Mucho se habla de desahucios, de ocupaciones, de regular el precio de los alquileres… pero hay un tema silenciado que no aparece en los debates: el sinhogarismo. No disponer de una vivienda adecuada o vivir en la calle es una situación. Si lo tenemos que especificar sería más correcto hablar de personas sin hogar. Aún así, hace años que tanto a nivel social como académico, recogemos el término sinhogarismo para referirnos a todas aquellas formas de negación de una vivienda digna.

Tanto es así que la Fundación Hogar Sí ha lanzado la campaña  #SinhogarismoEnLaRAE, buscando conseguir que el término esté incluido en el Diccionario de la Lengua Española. Consideran importante hablar de sinhogarismo porque esta palabra nos permite entender que es un fenómeno estructural. No tener hogar no es una cuestión individual, es un problema, fundamentalmente, de acceso a la vivienda.

Referirnos a la situación supone romper con la idea de que las personas están en esta situación porque “algo habrán hecho mal”. Supone reforzar el discurso de que no son ningún grupo o colectivo con características especiales y que lo único que tienen en común es su situación de exclusión residencial.

Por otro lado, centrar el discurso en el término “exclusión residencial” puede llevarnos a limitar el debate en personas que tenían una vivienda y que la han perdido, olvidándonos de todas aquellas que nunca han llegado a tener un hogar o vivienda o a quien duerme cada noche en la calle.

Por lo tanto, el término “sinhogarismo” no es sólo una opción académica, sino también política, ya que no es lo mismo atender a las personas sin hogar que luchar para acabar con el sinhogarismo. Hay que entender que las personas sin hogar no son solo aquellas que, por encontrarse viviendo en la calle, nos resultan más visibles. El sinhogarismo es una realidad compleja, resultado de una sociedad cada vez más desigual, que expulsa a los más débiles y les despoja de oportunidades de acceso a sus derechos más elementales.

Usar el término sinhogarismo nos permite también reflejar un fenómeno complejo y multidimensional, en el que el hogar cumple un papel que va más allá de tener un techo y estar seguro físicamente, sino que también es un espacio donde poder desarrollarse personal y socialmente. Disponer de un hogar está vinculado a otros derechos además del de la vivienda, como el empleo, la salud o al libre desarrollo de las personas ¿Cómo una persona va a formarse, educarse o acceder a la cultura si la mayor parte de sus energías en el día a día las tienes que dedicar única y exclusivamente a sobrevivir?

La Federación de Entidades Europeas que trabajan con Personas Sin Hogar (FEANTSA) ofrece la siguiente definición sobre personas sin hogar: “Todas aquellas personas que no

pueden acceder y/o conservar un alojamiento adecuado, adaptado a su situación personal, permanente, y que proporcione un marco estable de convivencia, ya sea por razones económicas u otras barreras sociales, o bien porque presentan dificultades personales para llevar una vida autónoma.”

El sinhogarismo y sus manifestaciones

Tradicionalmente se ha considerado que las personas sin hogar son sólo aquellas que vemos pernoctando en la vía pública. La realidad es que hay otras formas de sinhogarismo derivadas de la exclusión residencial que no tienen por qué ser visibles en la calle.

Hay toda una vertiente de “sinhogarismo oculto”, mucho más complicado de detectar, formado por todas aquellas personas que viven en instituciones públicas o están a punto de dejarlas, sin título sobre la vivienda o con familiares o amigos de manera forzada (de hecho, la solidaridad familiar ha salvado muchos casos después de la crisis del 2007), con riesgo de desahucio, en situaciones de violencia doméstica, en estructuras temporales o no convencionales (espacios móviles, de estructura semipermanente, como cabañas o cabinas, etc.) o en una vivienda sin condiciones de habitabilidad.

