Hoy en día los conocemos como la Alegoría del buen y del mal gobierno, pero en época medieval, cuando se hizo este programa iconográfico, se llamaba “Los frescos de la sala de la paz o los Frescos del Bien común”. Es en el propio cambio de nombre que vemos también una diferencia de la concepción mental, que refleja el cambio en la cosmovisión entre la Edad Media y el Mundo Moderno. Es en este cambio de nombre donde encontramos una concepción diferente de lo que es la política, pues en los frescos del bien común la idea que prevalece es la comunitaria, lo que no se sucede con el título “el buen gobierno”, ya que este condiciona que es el estado quien domina sobre la sociedad (Carlotti, 2014).
Los frescos del bien común, o del buen y el mal gobierno, cubren los muros de la Sala dei Nove, donde se reunían los miembros del gobierno de la República de Siena y fueron realizados, en estilo gótico, en el momento de máximo apogeo de riqueza y poder de la Ciudad. Este gobierno encarga a los hermanos Lorenzetti la creación de un programa iconográfico que mostrara a los ciudadanos que la República era la mejor manera de organizar el poder, al tiempo que recordara a los gobernantes cuáles eran los ideales a seguir: que el bien común estuviera por encima de su interés particular.
Estos frescos constituyen una de las primeras obras de temática no religiosa y, incluso, podríamos considerarlos como uno de los primeros mensajes de propaganda política de la historia del arte que nos representa de una de las maneras más bellas posibles, un ideal político del que nosotros todavía somos hijos. (Carlotti, 2014)
Es en este contexto histórico de apogeo y riqueza que el gobierno de la república de Siena decidió que no haría más una política de potencia, sino que haría una política basada en el bienestar de la ciudadanía. Y que este bienestar de la ciudadanía se concretaría mediante diversas obras públicas pero también a través de la belleza. Tanto es así que en Siena crearon el sistema de los Uffiziale delle bellezze, – una especie de guardia urbana que se dedicaba a multar aquellas personas que tenían su casa o su espacio público sucio o desordenado -, ya que la belleza era tanto parte de la joya (y alegría) de los ciudadanos como del bienestar de los forasteros (Borsook, 1966).
Entrando más en detalle en la obra, en la Alegoría del bien común tenemos dos figuras que destacan por encima de las otras. La perspectiva medieval jerárquica nos dice que las figuras más grandes son las figuras más importantes del conjunto y, por tanto, aquellas que deben centrarse primeramente nuestro interés. Iniciamos la lectura por la figura vestida de rojo situada a la izquierda, que representa la alegoría de la santa virtud de la Justicia, nos aparece como una matrona coronada y entronizada acompañada de varias figuras: una figura alada, la Sabiduría de dios que lleva en las manos la balanza de la justicia, simbolizando las dos tipologías de justicia que tenemos: la distributiva, representada con un ángel rojo (la que castiga y premia) y la justicia conmutativa, con un ángel vestido de blanco, que está ofreciendo a dos hombres las unidades de medida y las reglas a quien se dedicará la banca y la empresa.

De esta justicia salen dos cuerdas, una roja y una blanca, que van a parar a la figura femenina entronizada que encontramos justo debajo, la Concordia, y que une estas dos cuerdas y las pasa a los veinticuatro ciudadanos. Cuando los ciudadanos, el pueblo, coge estas dos cuerdas, quedan ligados libre y voluntariamente a la concordia ya la justicia y será este pueblo representado por estas figuras que ofrezca y dé esta misma cuerda a la figura que centra el fresco y domina la escena: b o El comune di Siena: vestido de blanco y negro, una figura masculina con barba y corona.

Y ese bien común que debe gobernar a la ciudad deberá acompañarse siempre de las virtudes que lo acompañan. ¿Y cuáles son estas virtudes?
