La okupación es uno de los grandes fantasmas que amenazan nuestras sociedades, y lo hace porque cuestiona el pilar fundamental sobre el cual se articulan todas las democracias liberales: la propiedad privada. Desde la primera constitución española de 1812, hasta la actual de 1978, la defensa de la propiedad privada se sitúa como uno de los puntos principales que justifica la existencia misma del Estado. 

A día de hoy es fácil escuchar o leer la palabra «okupa» en distintos periódicos, radios, y tertulias televisivas. La okupación se viste de miedo, y de ese miedo se nutre un conjunto de negocios que van desde los grandes bancos, a las compañías de seguros del hogar, pasando por los despachos de abogados y, por supuesto, las principales compañías de alarmas. España es hoy el país de la Unión Europea con más alarmas instaladas, y el cuarto del mundo después de Estados Unidos, Japón y China, pero: ¿de qué trata realmente la okupación?

Hablar de okupación implica necesariamente ser «antisistema», o, como mínimo, cuestionar el sistema. La okupación es un movimiento no homogéneo (se puede hablar de movimientos de okupación) que nació a finales de los años sesenta en distintas urbes europeas como Londres, Amsterdam o Copenhague, y que se expandió en España a lo largo de la década de los ochenta. La voluntad de los movimientos de okupación, influidos por las tradiciones anarquistas y socialistas, era la de ocupar viviendas o locales desocupados para utilizarlos tanto como viviendas como centros sociales y culturales con una triple intención: 

La primera, denunciar las dificultades de acceso de la vivienda para una gran parte de la población, jóvenes en su mayoría, a los cuales no se les podía garantizar el principio constitucional, también extendido, de disponer de una vivienda digna.

La segunda, cuestionar la ideología capitalista – liberal que consideraba la propiedad y la herencia como ejes vertebradores de la sociedades occidentales. 

La tercera, experimentar con nuevas formas de habitar que cuestionen la institución de la familia como forma única de concebir la vida en comunidad. 

Para la inmensa mayoría de los medios de comunicación, el fenómeno de la apropiación de un domicilio sin el conocimiento o aceptación de su propietario es okupación, y se escribe con la letra “k” de okupa”. El okupa hoy es equiparable a lo que ya representó el anarquista en España a principios del siglo XX o la bruja durante la contrarreforma. Es un chivo expiatorio que esconde un problema estructural en cada sociedad de su tiempo. El nuestro, bien podría resumirse con un cántico típico del movimiento por defensa de la vivienda: “gente sin casas, casas sin gente”. Concretamente, son 3.4 millones las viviendas vacías en España, según datos del INE. Nada más y nada menos que un 13.7% del total del parque de vivienda. 

Los datos: un problema sobre dimensionado 

¿Cuál es la probabilidad de que al irte de vacaciones ocupen tu propiedad? ¿Es proporcional el miedo que existe con los casos existentes? 

La sobreexposición de los casos de ocupación/okupación ha situado en los últimos años el fenómeno como un problema de primer orden, aunque si observamos los datos podemos ver que las probabilidades de que tu casa sea ocupada son extremadamente remotas. Hoy en día ésta supuesta disparidad entre datos y realidad se le llama “fake news”, aunque no es algo exclusivo de nuestros tiempos. Como bien escribió Stuart Mill: “En dondequiera que hay una clase dominante, una gran parte de la moralidad del país emana de sus intereses y de sus sentimientos de clase superior”. La clase dominante de España, más que de otros países del entorno, es principalmente la que se corresponde con los intereses de los grandes propietarios. 

La siguiente tabla muestra el total de denuncias presentadas por allanamiento de morada y por usurpación, pues existe una diferencia sustancial entre ambos conceptos a nivel jurídico. 

Gráfico de elaboración propia. Fuente: INE.

Es importante destacar que el número de denuncias presentadas es necesariamente menor al número total de ocupaciones, pues habrá que sumarle el número total de ocupaciones sin denuncia. Aun así, los datos que recoge el Instituto Nacional de Estadística sirven para tener una idea aproximada de la situación actual. 

Por allanamiento de morada se entiende la ocupación de un vivienda que es habitada por alguien, mientras que la usurpación se comprende como la ocupación de viviendas que no son moradas de su titular; viviendas vacías, en construcción, etc. 