Ante las diferentes definiciones y conceptos, FEANTSA ha elaborado una tipología europea de definición de situaciones de sinhogarismo. Se conocen como las tipologías ETHOS (European Typology of Homelessness and Housing Exclusion) y el objetivo es cubrir todas las situaciones y variantes derivadas de la exclusión residencial. Estas categorías se dividen en: personas sin techo, personas sin hogar. personas que viven en una vivienda insegura y personas que viven en una vivienda inadecuada. Con sus subdivisiones, abarcan un total de 13 categorías. En palabras de Juan Carlos Viniegra, Coordinador general del programa de Homeless Entrepreneur, alcanzar cualquier de los 13 niveles de Sinhogarismo crea un deterioro en la persona que afecta a las relaciones familiares y sociales, llevando a un desarraigo cuyas consecuencias en la mayoría de los casos conducen a situaciones de desunión, conflicto y finalmente en el desarrollo de desequilibrios y/o enfermedades mentales.

En los últimos años, ha tomado mucho protagonismo abordar el sinhogarismo desde el enfoque basado en Derechos Humanos según los estándares establecidos por la normativa internacional de Derechos Humanos con el objetivo de protegerlos y hacerlos efectivos. El año 2015 el informe elaborado por Leilani Farha, relatora especial de las Naciones Unidas para el derecho de vivienda, vinculó la situación de sinhogarismo con el derecho a la vivienda digna, señalando cómo esta situación suponía también la vulneración otros derechos recogidos al Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos y al Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas.

“Algunos países, como España, incorporan además en sus Constituciones artículos que reiteran o amplían estos Derechos. Sin embargo, la seguridad y las vidas de miles de personas sin hogar se ven amenazadas y expuestas en todo momento y día tras día al no tener asegurada ninguna opción de vivienda o ni siquiera refugio.”

Así empezaba el manifiesto emitido en 2019 por el Movimiento Nadie Sin Hogar.

Sinhogarismo y las políticas públicas

En 2015 se aprobó la primera Estrategia Nacional Integral para personas sin hogar, un elemento de política pública que nació para dar respuesta al sinhogarismo en España, un problema que afecta, al menos, a 33.000 personas en nuestro país. Esta estrategia estuvo en vigor hasta el año pasado y tuvo un bajo nivel de implementación debido fundamentalmente a la falta de un presupuesto específico destinado a su desarrollo dentro de los Presupuestos Generales del Estado, tal como señaló en su informe el Instituto para la Evaluación de Políticas Públicas.

La próxima Estrategia Nacional Integral para personas sin hogar 2022-2025 representa una nova oportunidad para pasar de las recomendaciones y los buenos propósitos a una política pública realmente transformadora. Para ello, solo hace falta dotarla de un presupuesto detallado y recursos suficientes para su implementación por parte de las administraciones estatal, autonómica y local. Sin esto, esta estrategia volverá a ser inútil para erradicar el sinhogarismo y seguirá siendo un catálogo de propuestas de acción dependientes de la voluntad de cada administración.

Poco estamos viendo hablar esto en los debates políticos y presión entre partidos para cerrar los presupuestos. Sigue siendo un tema que parece no interesar o preocupar. De hecho en la proposición de Ley de vivienda pactada y registrada por los socios de Gobierno, ni siquiera cita la problemática, mucho menos plantear algún marco legislativo de resolución.

La Iniciativa Ley Vivienda, formada por más de 150 organizaciones de todos los ámbitos: sociales, sindicales, juveniles, de pensionistas, de consumidores…el 30 de septiembre registraron una ley mucho más completa que la del Gobierno, pensada para garantizar la vivienda como derecho, que sí contempla medidas para dar respuesta al sinhogarismo, impulsadas por el Movimiento Nadie Sin Hogar.

