Ahora hace medio siglo, Josep Maria Huertas Claveria ingresó en la cárcel Modelo de Barcelona. El movimiento periodístico y social para conseguir su libertad marcó hechos de relevancia histórica. Durante aquellos ocho meses y veinte días, varias generaciones de periodistas y lectores se quedaron sin un maestro y referente.
Era un líder. Un magnífico formador de equipos que lo querían y eran como una segunda familia. Aunque en toda familia hay algún Judas. Como aquel supuesto amigo que le impidió llegar a ser director del Diari de Barcelona y le quitó su lugar.
Nunca llegó a ser director de nada, hecho que le provocaba cierto desasosiego interior. Otro malestar íntimo provenía de que su padre, también periodista, abandonó a su madre y a él cuando era niño. Solo conoció a su padre dentro del ataúd. Tenía ojos de huérfano. “Esos ojos no mentían”, escribió una alumna suya.
Cuando murió, la Facultad de Comunicación de la Universidad Ramon Llull le dedicó el libro Profesor Huertas, lecciones de periodismo. Un compendio de artículos de sus alumnos y compañeros profesores, con apuntes de sus clases y una antología de algunos de sus textos periodísticos.
Algunos titulares de los estudiantes: El amor por el periodismo. Duchados y con todo el diario leído. Narradores de historias. Un periodista digno. Una bandera de libertad. Enseñando a mirar. ¿Te gusta Miguel Bosé?
Algunos de los profesores: Gracias, amigo. Símbolo y referente histórico. Yo no soy un huertamaro. Yo soy un huertamaro. ¿Eres feliz? Páginas, páginas, páginas…
En la antología de artículos de Huertas sobre periodismo, títulos como: La peligrosa profesión periodística. La defenestración del periodista progre. La ideología del periodista. Otro gol contra la libertad de expresión. Los siete pecados capitales de la prensa de Barcelona. El sexo político del periodista…
Todo ello sigue siendo un retablo de retratos impresionistas que configuran al personaje poliédrico, polifónico, apasionado y complicado. “Sencillo, inteligente, inesperado, marcó a las primeras promociones de la Facultad”, escribe el decano Miquel Tresserras.
Periodismo total y puro, ese libro conserva el poder seductor del periodismo, la historia, la literatura, la cultura, el urbanismo… Porque Huertas era un seductor. Y Joaquim Maria Puyal sentenció: “Comunicar es seducir.” Con sus artículos, Huertas conseguía o seducir o ser odiado.
De su obra periodística puede decirse lo mismo que escribió Montaigne: “Si él había hecho su libro, su libro le había hecho a él.” Solo o en compañía, escribió más de cien libros. Además de los muchos que encargó a colegas o recomendó a editoriales.
Como muestra: la colección Barcos de papel del Colegio de Periodistas, del que fue decano desde 2006 hasta su muerte en marzo de 2007. La revista profesional Capçalera. O la semestral Annals, dedicada a la historia, investigación y teoría del periodismo. En el caso de Huertas, vida y obra son inseparables.
Lo demuestra el artículo que lo llevó a la cárcel durante aquellos ocho meses y veinte días. Se titulaba Vida erótica subterránea de Barcelona. Y se subtitulaba: De los burdeles históricos a las pocas “habitaciones que persisten”, pasando por los meublés de fantasía. Publicado en Tele/eXprés, el 7 de junio de 1975.
La causa: una querella del Ejército por injurias, un consejo de guerra y dos años de prisión. Además, una acusación por terrorismo a raíz de un etarra asesino y delator. Entró en prisión con el pelo oscuro y salió con el pelo blanco.
En la Modelo conoció al joven delincuente El Vaquilla. Y vivió cuatro muertes:
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Txiqui, etarra fusilado en Collserola.
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El Habichuela, delincuente común muerto a golpes por un funcionario.
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Franco, ya que un indulto real beneficiaba a algunos presos.
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Oriol Solé Sugranyes, anarquista muerto a tiros en Navarra durante una fuga.
