El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, presentaron esta semana un plan de paz de 20 puntos para Gaza. El plan incluye un alto el fuego inmediato, la liberación de rehenes israelíes en un plazo de 72 horas, el intercambio de prisioneros palestinos y la formación de una administración transitoria en Gaza con tecnócratas palestinos, bajo la supervisión de un organismo internacional denominado Board of Peace. También prevé el desarme de Hamás, la destrucción de su infraestructura militar y la opción de amnistía o exilio para sus combatientes. Además, plantea un programa de reconstrucción de infraestructuras básicas —hospitales, escuelas, viviendas— con financiación internacional y el despliegue de fuerzas de estabilización para garantizar la seguridad.
Las reacciones a la propuesta de Trump y Netanyahu
El plan ha sido recibido con entusiasmo por numerosos gobiernos occidentales y países árabes. La Unión Europea lo calificó de “base para la negociación” y la ONU lo describió como un posible “primer paso hacia una paz duradera”. En Israel, hubo voces que lo apoyaron como una salida viable, mientras que la derecha más dura lo criticó por concesiones excesivas. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, llegó a calificarlo de “locura”.
La reacción de Turquía resulta especialmente significativa. Tras meses de duras críticas a Netanyahu y denuncias de crímenes de guerra en Gaza, Ankara sorprendió al dar la bienvenida al plan de Trump. El Ministerio de Exteriores turco afirmó que “cualquier iniciativa que ponga fin a la masacre y abra la vía de la reconstrucción merece apoyo” y pidió a las partes “compromiso real para que el alto el fuego no sea solo temporal”. Este respaldo parcial marcó un cambio de tono respecto a la línea mantenida hasta ahora por el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan.
El presidente Pedro Sánchez dio la bienvenida al plan y lo definió como una “oportunidad histórica” para frenar la guerra y abrir la reconstrucción. El líder del PP, esta vez, consciente de que su electorado se sitúa, como la mayoría del país, en contra del genocidio, coincide con el presidente del gobierno.
En cambio, Sumar y Podemos se desmarcaron del plan. La ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego (Sumar), declaró que “no se puede llamar acuerdo de paz a una imposición en la que están ausentes la voz y los intereses del pueblo palestino”. Desde Podemos, la secretaria general Ione Belarra sostuvo que el apoyo de Sánchez era “terrible” y constituía una “humillación” para los palestinos, mientras que la eurodiputada Irene Montero añadió que el plan “es un negocio de dominación que niega el derecho de autodeterminación y retorno del pueblo palestino” y acusó al presidente de situarse “en el lado incorrecto de la historia”.
Razones para el escepticismo
Aunque cabe celebrar la posibilidad de parar inmediatamente la masacre en Gaza, la apertura corredores de ayuda humanitaria, y la liberación de rehenes israelíes y de prisioneros palestinos, son muchas las dudas que se ciernes sobre el supuesto plan de paz. Aunque el texto mencione un “camino hacia la autodeterminación palestina”, no garantiza explícitamente la creación de un Estado palestino. El propio Netanyahu ha sido claro en este punto. Otro interrogante es la composición del Board of Peace, encabezado por Trump y con figuras internacionales como el primer ministro británico Tony Blair. No cuesta ver en esta estructura una nueva suerte de gobierno neocolonial que negará la autonomía del pueblo palestino.
El plan sitúa la mayor parte de las obligaciones en el lado palestino: desarme de Hamás, reformas administrativas y aceptación de una supervisión internacional. A cambio, Israel no asume compromisos equivalentes en materia de asentamientos, retirada de tropas o limitación de operaciones militares futuras. A esto hay que sumarle la nula credibilidad de Netanyahu, que tiene desde 2024 una orden internacional de búsqueda y captura impuesta por la Corte Penal Internacional.
Si la comunidad internacional lo acepta sin presionar para introducir garantías más sólidas de soberanía palestina, el riesgo es que esta “paz” termine siendo una forma de administrar Palestina. Detener el genocidio sería, sin duda, una muy buena noticia. Pero mientras Netanyahu y Trump sigan siendo los garantes de este acuerdo, sobran motivos para dudar de que pueda convertirse en algo más que una tregua precaria.


Catalunya Plural, 2024 