307 votos son los que separaron a Barcelona en Comú de quedar por delante del PSC de Collboni y, muy probablemente, de reeditar la alcaldía durante cuatro años más. Si eso hubiera sucedido, la formación se habría garantizado su supervivencia durante cuatro años más, ya que cuando gobiernas y aseguras los recursos económicos y mediáticos necesarios, la máquina rueda a placer. Pero cuando se apagan las luces y llega el frío, solo los partidos con una estructura sólida resisten. Cuatro problemas de futuro (inmediato) para resolver por Barcelona en Comú:
1) La falta de relevo para Ada Colau
«¿Qué hará, finalmente, Ada?» Esta es la pregunta más espinosa que resuena entre bambalinas, la pregunta que se formulan los militantes y los asesores políticos. Actualmente, nadie sabe hacia dónde quiere encararse la exalcaldesa de la ciudad. La situación de Barcelona en Comú depende, en última instancia, del carismático liderazgo de Ada Colau, una figura tan grande que, sin quererlo, limita la aparición de nuevas caras. Es difícil concebir Barcelona en Comú sin la exalcaldesa, y, al mismo tiempo, este es un ejercicio que están obligados a hacer. El relevo, tarde o temprano, es inevitable, una ley de vida. Además, hay otro factor añadido: el código interno de Barcelona en Comú no permite un cuarto mandato, razón por la cual ni Ada Colau ni tampoco Janet Sanz podrían presentarse a las siguientes elecciones municipales. Es bien cierto que el código interno puede ser reformulado, pero eso no haría más que posponer un problema que, a largo plazo, es inevitable enfrentar.
2) Barcelona en Comú, del movimiento al partido político
Barcelona en Comú nació de la fuerza de las mareas ciudadanas bajo la ilusión de la «nueva política», un significante que prometía democratizar la partitocracia y combatir el principio político de la Ley de Hierro de la Oligarquía formulada por el sociólogo alemán Robert Michels, que sostiene que todas las formas de organización, independientemente de cuán democráticas sean en sus inicios, eventualmente evolucionarán hacia una estructura oligárquica.
Barcelona en Comú —como Podemos y la CUP— se ha ido encontrando con que algunas de las ideas que supuestamente debían servir para evitar esa concentración de poder en la cúpula ejecutiva (como las primarias abiertas o la limitación de mandatos) no han acabado de ser aplicadas o, directamente, han sido modificadas sobre la marcha para asegurarse un mejor resultado electoral. Por el camino, posiblemente, no han acabado de cuidar la militancia, la única estructura interna de los partidos políticos capaz de democratizar la tendencia oligárquica en las actitudes y comportamientos de las directivas.
3) ¿Gobernar o ir a la oposición?
Nueve meses después de las elecciones, Jaume Collboni (PSC) sigue gobernando en minoría en la capital catalana. Dejándose querer tanto por Trias como por Colau, aplica su agenda sin comprometerse demasiado y practicando la abstención en las votaciones, mientras deja que los dos lados del hemiciclo discutan.
Barcelona en Comú se ha mostrado favorable a entrar a gobernar la ciudad, pero no parece del todo claro que eso sea lo que desean hacer. La situación es más compleja de lo que parece, ya que tanto al PSC como a ERC les interesa poner a Barcelona en Comú entre la espada y la pared y hacerlos desgastarse en la oposición, donde tendrían que llegar a acuerdos con Junts per Catalunya, PP y VOX para poder tumbar la agenda de la alcaldía. Sin embargo, la proximidad de las elecciones europeas de junio de este año y de las autonómicas de febrero de 2025 hace que todos los partidos actúen con una precaución adicional a la hora de formar alianzas que podrían perjudicarles.
Por un lado, acceder de nuevo al gobierno de la ciudad evitaría que Barcelona en Comú cayera en el ostracismo mediático, uno de los principales miedos de cualquier político. Por otra parte, si ERC acabara formando parte de un gobierno municipal con el PSC permitiría a BComú posicionarse como una fuerza política indispensable para definir la orientación ideológica del gobierno, puesto que PSC y ERC no tienen mayoría suficiente, además de permitirles situarse como la única fuerza de oposición de izquierdas. El problema no es si Barcelona en Comú quiere o no entrar en el gobierno municipal con el PSC y ERC, sino que no queda claro qué es lo que realmente quieren hacer.
4) Las alianzas políticas
La atomización del universo de Podemos ha tenido consecuencias para todas aquellas fuerzas políticas que nacieron del malestar ciudadano emanado del 15M. Elegir a los compañeros de viaje es una apuesta que puede volverse en contra en cualquier momento, tal como se está viendo actualmente con la lucha entre Sumar y Unidas Podemos, que está acabando por fagocitar a estos últimos. En este sentido, la decisión que tome Barcelona en Comú puede determinar su futuro a medio plazo. Esta decisión se puede resumir en la siguiente dicotomía: o bien se alían con Sumar hasta que el experimento mute de nuevo, o bien se mantienen a una distancia prudencial de la política estatal mientras reivindican la importancia local-regional de su marca política, como podría ser el caso de Compromís en el País Valenciano. Barcelona en Comú ha sido un éxito rotundo a nivel municipal, éxito que En Comú Podem no ha sido capaz de replicar en el ámbito autonómico.
Parece que la naturaleza de las formaciones políticas tiende hacia la expansión territorial. La CUP pasó por el mismo proceso. No obstante, esta expansión puede implicar una dilución de la identidad y de los principios originales que permitieron a la fuerza política en cuestión nacer y crecer. ¿Qué línea quiere seguir la ejecutiva? Y, aún más importante, ¿qué quiere la militancia de Barcelona en Comú?
Un conjunto de preguntas que, por el momento, todavía no tienen respuesta.