Maria Pombo es una de las influencers con más seguidores de España. Concretamente, la siguen 3,3 millones de personas en Instagram y casi 700.000 en TikTok. En uno de sus últimos vídeos, se la veía colocando algunos libros de decoración en su nueva estantería, hecho que fue criticado por muchos usuarios que la animaban a usar esos libros para leer y no solo como adorno. La respuesta de la influencer a estos comentarios fue todavía más viral. Según Pombo, es necesario “empezar a superar que hay gente a la que no le gusta leer y que no somos mejores personas por el hecho de que nos guste”, y las redes empezaron a arder.

Sorprendentemente, me atrevo a afirmar que Maria Pombo tiene razón: leer no nos hace mejores personas. De hecho, todos conocemos la historia del asesino de John Lennon y su relación con El guardián entre el centeno, de Salinger. Así que sí, Maria, tienes razón: por leer no somos ni más simpáticos, ni más divertidos, ni mejores amigos, ni menos crueles. Pero lo que sí somos es infinitamente más libres. Porque puede haber gente a la que no le guste la lectura, pero lo que nadie puede negar es su utilidad. El debate, por tanto, no está entre buenos y malos, sino en saber valorar los beneficios que leer nos aporta.

He trabajado como profesora de secundaria durante varios años y los chicos y chicas que leen son, sin lugar a dudas, quienes tienen mejor comprensión lectora, escriben mejor y cometen menos faltas de ortografía. Porque la lectura no te hace mejor persona, pero sí te enriquece. Abrir un libro significa entrar en un mundo nuevo, y no solo por lo que se cuenta, sino también por cómo se cuenta. Leyendo enriqueces tu vocabulario, aprendes nuevas palabras, estructuras mejor tus ideas, reduces tus errores ortográficos, refuerzas tu capacidad de concentración, descubres nuevas formas de contar anécdotas a tus amigos o de inventar historias para tus nietos, ayudas a tu desarrollo cognitivo, entiendes con quién estás de acuerdo y a quién detestas, y te sientes abrazado por personas que nunca has conocido.

Sebastià Serrano explica en un libro titulado El regalo de la lectura (Ara Llibres, 2022) los infinitos beneficios que tiene leer para alguien que ha sufrido un ictus. Yo misma lo veo cada día con mi abuela, de 95 años, que aunque ya no es capaz de hacer un discurso estructurado y le cuesta enfocar la vista, le pide libros a mi madre constantemente. Eso sí, ¡que tengan la letra bien grande! Y es que mi abuela, que casi no sale de casa porque le duelen los huesos y pasa mucho tiempo sola, al leer puede viajar al siglo pasado y descubrir una historia de amor entre una mujer que hace buñuelos y un miliciano, o convertirse por un rato en una au pair de diecinueve años perdida por América, o ser la inspectora encargada de resolver un asesinato en el País Vasco, o volver a tener siete años y formar parte de una visita catastrófica al zoo.

Y es por eso que lo que ha dicho Maria Pombo es extremadamente peligroso. Porque leer nos hace libres. Y en un mundo gobernado por las redes sociales y una extrema derecha en auge, necesitamos leer para decidir dónde queremos posicionarnos, para descubrir si nos sentimos cómodos con lo que cuenta Almudena Grandes o si disfrutamos leyendo declaraciones de Santiago Abascal, para saber si nos identificamos más con los versos de Lorca o con quienes acabaron con su vida. Y para posicionarte necesitas saber cuál es tu opinión, y para tener una opinión, hay que leer. Y también hay que ver películas, escuchar pódcasts, la radio, la televisión, ir a museos, al teatro y a conciertos. Para ser libre, hay que consumir cultura. Y hay que hacerlo desde bien pequeños.

Es necesario que las familias lean cuentos antes de dormir, que busquen momentos para leer juntos, que los más pequeños puedan decidir si prefieren las historias de dinosaurios o la leyenda de Sant Jordi, y que cuando lleguen al instituto puedan decir abiertamente que El Conde Lucanor no les gusta, pero que, en cambio, adoran a Sally Rooney o las novelas románticas de Alina Not. Y que no pase nada. Porque cuando crezcan, quizá dejen de leer a Not para empezar con Rodoreda o Jane Austen. O no. O quizás descubren el anime y los cómics y se vuelven apasionados de Studio Ghibli, o de las novelas gráficas, o de los libros de no ficción, o de El Señor de los Anillos o de George Orwell. Y esa es la gracia de la cultura, y en especial de la lectura: que define quiénes somos.

Por eso, cuando coges el metro y te sientas delante de alguien que está leyendo un libro que tú también has leído, sonríes, porque sin saber nada de esa persona, ya la sientes un poco más cercana. Así que, Maria Pombo, no somos mejores que tú, pero seguro que hemos viajado a mundos, reales y fantásticos, que tú jamás descubrirás, hemos mantenido conversaciones con gente de otros países, de otras épocas, de otras religiones y otras culturas, hemos entendido cómo funcionaba el mundo y por qué funciona como lo hace ahora, hemos decidido qué nos gusta y qué no, sabemos qué queremos defender y cuáles deben ser nuestras luchas. Y puede que nuestras estanterías no sean tan bonitas como la tuya, pero las nuestras están llenas de vida.


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