¡Sant tornem-hi! Hoy es lunes 1 de septiembre: primer día de la semana, primer día del mes y primer día del nuevo curso, entendiendo por curso tanto el académico como también la reanudación del trabajo para muchos profesionales. Septiembre, igual que enero, marca un inicio, un volver a empezar. Y esto siempre llega con un componente de oportunidad para afrontar la vida de una forma mejor: esta perspectiva de futuro a corto plazo nos sirve como trampolín hacia una nueva etapa en la que podemos introducir cambios o potenciar todo aquello que ya sabemos que nos hace bien.
Pero, tal como nos explica la psicóloga Dolors Liria, vicedecana del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC) y CEO de Menta Salut Profesional y Organizacional, ninguna fecha en sí misma provoca el cambio.
“El 1 de septiembre marca el final de un período y el inicio de otro, y esto genera en los humanos un pensamiento mágico: imaginamos que podremos alcanzar unos objetivos. Pero cualquier día es bueno para empezar a aplicar un cambio hacia una vida más saludable, un cambio determinado. Tenemos asociado el final de una etapa con la posibilidad de hacer este cambio, y pensamos que será suficiente para mantener el hábito que queremos implementar. Tener una fecha concreta puede ayudar a algunas personas, pero a otras les añade presión”.
Propósitos más comunes y cómo lograrlos
Apuntarse al gimnasio, adelgazar, dejar de fumar, reducir el consumo de alcohol o iniciar una dieta más saludable. Pero también vivir las dificultades cotidianas o las relaciones complicadas de forma más pacífica, con resiliencia. Son metas que muchas personas se plantean en septiembre.
¿Y qué puede ayudarnos realmente a cumplir lo que nos proponemos? Porque, entre pensarlo y lograrlo, suelen pasar muchas cosas… o ninguna, y entonces no se consigue.
“Hay que diferenciar el deseo del objetivo”, dice la psicóloga. “Puedo decir que quiero aprender inglés, pero para que sea real y se materialice, tengo que pensar cómo lo haré. El deseo es mejorar mi nivel de inglés, pero el objetivo debe ser específico, realista, medible y alcanzable. Por ejemplo: pasar de un nivel a otro. Y para ello se necesita planificación y medios: apuntarse a una escuela, ir a clase, estudiar y practicar el idioma”.
En el caso de perder peso, el deseo es adelgazar, pero el objetivo podría ser, de septiembre a junio, perder cinco kilos. Y eso se consigue, por ejemplo, yendo a la nutricionista y siguiendo la dieta que indique.
Ahora bien, todo aquello que sólo nos proponemos, sin hacer el camino para conseguirlo, sin planificar ni hacer lo necesario, muchas veces acaba en frustración, una carga que arrastramos y que puede empañar cualquier otro nuevo propósito.
Sobre este tema, Dolors Liria añade: “Debemos negociar con nosotros mismos si estamos dispuestos a hacer lo que se necesita para cumplir un objetivo”. Pero —argumenta— “si ese mismo objetivo lo hemos intentado varias veces y lo vivimos como un fracaso, eso afecta a nuestra autoestima”.
Entonces —dice— “puede ayudarnos contemplarlo desde otra perspectiva: asumir que las cosas difíciles no se consiguen rápidamente ni sin esfuerzo, pero que cada intento nos acerca al logro. En este sentido, Liria recomienda “recordar otras veces en que sí lo hemos conseguido. Revisar experiencias similares nos ayudará a creer en nuestra capacidad de volver a lograrlo. Si, por el contrario, vemos que nunca lo hemos conseguido pese a intentarlo muchas veces, habrá que analizar qué obstáculo lo impide. Y quizá será necesario consultar con un profesional de la psicología para encontrar otras estrategias o detectar qué está fallando”.
En resumen, cuando nos fijamos un propósito, debemos tener claro:
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Qué es lo que queremos, visualizar el objetivo.
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Saber qué nos ayuda a concretar el deseo (es decir, pensar qué debemos hacer para conseguirlo y si necesitamos ayuda).