Todo aquello lo endureció por fuera y lo rompió por dentro. Sus ojos de huérfano serían desde entonces más tristes. Otra vez, el periodismo sería su terapia y consuelo. Aquellos dramas reforzaron su conciencia y sentimiento de clase social.
Ese encarcelamiento supuso una movilización profesional, ciudadana y política que implicó la primera manifestación de periodistas y la primera huelga de prensa en España desde la Guerra Civil. También provocó un infarto al director del Tele/eXprés.
Era Manuel Ibáñez Escofet (1917–1990), su padre adoptivo y periodístico. En su libro La memoria es un gran cementerio retrata al joven Huertas: “Chico con buena pasta periodística que se profesionalizó por culpa mía.” Trabajaba como oficinista en un concesionario de motos.
En El Correo Catalán, que dirigía Ibáñez, “enseguida se destacó como un periodista crítico y audaz”. En la cárcel: “Íbamos a verlo Pere Oriol Costa y yo. Curiosamente, había asumido su desgracia con espíritu fuerte y era él quien nos animaba a nosotros”.
Ibáñez Escofet era conocido por su genio. Huertas, también. Humanista integral, nada humano le era indiferente. Su tenaz campaña por salvar la modernista Casa Golferichs lo convirtió en héroe vecinal y símbolo del periodismo antifranquista.
Luego, su recuperación de estatuas y monumentos ocultos por el franquismo lo elevó a la categoría de arqueólogo, antes incluso que Indiana Jones. Pero nunca abandonó su periodismo en defensa de los desfavorecidos.
Sus reportajes sobre suburbios, pobreza y chabolismo seguían la estela de su amigo y maestro Paco Candel. Y de Andreu-Avel·lí Artís, alias Sempronio (1908–2006), entre otros clásicos. (Ver pieza aparte 1).
Su afición por las calles del bajo vientre de Barcelona (el Barrio Chino) provenía de una tradición literaria iniciada por Jean Genet en Diario de un ladrón, Pieyre de Mandiargues en Al margen y perfeccionada por su amigo Paco González Ledesma. Sobre el Eixample, compartía liderazgo con Lluís Permanyer.
Pero en sus inicios fue tildado de “chabolista”, “xirucaire” y otros términos entre despectivos e irónicos. Más adelante, sus seguidores bautizarían su estilo como periodismo social, comprometido, de barrio, de calle, de proximidad… Más fino y menos combativo.
Lo cierto es que Huertas rompía “el concepto aristocrático de escribir en los diarios”, que criticaba Joan de Sagarra (1938–2025). También criticaba “la falta de cultura y oficio de los periodistas barceloneses” y su “desconocimiento de la tradición periodística”.
En Tele/eXprés formó un equipo que ha pasado a la intrahistoria del periodismo. Eran y son los Huertamaros. (Ver pieza aparte 2). La mayoría, jóvenes del Poblenou y otros barrios humildes. Los retrata Jaume Fabre en su libro Crónicas del barro. Cuando los diarios dieron voz a los barrios. (Ver pieza aparte 3).
Una mezcla de simpatías: los guerrilleros tupamaros, Régis Debray, el Mayo del 68, cristianismo, socialismo, marxismo, ácratas, el underground… Muy distintos entre sí. Con Huertas como líder del grupo.
Con el paso del tiempo se ubicaron en distintos partidos, gabinetes de prensa y cargos públicos según su ideología. Huertas lo relata críticamente en su libro El plato de lentejas. Periodismo y transición en Cataluña (1975–1985). (5)
Para superar el “desconocimiento de la tradición periodística”, Huertas impulsó la conversión de la Asociación de Prensa en el Colegio de Periodistas. También fue uno de los fundadores de la organización clandestina Grupo Democrático de Periodistas (6).