Algunos datos para conocer el alcance de la problemática

A finales de septiembre, el Instituto Nacional de Estadísticas publicó su Encuesta de Centros y servicios de Atención a personas sin hogar (2020). Según los datos que ofrece, en el año 2020 se ofrecieron 20.617 plazas en la red de alojamiento. Teniendo en cuenta las 33.000 personas en situación de sinhogarismo, al menos, 12.000 se ven obligadas a vivir en la calle. Estos informes, que se publican cada dos años, son incompletos ya que solo contabilizan a las personas que utilizan los recursos de alojamiento y comedor, excluyen a otras personas que duermen en la calle y no acuden a estos servicios. Hay que tener en cuenta que tampoco se realizan recuentos en todos los municipios.

En Cataluña no hay datos actualizados que permitan saber cuántas personas duermen en la calle. Lo que sí sabemos es, como indica la infografía publicada por la Fundació Arrels gracias a los recuentos de los municipios reflejados, que 1.516 personas duermen en la calle en 12 municipios. En total, estos 12 municipios acogen el 44% de la población catalana.

Por otro lado, la Estratègia integral per a l’abordatge del sensellarisme a Catalunya (2017), que está pendiente de aprobación e implementación, recoge datos de 719 municipios (76% del total) y cifra en 53.118 el número de personas que en Cataluña sufren una situación de sinhogarismo. De todas ellas, 2.347 personas viven directamente en la calle. Estas cifras son de 2017 y tienen en cuenta solamente a las personas que son conocidas por los servicios sociales.

Sinhogarismo como consecuencia de la violencia machista

Un comunicado de Hogar Sí, afirma que hay un estrecho vínculo entre sinhogarismo y violencia de género. Los pocos datos que hay afirman que el 70% de las mujeres en situación de sinhogarismo ha sufrido violencia de género (Universidad de Barcelona, 2019). Un 60% de las mujeres señalan los episodios de violencia como la causa directa de su situación de sinhogarismo (Asociación Aires, 2019).

La situación de sinhogarismo no puede ser una salida para nadie, mucho menos para situaciones de violencia ejercida hacia las mujeres. Lejos de reparar el daño, las deja en una situación aún más vulnerable. Según el Observatorio HATEnto, el 60% de los delitos de odio por aporofobia son contra mujeres y, de esos, el 19% son agresiones sexuales.

Los servicios de atención al sinhogarismo suelen carecer de procedimientos y facilidades para atender casos de violencia de género, ya se hubiera producido la violencia anteriormente o durante las visitas o estancia en estos servicios. Por lo que se dan situaciones en que la víctima tiene que elegir entre seguir encontrándose a su agresor o abandonar el propio recurso.

El Síndic de Greuges, en su informe ‘’El sinhogarismo en la ciudad de Barcelona”(2020)  alerta que la gran mayoría de estudios no incorporan de una forma amplia un enfoque de género y acostumbran a estar centrados mayoritariamente en una construcción androcéntrica de la problemática.  Los recursos actuales están planteados según las necesidades masculinas, sin que las mujeres dispongan de espacios concretos o específicos para ellas, recursos propios destinados a mujeres. Además, faltan servicios clave, como productos de higiene íntima, que se tienen que solicitar de forma explícita, y es una situación que en algunos casos se considera humillante.

Conclusiones tras la investigación para este análisis

Al contrario de la imagen estereotipada que todavía se identifica muchas veces con el concepto ‘sin hogar’ -un hombre mayor, desarraigado, sin estudios y con muchos años de calle a sus espaldas-, el perfil de las personas sin hogar es mucho más amplio y complejo. Este cambio es el resultado de una estructura social que, al no dar respuesta a muchas situaciones de vulnerabilidad, termina abocando a quienes las padecen al escalón último de la exclusión social.

La erradicación del sinhogarismo requiere de una serie de pasos fundamentales. Reconocer la vivienda como derecho humano, implementar políticas de prevención del sinhogarismo, garantía de ingresos, abordar el problema desde una mirada de derechos y el acompañamiento social como herramienta y modelo fundamental para generar procesos de inclusión.

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