Como se puede apreciar, los casos de usurpación constituyen la inmensa mayoría de los casos de denuncias relacionadas con la ocupación de viviendasA pesar de esto, los casos de denuncia de ocupación de inmuebles (no habitados) a lo largo del 2020 se sitúa en 3157. Teniendo en cuenta que el censo total de viviendas en el año 2011 (último año de la serie) era de 25.208.623, esto significa que no representa ni un 0.01% del total de viviendas. Considerando que el dato de viviendas vacías en el año 2011 era de 3.443.365, estaríamos hablando de un 0,09% sobre el total.

Pero estos son los casos de usurpación. El discurso del miedo alrededor de la ocupación se construye en base a allanamiento de morada, y aquí los datos son todavía más flagrantes. Lo interesante de la gráfica es que, a diferencia de los casos de usurpación, que tocaron techo en el año 2017 y que luego empezaron a disminuir, se ha mantenido más o menos constante a lo largo de los últimos cinco años.

En el año 2020, el total de denuncias presentadas fue de 185. Si quieren hacer el cálculo, adelante. Luego juzguen si a éste nivel de decimales le debería corresponder, o no, las horas invertidas en televisión y la tinta gastada en columnas de análisis y opinión. 

El problema real de la vivienda son otros: jóvenes ya no tan jóvenes que no pueden, ni podrán, independizarse nunca de sus padres. La media española está en los 30 años, mientras que la media europea está en los 26. Precios de los alquileres que se comen más de la mitad del salario. Si la proporción máxima recomendada es que el coste de la vivienda no suponga más de un tercio de los ingresos, en España supone, de media, alrededor de un 50%. Y, por supuesto, lo que ya empezó a señalando el movimientos de okupación hace medio siglo:  gente sin casas, casas sin gente. 

Porqué ocupar no es lo mismo que okupar

No es lo mismo el “okupa” que la persona que “ocupa”. Ciertamente, ambos hacen uso de una propiedad que no es la suya. Pero lo hacen por razones distintas: mientras que el “okupa” transmite un mensaje explícito con su acción, la ocupación nos habla de una realidad diaria, crónica y muda.

La ocupación no necesita de ideología. No necesita reivindicar nada. En cierta medida, la ocupación hoy en día le está dando la razón a los movimientos de okupación que, hace medio siglo, ya apuntaban en la dirección en la que desgraciadamente avanzamos. El precio de la vida aumenta, los salarios permanecen estancados, y la presión de los lobbies inmobiliarios impiden que avance hacia una regulación que, simple y llanamente, garantice el artículo 44 de la Constitución.

Sin ir más lejos, plataformas por el movimiento de la vivienda como la PAH sitúan la ocupación de viviendas o bloques de pisos deshabitados como una práctica legítima de desobediencia civil cuya justificación no nace de la voluntad de reivindicar un cambio sistémico, sino la de tener un techo donde cubrise de la intemperie. 

Pero todavía se presenta a la persona que ocupa como una persona radical y antisistema. Se confunde a voluntad la okupación con la ocupación, pues al hacerlo se puede argumentar que el deseo de tal persona o grupo de personas no es solamente la de ocupar, sino la de acabar con el sistema tal y como lo entendemos. 

Señalar la luna, mirar el dedo. No: la realidad de la ocupación, hoy en día, es otra bien distinta de la que nos presentan. 

 

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1 comentari

  1. JULIÁN SERRANO JIMÉNEZ on

    Es curioso, la disertación que se hace…
    Heredé de mis padres, del trabajo de toda su vida, una casita y con muchas horas de esfuerzo y trabajo he ido mejorándola pensando que posiblemente la necesitaría para que mi hijo pudiera venir a vivir y trabajar.
    Okupa, ocupa, allanamiento, ideología, trabajo, juventud, independizarse, fake news…
    Recorrí 208 km con el alma en vilo, muerto de miedo para, con 1800€ -con un préstamos-, poder suplicarles que abandonaran mi casa y fueran a la suya (estaba mal…), y hoy día, lo han intentado de nuevo.
    ¡¡Necesidad!!
    Solo el que tiene una herida puede sentirla, sin imaginación alguna.
    Mis saludos.

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