Encima de la cabeza, el bien común encuentra lasb, vinculadas a la tradición católica: la fe, la esperanza y la caridad. A derecha e izquierda del bien común encontramos las seis virtudes cívicas o cardinales. Las cuatro virtudes cardinales: la prudencia, justicia, templanza y fortaleza cada una con sus atributos. En este caso, el pintor, Ambroggio, añade dos virtudes más: la magnanimidad, – porque para querer el bien común debes disponer de una gran alma – (lo que hoy llamaríamos tener buen fondo, buen corazón o buenas intenciones), y saber dejar de lado los intereses personales. La sexta virtud cívica que acompaña el bien común es la Paz, representada con una bellísima mujer vestida de blanco tumbada sobre unas armas, con una rama de olivo y una corona de laurel situada de manera brillante en el punto medio entre la justicia y el bien común.
Al otro lado de la cuerda, y contrapuestos a los ciudadanos libres que eligen la justicia y la concordia, encontramos un grupo numeroso de hombres representando a los delincuentes. Y, finalmente, una inscripción que acaba dando sentido al conjunto: “Allí donde reina esta virtud santa (justicia), la pluralidad de las almas se induce a la unidad, aquellas que, reunidas, se entregan al bien común por vosotros”.
Siguiendo con este conjunto encontramos los efectos del bien común o del buen gobierno sobre la ciudad y sobre el campo o la campaña. En este mural el protagonismo es para la ciudad, Siena, bien gobernada. Una ciudad donde triunfa el bien común será una ciudad donde domina la belleza, ya que este es la señal más auténtica de verdad (Carlotti, 2014). Así, encontramos que en esta ciudad se llevan a cabo diferentes construcciones, se trabaja en todo tipo de trabajos, se estudia, a la vez que también hay tiempo para el ocio y el juego. Donde hay un intercambio entre el campo y la ciudad y donde se pueden formar familias, hay matrimonios (vemos un cortejo nupcial), nacimientos, niños jugando, etc. Así vemos un cortejo nupcial, con la novia vestida de rojo entre todos estos detalles. Una ciudad bien gobernada es una ciudad que tiene espacio para todos.
Encontramos una serie de nueve figuras que bailan, seguramente alegorías, que bien representan los nueve gobernantes de la república de Siena o bien sintetizan la idea de que la vida en esta ciudad es siempre una fiesta.
También en la representación pictórica del campo encontramos estos diversos elementos que nos muestran el bienestar, el trabajo, los viñedos y la felicidad que se desprende de los efectos del buen gobierno. Una figura alada vigila el paso entre la campaña y la ciudad, es la Securitas, la seguridad.
Sobre la pared occidental y para reforzar todo el discurso presentado encontramos la alegoría del mal gobierno y sus consecuencias sobre el campo y sobre la ciudad. Desgraciadamente las condiciones de conservación de este fresco no son las ideales y hemos perdido buena parte de la obra.
Este fresco está protagonizado por la alegoría del bien propio o el tirano como oposición al bien común. La justicia también protagoniza este fresco, pero esta vez, la figura de la justicia está ligada y es prisionera de este personaje espantoso que representa la tiranía.
El tirano no es un dictador, el tirano es aquella persona que en un estado republicano busca utilizar la política en su propio beneficio y no en el de toda la ciudadanía. Este tirano está representado de manera monstruosa con los atributos del diablo: cuernos, de color negro, colmillos. Va acompañado de las figuras que representan los vicios de la avaricia, la vanagloria y la soberbia. Las tres bestias que acosan a la persona que busca el beneficio propio. Este tirano también está acompañado por seis vicios que son la oposición perfecta a las seis virtudes cívicas que encontramos en la otra pared: crueldad, traición, maldad, el furor o ira, la división y la guerra.
Las consecuencias del mal gobierno sobre la ciudad y la campaña se encuentra en muy malas condiciones de conservación, pero en contraposición a la ciudad brillante que hemos visto con anterioridad, aquí encontramos una ciudad sucia, decadente, destruida, donde la violencia ha triunfado.
En estos tiempos convulsos que estamos viviendo, considero que estos frescos siguen siendo de gran actualidad y su mensaje, la necesidad de poner en el centro de todo el bien común, es un tema muy relevante en la política actual. Y, sobre todo, que gane quien gane, no gane nunca el tirano.
Referencias:
Borsook, E. (1966). Ambrosio Lorenzetti y el diamante del arte. Florencia: Sadea / Sansoni Editore.
Carlotti, M. (18 de diciembre de 2014). Gli affreschi del bene comune. Obtenido de Youtube