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Ajustar las expectativas.
De este modo —explica la psicóloga— quizás cualquier día empezamos a cumplirlo sin darnos cuenta.
Está claro que querer no basta. Hay que estar dispuestos a hacer todo lo que implica, tener ganas reales de hacerlo. Y también ser conscientes del tiempo disponible y si lo que queremos es realista. Todo esto ayuda a ajustar los propósitos. Como explica la psicóloga:
“Después de un año sin ir al gimnasio, imaginar que a partir del 1 de septiembre iremos cada día de 7 a 9 de la mañana quizá no sea realista”.
Según la persona, escribir los deseos y objetivos ayuda a estructurar los pasos y planificar. También ayuda asignar tiempos diarios o semanales para cada actividad y cumplirlos.
Autocuidado frente a la pereza y el desánimo
Después del parón estival, retomar clases (como alumno o docente), reencontrarse con los compañeros de oficina, volver a contactar con clientes, y levantar la persiana del comercio cada mañana… La primera semana de septiembre pone a prueba nuestra energía para madrugar y retomar rutinas. Como todo comienzo, requiere un rodaje.
“Una recomendación sería entrar progresivamente. Si se ha hecho un viaje largo, empezar a trabajar al día siguiente no es lo más recomendable. Es bueno tener un par de días para ir conectando poco a poco con el trabajo”, sugiere Liria.
Además, esta psicóloga cree que las empresas deberían copiar lo que hacen las escuelas, porque es muy positivo. “Cuando se vuelve de vacaciones, se comparten las vivencias con los compañeros. Algunos lo hacen por su cuenta, pero empezar como si no hubiera pasado nada no es bueno. Hay que poder recordar qué hemos hecho. Una buena forma de hacerlo —añade— es repasar las fotos tras reincorporarnos, para revivir los buenos momentos”.
Es totalmente normal —como indica la vicedecana del COPC— que la vuelta a las clases y al trabajo cause pereza o desánimo. “A todos nos gusta tener más tiempo, horarios más flexibles, estar más tranquilos y libres de obligaciones. Si hemos disfrutado de las vacaciones, da pena dejarlas atrás. También el hecho de ir entrando en el otoño y la oscuridad de los días puede generar cierto malestar inicial. Pero si tenemos integrado el autocuidado durante todo el año, podremos identificar qué tiene de positivo cada estación y disfrutarlo más”.
La especialista en psicología laboral subraya, sin embargo, que es importante dar espacio a lo que sentimos ahora.
La clave, según Dolors Liria, es buscar pequeñas fuentes de satisfacción diaria. Así, la sensación de que el tiempo vuela no es tan fuerte.
Quizás ahí radica la mayor capacidad de adaptación de los niños, mucho más flexibles que los adultos, porque se concentran en el presente y no arrastran tanto pasado ni proyectan futuro. Para ellos, reencontrarse con los compañeros de clase les ayuda a reincorporarse. Y, si no es así, hay que ver por qué. La psicoterapeuta advierte que pueden aparecer malestares más profundos si, por ejemplo, hemos llegado tan agotados a las vacaciones que no las hemos disfrutado como necesitábamos, o si estas no han sido reparadoras. Esto puede dificultar un buen inicio de curso o temporada laboral.
Porque, tanto para adultos como para niños —dice la psicóloga— “las rutinas nos regulan emocionalmente, nos estructuran, nos hacen sentir mejor, nos ayudan a perseguir objetivos y fortalecen la autoestima. Hay actividades que no motivan tanto, porque no todo en la vida son alegrías, pero podemos recompensarnos con cosas sencillas después de completar aquello que más nos cuesta. Una buena estrategia ante algo difícil es visualizar el objetivo y anticipar cómo nos sentiremos una vez lo hayamos conseguido”. También recomienda “encontrar pequeñas satisfacciones entre semana, no esperar al fin de semana para vivir buenos momentos y relajarse”.
Aprender de las vacaciones
Aprender de las vacaciones puede ayudarnos a incorporar durante el curso actividades y motivaciones que actúan como revulsivos. Durante las vacaciones nos damos ciertos permisos que son positivos si no se exageran: algo de desorden o menos estructura durante el descanso está bien.
