Si con alguna expresión amplia se podrían definir los 23 años de gobierno de Convergència i Unió en Cataluña sería con la de la época de la seguridad. La recuperación plena del autogobierno con la aprobación del Estatuto de Sau el año 1979, llevó a Jordi Pujol a la presidencia de la Generalitat por la mezcla de moderación, reivindicación y nacionalismo que aplicó de forma gradual e inteligente; una política conocida como de “peix al cove” (pájaro en mano). Así, gente que ni era necesariamente de derechas ni esencialmente nacionalista, lo votaron en masa en las convocatorias electorales de 1980, 1984, 1988, 1992 y 1995. Y en 1999, pese al lógico desgaste, todavía ganó en número de escaños (que no de votos) y revalidó el mandato hasta 2003.
Los socialistas, convencidos de que aquella sociedad eminentemente joven estaría a su lado como había pasado en abril de 1979 en los ayuntamientos de la zona metropolitana, incluida Barcelona, contemplaron con perplejidad como el nacionalismo moderado se convertía en hegemónico en Cataluña, gracias a una política interclasista que llevó Convergència a convertirse en el partido de masas del país, desbancando la influencia en las organizaciones de la sociedad civil que los partidos de izquierdas habían tenido en los últimos años del franquismo.
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