La cuestión de qué hacer con la Cárcel Modelo replantea, por primera vez en muchos años, como Barcelona debe situarse ante sus permanencias. Durante demasiado tiempo, las rencillas locales entre conservacionistas –a menudo llamados “piedra-heridos”– y alegres intervencionistas han acabado mermando el potencial que el patrimonio representa para la ciudadanía, dejando un largo listado de piezas desaparecidas o en decadencia. Sólo en el caso de algunos edificios monumentales, se ha visto un posible retorno a nivel turístico (a veces en operaciones arquitectónicas poco respetuosas) sin considerar las implicaciones del patrimonio a nivel de cultura, de sociedad, de memoria y de limitación de la huella ecológica de la construcción.
Mientras tanto, la más reciente discusión disciplinar ya no defiende la conservación a ultranza y los especialistas tienen bien asumido que el patrimonio puede ser sometido a intervenciones que pueden llegar a modificar su morfología, siempre y cuando esto sea el resultado de un proceso culturalmente cuidadoso, bien pensado técnicamente y dirigido en todo momento a los intereses de la ciudadanía en el sentido de una mejora del habitat urbano, que es un bien común. Basta con pensar en el últimos premios Ciudad de Barcelona de arquitectura, otorgados a dos rehabilitaciones ejemplares por el equilibrio entre respeto por lo existente y capacidad creativa: la Sala Beckett (Prats y Flores arquitectos) y la Lealtad Sensenca (Harquitectes).
El conjunto de la Cárcel Modelo es una pieza patrimonial que reclama decisiones de ciudad, por su complejidad y por la oportunidad de revertir definitivamente el antiguo paradigma de “tiramos todo al suelo” al de “reaprovechemos al máximo”.
Los que hemos creemos tanto en la arquitectura como en el patrimonio, pensamos que la Modelo tiene todo el potencial arquitectónico y urbano para integrarse plenamente con la ciudad y no nos podemos fijar sólo en los metros cuadrados de las dos islas del Eixample ahora ocupadas, sino que hay que preservar este conjunto por la memoria histórica que atesora, por las cualidades arquitectónicas y constructivas de una pieza formidable e irrepetible en nuestro país y porque puede ser un perfecto ejemplo de reutilización sostenible.
La ciudadanía, que se está expresando a lo largo de las sesiones de un proceso participativo que finalizará el próximo mes de mayo, da muestra de entender la importancia de respetar la integridad del conjunto de la Modelo. En esta óptica es muy bienvenido el replanteo de aquel Plan Director de 2009 que permitía la desaparición del edificio del acceso general a la calle Entença y otras dependencias que son las más aptas a ser reutilizadas para equipamientos.
En el debate organizado por el COAC el pasado 16 de abril, también muchos de los arquitectos intervenidos han incidido en que hay que enfocar la cuestión en clave urbana sin caer en la tentación de sacrificar innecesariamente partes de esta mini-ciudad carcelaria. No hay que pensar en una tabula rasa para satisfacer las necesidades vecinales en tema de verde, de equipamientos, de vivienda.
Sin duda se trata de un proyecto ambicioso, no exento de dificultades y riesgos. Sin embargo, el gobierno municipal lo ha entorno correctamente, con un despliegue técnico y participativo muy oportuno y prometedor. El reto es que Barcelona pueda demostrar, en este 2018 Año Europeo del Patrimonio, que nuestra ciudad puede mirarse, y quizás superar, otros ciudad europeas, como Bruselas o Florencia, que han conseguido exitosamente la reutilización de sus antiguas prisiones en clave de ciudadanía.


Catalunya Plural, 2024 