La disciplina constante, sin pausas, no es posible. Las vacaciones sirven para descomprimir, reducir rigidez, flexibilizar horarios… con moderación.
No hace falta esperar a las vacaciones para introducir espacios de descanso, ocio y relaciones que normalmente no cultivamos. Tampoco al fin de semana para desahogarnos. Apuntarnos a una actividad que nos guste o ver más a los amigos no debería ser exclusivo del tiempo libre.
“El ocio y las relaciones personales, muy vinculados al periodo vacacional, deberían estar integrados en nuestra vida cotidiana. Deberíamos encontrar cada día alguna pequeña fuente de satisfacción que nos ayude a sobrellevar el día a día y evitar llegar tan agotados a las vacaciones”, afirma la psicóloga.
Cada uno de nuestros días puede incluir elementos de autocuidado, como los llama Dolors Liria.
La vuelta al trabajo
Sobre la vuelta al trabajo, ella explica que “si las circunstancias son adecuadas, trabajar suele aportarnos salud porque nos permite ganarnos la vida, realizarnos y relacionarnos. Y el trabajo bien hecho es un factor protector de la salud”.
Pero —añade— “si las condiciones no son buenas o no estamos a gusto, eso puede afectarnos negativamente, y en estos casos, cuesta mucho más volver”.
Por tanto —dice— “debemos diferenciar entre la pereza o pena natural por volver a las actividades y un malestar mayor que pueda estar relacionado con una situación laboral complicada. En ese caso, hay que ver qué ocurre”.
A veces —comenta Liria— que la vuelta al trabajo se nos haga tan difícil puede ser una señal de que nos iría bien un cambio.
Lamentablemente, no todo el mundo puede cambiar de trabajo. Existen situaciones precarias, y casos donde asumir riesgos no es viable. Pero también hay personas en mejores condiciones que, pese a todo, tienen grandes resistencias y miedos a dar el paso, que deben ser explorados.
Si estamos mal, es momento de pedir acompañamiento psicológico para este proceso.
Herramientas, técnicas y consejos prácticos
Dado que muchas personas aprovechan el curso académico para marcarse metas, aquí van algunas ideas para facilitar la organización.
Siendo conscientes de cómo la sociedad actual nos empuja a la hiperproductividad, necesitamos tomar decisiones personales respecto al trabajo que asumimos, para vivir de forma equilibrada. Y eso no siempre es fácil.
Una herramienta útil que recomienda la psicóloga es la matriz de Eisenhower, un cuadrante donde anotamos las tareas según si son urgentes/importantes o no urgentes/no importantes, y en función de ello, priorizamos.
“Al planificar, veremos que no todas tienen las mismas exigencias. Las que se puedan delegar, se delegan. Las que no son importantes, a veces lo mejor es descartarlas”, afirma Liria.
Lecturas que ayudan al autocuidado
Como vemos, recursos propios no nos faltan. Descubrirlos y ponerlos en marcha nos da la oportunidad de afrontar, con más o menos propósitos, la nueva temporada.
Cursos y talleres de gestión emocional y de proyectos están al alcance de todos, y algunos son totalmente bonificables, en centros como IDFO o Foment Formació.
Además, el inicio de curso puede ir acompañado de lecturas útiles para guiar el autocuidado personal. Algunos títulos recomendados:
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El secreto de la autoestima. Una nueva teoría de la seguridad personal, de Antoni Bolinches (Cossetània Edicions)
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Manifiesto para la calma, de Miguel Navarro (RBA)
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Abiertos a sentir, de Sergi Rufi (Libros Cúpula)
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Pensar con claridad, de Shane Parrish (Columna)
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Fábulas que sanan, de Mariano Alameda (Siglantana)
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Recupera tu mente, de Marian Rojas Estapé (Columna)
Estos libros pueden acompañarnos en este tramo del viaje hacia los cambios que nos trae el nuevo curso.


Catalunya Plural, 2024 