comenzó a terminar aquella noche del 12 de abril de 1976.


Caso Huertas
Cronología

7 de junio. Diario Tele/eXpres. “Vida erótica subterránea”. Frase: “Un buen número de meublés estaban regentados por viudas de militares, al parecer debido a las dificultades para obtener permiso para abrir alguno que hubo después de la guerra”.

22 de julio. Llamado a declarar al Gobierno Militar. Sale esposado y trasladado a la prisión Modelo.

23 de julio. Huelga de cinco diarios de Barcelona. Apoyo generalizado de toda la prensa de España.

21 de agosto. La policía acusa a Huertas (y a cinco monjas) de ser el contacto en Barcelona del etarra Iñaki Pérez Beotegui (Wilson), a quien se le atribuye la participación en el atentado contra Carrero Blanco.

26 de agosto. Consejo de Guerra por injurias. Despliegue policial frente al Gobierno Militar. Rechazada casi la totalidad de los testigos de la defensa. Condenado a 2 años de prisión.

27 de septiembre. Últimos fusilamientos del franquismo. Tres miembros del FRAP y dos de ETA. Uno de ellos, Juan Paredes Manot, Txiqui, fue fusilado en el cementerio de Collserola. Huertas, bibliotecario de la galería, habló con él la noche anterior.

20 de noviembre. Muere Franco.

1976

18 de marzo de 1976. Barcelona. Primera manifestación autorizada en España. De periodistas.

12 de abril. Huertas sale en libertad como fruto de la amnistía, tras 8 meses de prisión y después de que el caso de ETA pasara al TOP (Tribunal de Orden Público). Cambia la acusación y con el tiempo el caso se diluye y no llega a juicio.

4 de marzo de 2007. Muerte de Huertas a causa de una hemorragia cerebral.

Septiembre de 2017. Se anula el Consejo de Guerra. Es el primer juicio anulado por la democracia.

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