Desde el punto de vista cultural, Huertas coincidía con la llamada Escuela de Barcelona, formada por nombres muy relevantes. También llamada Generación de los 50, su literatura tiene muchas similitudes con el periodismo de aquellos tiempos. (Ver pieza aparte 4)
En 1996, Huertas escribió en El Periódico el artículo Periodistas con y sin memoria. Parecía una premonición del olvido de su persona y obra tras los obituarios y panegíricos, algunos hipócritas y cínicos, publicados cuando murió.
Afortunadamente, cuando trabajábamos en El Periódico llegó un joven que observaba, escuchaba y aprendía. Era Jordi Juan, ahora director de La Vanguardia. Hace poco escribió un artículo recordando y reivindicando el magisterio y la influencia periodística de Huertas y de Josep Carles Rius.
El recuerdo de Barcelona tiene forma de plaza y está en Poblenou, a un paso de la Rambla, junto a una antigua fábrica transformada en centro cívico, un espacio de encuentro como los que tanto defendía Huertas.
La memoria es un gran cementerio, escribió Ibáñez Escofet. Huertas era amigo del cantante Raimon y le gustaban Les cançons de la roda del temps, de Salvador Espriu. Como aquella que dice:
Yo, que muero y sé / la soledad del muro y el caminante, / te pido que me recuerdes hoy, / mientras te vas con las sagradas horas.
Junto al monasterio de Sant Pere de Rodes hay un pequeño olivo. Bajo sus raíces, la urna con las cenizas de Huertas. Nadie sabe por qué eligió ese lugar. Araceli, su viuda, ha perdido toda la memoria. Su hijo Guillem, el Granoteta, es el más sorprendido por esa última voluntad paterna.
Pero las vistas son impresionantes e infinitas. Cuando sopla la tramontana, es terrible. Cuando no, el mar respira calma. Casi como una metáfora del carácter de Huertas.
Referencias bibliográficas:
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Profesor Huertas, lecciones de periodismo. Varios autores. Trípodos. Facultad de Comunicación Blanquerna, 2009.
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La cárcel, cuatro muertes, ocho meses y veinte días. El caso Huertas Claveria. Varios Autores. Editorial Laia, 1978.
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La memoria es un gran cementerio. Manuel Ibáñez Escofet. Edicions 62, 1995.
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Crónicas del barro. Cuando los diarios dieron voz a los barrios. Barcelona 1966–1983. Jaume Fabre y varios autores. Ayuntamiento de Barcelona, 2022.
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El plato de lentejas. Periodismo y transición en Cataluña. Josep M. Huertas. Colegio de Periodistas de Cataluña, 2005.
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El Grupo Democrático de Periodistas (1966–1976). Crónica de un periodismo esperanzado. Joaquim Roglan. Colegio de Periodistas de Cataluña, 1992.
PIEZAS APARTE:
1. LOS PREDECESORES Y REFERENTES
Andreu-Avel·lí Artís i Tomàs (Sempronio), Manuel Ibáñez Escofet, Néstor Luján, Paco Candel, Josep Maria Espinàs, González Ledesma, Víctor Mora, Mateo Madridejos, Joan Marsé, Josep M. Carandell. Miembros de la Edad de Plata.
2. LOS HUERTAMAROS
Discípulos de Huertas: Jaume Fabre, Juanjo Caballero, Eugeni Madueño, Miquel Villagrasa, Maria Favà, Pilar Casanova. Dibujantes: Puyal, Fer, Joma. Fotoperiodistas: Pepe Encinas, Jaume Mor, Quim Manresa, Joan Guerrero. “Perros callejeros”, según Trallero.
3. LA GENERACIÓN PERIODÍSTICA DE POSGUERRA
Joan Anton Benach, Josep Martí Gómez, Lluís Permanyer, Vázquez Montalbán, Pere Oriol Costa, Colita, Terenci Moix, Pilar Aymerich, Rafael Pradas.
4. CONTACTOS LITERARIOS CON LA ESCUELA DE BARCELONA
Jaime Salinas, Josep Maria Castellet, Enric Badosa, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Juan Goytisolo, Jaime Gil de Biedma. Cosmopolitas, marxistas, literatura social y Edad de Plata.


Catalunya Plural, 2024 