La derrota de la selección española de fútbol femenina a los penaltis ha sido una injusticia porque la campaña de las futbolistas fue muy meritoria. Ello no quita valor a la selección inglesa ni confiere demérito ni tacha alguna a su victoria: como dicen los expertos, el fútbol es así, y entrar a formar parte del fútbol grande, el que mueve expectación y dinero, consiste precisamente en asumir los malos tragos con los que cualquier profesional tiene que pechar.

La final de la Eurocopa femenina ha sido la más vista de la historia. El fútbol femenino se ha ganado ser un importante centro de interés pero ha hecho mucho más: ha supuesto una aportación muy valiosa a la promoción de los derechos de las mujeres. A menudo una ideologización bastante tosca olvida la importancia del soft power en las relaciones humanas. Y el fútbol femenino es soft power puro y muy potente en manos de quienes deseamos ver a las mujeres disponer de todos sus derechos: humanos, sociales, laborales, cívicos. Poner a un hecho social bajo el foco de una atención mayoritaria produce cambios, porque la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases pero lo que mueve a los humanos son sus mentes y la interacción entre ellas.

El fútbol femenino es fútbol, a pesar de lo que digan algunos recalcitrantes. Juegan once contra once durante 90 minutos, sometidas al mismo reglamento bajo el que juegan los hombres. No hay ninguna excepción ni exención que disminuya la estricta igualdad respecto al juego masculino de ese deporte: lo que juegan las mujeres es exactamente lo mismo que juegan los hombres. En otros deportes como el atletismo las marcas que confieren la condición de campeonas a las féminas son inferiores a las de los hombres pero en el futbol un gol vale lo que vale otro gol, márquelo quien lo marque. Uno se pregunta si los equipos no debieran ser mixtos. El fútbol es así y quienes desprecian el fútbol jugado por mujeres no se acaban de dar cuenta de lo mucho que dice de ellos esa actitud.

La potentísima visualización del fútbol jugado por mujeres representa una verdadera salida del armario de la mitad del género humano para situar ante la expectación mundial y la opinión pública no sólo al deporte como un sujeto social y cultural de primer orden sino a las mujeres como hecho civilizatorio. El fútbol es un lenguaje universal y todos lo entienden, y el igualitarismo que este deporte ejemplifica es muy elocuente. El antropólogo, etólogo  y periodista Desmond Morris, que se hizo famoso con su libro El mono desnudo, publicó hace más de cuarenta años un estudio sobre el fútbol que fue titulado aquí El deporte rey pero cuyo título original era The soccer tribe (La tribu del fútbol), más indicativo de su orientación antropológica. Unos extraterrestres que visitaran nuestro planeta hallarían a través del juego notables materiales e ideas para comprender qué somos los humanos y cómo nos comportamos como colectividad viva. El libro de Morris debería ser leído al lado de Homo ludens, de Jan Huizinga.

El fútbol profesional con sus grandes competiciones coloca a las mujeres, como hemos dicho, en la máxima exposición, con todo lo que ello tiene de significativo. Por supuesto, ejerce un ejemplo positivo ante las niñas, las chicas y las familias, pero ese papel ya lo ha venido realizando el deporte escolar. Las futbolistas profesionales en que ahora nos fijamos juegan otro papel: educan a la sociedad entera en la consideración y el respeto que la mujer merece en cualquier campo en el que se desempeñe. No es esta una consideración paternalista sino igualitaria y su importancia no es moco de pavo, pues deja sin argumentos a cualquiera que pretenda desmerecer la actividad femenina por razón del sexo de quien la ejecuta.

Llegados a este punto del igualitarismo que el fútbol femenino promueve, es necesario llevarlo a sus últimas consecuencias. Uno de los imperativos éticos del trabajo realizado por mujeres, por lo menos del trabajo asalariado,  es una frase muy potente: a trabajo igual salario igual. Quizás sea este el próximo y decisivo objetivo del fútbol femenino una vez fuera del armario y bajo los focos más refulgentes.

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1 comentari

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