Política

Perú, Chile, Bolivia, Argentina… en todos esos casos el aparato judicial fue un actor decisivo, a veces para reprimir los reclamos populares en las calles, a veces para disciplinar a dirigentes sociales percibidos como enemigos. Irónicamente, el ejercicio de los derechos humanos viene con el peligro de cárcel. De allí la pregunta ¿Por qué es la justicia actualmente un lugar peligroso para los derechos?

Intentar hacer políticas de izquierda sin asegurar el derecho a la vivienda o erradicación de la figura del trabajador pobre es como encargar la organización de una fiesta infantil al mismísimo Herodes, y confiar en que todo acabe bien. No es descabellado pensar que con palos y desahucios contra los Derechos Humanos se provoque la extensión del “fascismo social”

A estas alturas, Junqueras debería salir de la cárcel y el juicio del Procés debería ser declarado nulo. Pero no lo hará, porque eso implicaría admitir que Marchena, quien encarnó la figura del Estado, estaba equivocado. Y esa es una verdad contraria a la esencia de un Estado que vive fosilizado por el miedo al cambio

La Europa social tras la guerra mundial y hasta la llegada de Reagan y Thatcher es hija de las luchas antifascistas. Los avances sociales son hijos de luchas de sindicatos y partidos de izquierdas, siendo las élites económicas y monopolios los que cedieron en derechos sociales antes de verse rebasados democráticamente por procesos revolucionarios

No quiero tener “derecho a…”, sino todos los derechos juntos y de una vez, porque eso es la democracia, y no una mera serie de procedimientos formales. Bajo el nombre de “Derecho” se nos impone una normatividad de lo justo. No es la posibilidad —en Catalunya o en Euskadi— de una secesión lo preocupante, sino que la gente se declare sujeto de la política, ciudadanía real, no simulada