Hola Ajuntament. Se nota la cercanía electoral. Durante años se habló mucho de dignificar la memoria popular en el nomenclátor y la proximidad de las urnas acelera el proceso. Al fin y al cabo, lo hemos dicho en más de una ocasión, el espacio público es política, por eso nos alegra que en menos de una semana el pasaje de l’Escola de l’Univers de Gràcia reciba el nombre de la luchadora antifranquista Isabel Vicente, a la que se une en la Barceloneta el aclamado Pepe Rubianes y en el Raval el anarquista Ángel Pestaña. De este modo el Consistorio cumple poco a poco la petición de democratizar las vías urbanas con personajes hasta ahora ocultos de la cuadrícula.

Pero, es inevitable, queda mucho trabajo por hacer. Además de pensar en dar una nueva impronta al mapa no estaría de más proteger el pequeño patrimonio. Supongo que nada puede hacerse ante la especulación. Si alguien es propietario del suelo y quiere lucrarse está en su derecho, sobre todo si nadie se fija en la belleza de las pequeñas cosas, las mismas desaparecidas por la ceguera de muchas generaciones y el falso error de asociar novedad con progreso, cuando con dinero e inteligencia no es utópico combinar fachadas pretéritas con interiores modernos.

Como el tema es jugoso le dedicaré cuatro textos. Hoy pasearé por la zona de Camp de l’Arpa, que recibe su nombre a partir de una antigua referencia del año 1037 en un cartulario de Sant Cugat. Ad Ipsa Archa. El inicio del actual barrio está en la esquina de la calle Rogent, antiguo torrent del Bogatell, con la calle Freser. Este punto conserva un aroma antiguo por el edificio de la panadería y el que inaugura la calle Finestrat, justo abajo. En mi caso empiezo la ruta en el número 208 de Freser, donde una casita de planta y piso de 1920 yace solitaria entre bloques con claras reminiscencias porciolistas. La pervivencia de una carpintería propicia su supervivencia. Cuando muera el propietario tendrá los días contados. Ahora sobresale del resto de la calle y constituye una rareza. Dada la modestia de la construcción no deja de ser curiosa su fecha. Vista de lejos resulta más vetusta, sobre todo si se compara con todo el Modernismo popular de la zona, surgido en su mayor parte por la inminencia de la anexión a Barcelona y el boom posterior de la tendencia famosa en todo el mundo por Gaudí y compañía.

Calle del Arco de Sant Sever / JORDI COROMINAS

La agregación de este trecho, confundido en muchas ocasiones con el Clot, acaeció el 20 de abril de 1897. En esa fecha el inmenso pueblo de Sant Martí de Provençals pasó a formar parte de la ciudad condal. Quizá por eso en la calle Besalú hay una casa con esa fecha bien remarcada en su fachada, como si el propietario quisiera indicar su importancia ante el hecho histórico. Lo que digo es bien probable. El inmueble se ubica muy cerca del antiguo conjunto rural de Can Robacols, Desde 1987 una gigantesca plaza que sólo conserva de esa riqueza pequeños pasajes como el de Pistó, que a escasos metros del bullicio transporta al paseante hacia un silencio desaparecido, una casita en la calle del Historiador Maians i el que quizá sea el pasaje más exiguo de Barcelona, tan irrelevante que se considera una extensión lateral de la calle de Josefa Massanés. Si descendemos esta vía llegaremos a la que homenajea al actor Lleó Fontova, donde aún permanece de pie la cooperativa La antigua, fundada en 1866, asfixiada entre construcciones sin ningún tipo de identidad.

De repente la estrechez nos reingresa a la pesadilla. Una vez termina la calle Fontova llegamos al de Mallorca. En su número 580, casi en el cruce con Rogent, está la Formiga Martinenca, otra heroína resistente entre fealdad, otra prueba más de la intensa vida asociacionista del barrio en que vivió Bonaventura Durruti.

Bajo Rogent hasta alcanzar València y paro un momento en la estatua de la oca de Frederic Marés que tiene a su partenaire bien lejos, concretamente entre la avenida Roma y la calle Aragó, donde un gallo mudo intenta, sin éxito, llamar la atención de los transeúntes. En realidad, la oca está en el punto final de la calle dels Enamorats, una absoluta excepción en la cuadrícula del Eixample. Podéis comprobar su anomalía en el planisferio. Nace en la Diagonal, justo al lado de la recientemente rebautizada plaça de Pablo Neruda, y muere en la escultura.

Su trazado corresponde a la otrora Vía Molinaria, repleta de molinos que regaban el famoso Rec Comtal. Cambiaba de nombre en la calle València, que desde ese trozo era conocido con el nombre de Sant Sever, quizá por la presencia de la capilla del santo que tiene más fama en el barrio gótico con su hermosa iglesia barroca de una sola planta.

Pero estamos en el Clot. La calle València es una vía rápida monótona con dirección a la Meridiana. Si lo caminamos por su lado montaña nos llevaremos una grata sorpresa, un extraño en el camino. Es la calle de l’Arc de Sant Sever. Nos recibe con lo que debió ser una antigua masía, sin techo, algo a reparar con urgencia para protegerla de su desaparición. La finca ocupa casi todo el lado izquierdo, donde también hay una placa de calle casi inédita en la zona. Es de mediados del siglo XIX y confiere romanticismo al espacio, que en su vertiente derecha tiene edificios con solera datados en el fatídico 1936, al menos el del número 13 con un bonito pomo faraónico.

Entrada de la calle de l’Arc de Sant Sever con la calle València / JORDI COROMINAS

Es una vía angosta. El poeta Josep Pedrals, que un día tendrá su calle, me comenta con razón que repararon el pavimento en 2015. Corroboro el dato y pienso en una pizca de esperanza futura. Si dejamos la rectitud de la línea descubriremos al fondo un taller ocupando la antigua zona de regadío. A la izquierda una pequeña puerta nos da acceso a una maravilla culminada al fondo con una casa de la primera mitad del Ochocientos, similar a otras localizables en la calle de Igualada o en el de Fraternitat de Gràcia. Si alzo la vista la contemplo empequeñecida, amenazada por los bloques altos y demasiado verticales de las cercanías.

La masía de la calle de l’Arc de Sant Sever y sus aledaños deberían estar protegidos por ley. Si preservamos edificios emblemáticos también debemos hacer lo mismo con zonas concretas de Barcelona. Perderlas y llenar más casillas de nostalgia sería una derrota demasiado irreparable y aún estamos a tiempo de actuar para salvar un patrimonio capaz de dignificar el ahora desde el ayer.

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Ciutadà europeu i escriptor. El meu últim llibre és La ciutat violenta.

2 comentaris

  1. hola señor Jordi soy la cuidadora del nieto de un señor que hace muchos años vivió y trabajo en la vaquería de esa casa abandonada el señor en cuestión se llamaba Joan marsá ,su nieto señor Martín actualmente 95 años vivía en la casa del frente al #15 el quisiera saber dónde se podría encontrar fotos o algo

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