El largo camino de Esquerra Republicana de Catalunya hacia la hegemonía cultural, política, y con posibilidad de verificación electoral y todo, puede animar a las comparaciones históricas. Ejercicio que puede ser de utilidad no para recalcar las diferencias entre la ERC del siglo XXI y la de Macià y Companys sino para entrever lo que llevó a una formación fundada menos de un mes antes de las elecciones municipales de 1931 a una absoluta victoria para el conjunto del país.

La victoria de Esquerra Republicana, noventa años después de la victoria de Macià, representa el legado de un partido que se encuentra en un vía crucis histórico. Por un lado, tomando como referente los exitosos ejemplos de las renovadas izquierdas nacionales como el Sinn Féin, el Scottish National Party o Bildu, por el otro, la tentación de devenir un partido “catch all” donde cabe cualquier cosa menos una alternativa histórica al neoliberalismo. El grito fundacional, “¡Viva Macià! Muera Cambó!”, recuerda una génesis claramente ubicada en la primera opción y en la línea de la escocesa Nicola Sturgeon, la irlandesa Mary Lou Macdonald o de Arnaldo Otegi, estratégicamente presente en esta campaña.

La izquierda de 1931 nació al calor de una adhesión transversal al Manifiesto de Inteligencia Republicana, de la actuación conjunto de diversos sectores en el Comité Prolibertades de los presos políticos de entonces y, finalmente, de la Conferencia de Izquierdas que dio forma de partido a las izquierdas republicanas del momento.

De este modo se precipitaban en una misma solución tres corrientes principales: una revista de izquierdas, «l’Opinió», de orientación socialdemócrata; los republicanos de izquierdas del Partido Republicano Catalán (PRC) encabezado por Lluís Companys y el independentismo progresista de Estat Català. El popular liderazgo de Francesc Macià garantizaba un centro magnético para las distintas corrientes y la presencia de Companys representaba, más que a los compañeros del PRC, a la poderosa Unió de Rabassaires, fundada años atrás con Francesc Layret, y profundamente enraizada en el campo catalán.

Esta reestructuración de las izquierdas republicanas catalanas iba a la par del impulso de una plataforma de alianzas con el resto de fuerzas políticas democráticas del Estado.

Des del eje del «Galeusca», impulsado por Macià a lo largo de los años veinte, hasta el mismo Pacto de San Sebastián, había una conciencia compartida de que la transformación política y social de Catalunya necesitaba de aliados en el resto del Estado para que el proceso político catalán no quedara aislado y derrotado, tal como había pasado en la revolución de 1909 o en el intento de la Asamblea de Parlamentarios de 1917. Embrión histórico de lo que hoy es Ahora Repúblicas. Coalición electoral del BNG, Bildu y ERC que posiblemente sea ahora mismo la plataforma republicana más grande en el Estado.

Así, pues, lo que define, principalmente, tanto la conformación de Esquerra Republicana como el bloque de San Sebastián es la estrategia de coalición a partir de programas democráticos de mínimos. Programas de mínimos que abordaban, sin embargo, todas las temáticas del momento: des de la necesidad de una alternativa al centralismo y el reconocimiento de Catalunya hasta un reformismo social importante.

Este espíritu de frente amplio tendrá lógicamente distintas expresiones. En un caso dará a luz a un partido, ERC, en el otro a una alianza de fuerzas parlamentarias en el Congreso. De hecho, también en Catalunya se daría esta expresión con la formación de gobiernos de coalición, tanto con Macià como con Companys.

Por razón de la necesidad de concentrar al máximo posible las fuerzas políticas republicanas e izquierdistas por decantar políticamente el nuevo régimen republicano. En el caso de Companys, como respuesta al bienio negro y al autoritarismo del Estado, cosa que llevará a prefigurar un gobierno de frente amplio, sí, pero con unos objetivos políticos y sociales, concretos y compartidos. 

De la inteligencia republicana al gobierno de concentración republicano

El manifiesto de Inteligencia Republicana, hecho público el 2 de mayo de 1930 por la revista l’Opinió, conseguirá un conjunto de apoyos importantes. Des de las fuerzas socialdemócratas, al estilo de la Unió Socialista de Catalunya, hasta el catalanismo liberal, de Nicolau d’Olwer, pasado por el sindicalismo obrero, la CNT y la UGT, y el conjunto de las fuerzas republicanas, se adherirán a lo que es una explicita declaración de intenciones: hacer u frente común de las izquierdas para realizar el cambio de régimen.

La necesidad de una alternativa propositiva será la llave maestra de este intento para oponer un modelo diferente de Estado frente al lento proceso de descomposición del régimen, por esto, la revista acertará al decir en una editorial del momento que: “Sólo es posible el triunfo de la República con un programa mínimo que todos nos hayamos comprometido por adelantado a defender hasta su implantación y consolidación.”

La retorno de Macià a Catalunya, después de siete años de exilio, permitió orientar al independentismo de izquierdas hacia este frente común que tiene por base una dimensión defensiva: frente a la represión la defensa de la amnistía para los presos políticos pero también una ofensiva: una propuesta económica alrededor de la regulación de los alquileres agrarios y urbanos, de defensa de los derechos laborales, de expansión del sector público e incluso de la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía. Un programa económico que en definitiva está en las antípodas de planteamientos como la Ley Aragonés.

A raíz de la victoria en las municipales, de primero, y en las elecciones al Parlamento de Catalunya, ERC formará un gobierno de coalición con los socialdemócratas en la Generalitat, en el Ayuntamiento y en la Diputación. En la Generalitat, Macià impulsará un gobierno provisional el mismo 15 de abril con USC, PCR, un miembro de la UGT e invitará, sin éxito, a Pestaña de la CNT a entrar. De modo similar, Jaume Aiguader, primer alcalde republicano, incluirá a los socialdemócratas izquierdistas y conseguirá la colaboración de buena parte de la oposición. En una institución, el Ayuntamiento, que en ese tiempo concentra una tercera parte de la población catalana y tiene un presupuesto que dobla el de la Generalitat acaba de instaurar. Muerto Macià, y con el auge de las extremas derechas centralistas durante el Biennio Negro, Companys formará un gobierno de concentración de las izquierdas republicanas y socialdemócratas con la participación del Partido Catalanista Republicano, la USC y el Partido Nacionalista Republicano de Izquierdas.

Más allá del resultado que ha obtenido Esquerra en estas elecciones de 2021 queda claro que hace falta una reflexión en profundidad de la hoja de ruta aprobada en la Conferencia Nacional de julio de 2018. No es suficiente con la voluntad de diálogo si el Estado no quiere dialogar tal como ha presumido de forma prepotente durante toda la campaña Salvador Illa con su pretensión de «pasar página». Aunque parece que esta afirmación no va dirigida ni a la represión del Estado que este viernes afectaba al rapero Pablo Hasél ni a la corrupción ni al fraude fiscal de la monarquía.

En los años veinte del siglo pasado el Alzamiento de Pascua de Irlanda fuer un ejemplo insurreccional para buena parte de las izquierdas catalanas. De hecho, «l’Avi» llegó a reunirse con el dirigente del Sinn Féin Éamon de Valera y llegó a imitar el estilo con el intento de Prats de Molló. En el siglo XXI Esquerra podría aprender muchas cosas de los Acuerdos de Viernes Santo y de Gerry Adams, experto en negociar con Estados y partidos que no quieren dialogar. Ejemplo de un proceso de diálogo político que ha sido muy útil a la izquierda vasca para desmilitarizar el conflicto, avanzar en el proceso de paz y abordar políticamente el terrorismo de Estado.

En general, un escenario como los Acuerdos de Viernes Santo dónde el Estado británico aceptó el referéndum pactado como solución política, en Catalunya debería ser infinitamente más fácil debido a que aquí no existe ningún grupo armado y que la violencia ha estado única y exclusivamente unidireccional: des de las fuerzas y cuerpos represivos del Estado hacia la sociedad, los movimientos sociales y los partidos políticos independentistas.

Si bien este aspecto hace necesario que más que buscar apoyos internacionales de lo que se trata es de conseguir apoyos al diálogo en el resto de España, donde el apoyo a la amnistía ha sido muy leve a pesar de loables excepciones. Perspectiva republicana de alianzas en el conjunto del Estado necesidad de las cuales era bien consciente «l’Avi» después de los tanteos del Galeusca:

“Esta agresividad revolucionaria la uniremos de buen grado a las fuerzas izquierdistas y obreras y de todos los otros pueblos oprimidos por el Estado Monárquico español, y junto con ellos estamos dispuestos, como siempre, a crear una actividad conjunta para fundar una amplia confederación, libre y voluntaria, de pueblos ibéricos.”

La apuesta por el diálogo des de un enfoque que contemple nuevas movilizaciones y la búsqueda de aliados en Madrid es uno de los retos de Esquerra Republicana para abordar con éxito el diálogo con el Estado. Pero la ERC de Aragonés también necesitará decidir si quiere seguir el camino del SNP y el Sin n Féin, es decir, de alternativa nacional al neoliberalismo frente al fracaso de opciones jacobinas como el Labour de Corbyn o seguir en la indefinición en un momento en que la crisis hace estragos en grandes sectores de la población y revela la fragilidad del modelo sanitario neoliberal edificado por Convergencia siguiendo el modelo Trias.

En opinión de Joan Tardà hace falta escoger la primera opción. Como explica en su reciente libro,  En defensa propia (Pòrtic, 2021), la garantía de una irreversibilidad del cambio social y político depende de si se avanza hacia este horizonte. Un horizonte de:

“Frente Amplio para la Reconstrucción de Catalunya que llame a la ciudadanía y el conjunto de fuerzas políticas, progresistas independentistas y soberanistas a articularse al día siguiente de las elecciones.”

Ciertamente, la hipótesis proyectada cuenta con la dificultad del caso de Barcelona como recuerdo constante de un pacto republicano no materializado. Aunque, como señala Roger Palà, se adivina muy difícil un pacto de este tipo, por números y acuerdo consciente de los actores implicados, también es cierto otra cosa; que a pesar de todo hay posturas muy afines en distintos temas.

Des de la crítica del modelo sanitario neoliberal que hacen los Comunes y que a grandes rasgos coincide con el diagnostico hecho por Laia Estrada i Xavier Milian, hasta la propuesta de una educación infantil 0-3 gratuita que ha hecho ERC en campaña, pasando por un dialogo político con el Estado que le obligue a la amnistía y al referéndum. Las piezas en gran medida están, falta tan sólo la voluntad y la inteligencia republicana capaz de formular un nuevo contrato social como programa de las izquierdas soberanistas. Como animaba el Fòrum Republicà del Sobiranisme Progressista o el reciente manifiesto republicano de un conjunto de fuerzas de opinión de todo el Estado. 

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