Este año se cumplen 25 años de la revolución Zapatista en el estado mexicano de Chiapas, un movimiento que acabó siendo recogido con esperanza y complicidad por diversos colectivos internacionales. México se llenó de activistas, muchos de ellos catalanes, en aquel enero del ’92. Como también se llenó de ellos durante el exilio de 1939, del que ahora se cumplen 80 años.
2019 es un año de efemérides que recuerdan la mano tendida entre México y Catalunya. Pero también es el año en que, tras la victoria del presidente Andrés Manuel López Obrador, debía empezar una transformación en la sociedad mexicana, que vive azotada por tasas de violencia, crimen y corrupción fuera de lo común.
Este es también, pues, el año en que entidades por la paz y los derechos humanos en Catalunya han vuelto a tender la mano a México, recogiendo aquellas semillas comunes, y erigirse como escenario de diálogos que, aprovechando esta transformación, puedan poner las bases para una pacificación, siempre bajo la atenta mirada de la -etérea- comunidad internacional.
Es con esta intención que la organización por la paz y los derechos humanos Taula per Mèxic y el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) -desde Catalunya- y la organización mexicana Serapaz han organizado el Foro Internacional por la Construcción de la Paz en México (25-28 de septiembre en Barcelona, en el CCCB). Hablamos con Miguel Álvarez, presidente de Serapaz, que destaca que este es el momento y lugar adecuado para que dos actores, Catalunya y México, interactúen para internacionalizar sus conflictos y para escucharse y aprender.
¿Qué es lo que impulsa la celebración de este foro y por qué ahora?
Este foro representa la maduración de las relaciones entre entidades mexicanas y catalanas que no nacen, precisamente ahora. Es volver a tocar esa Catalunya solidaria, la que me tocó saborear cuando la revolución Zapatista en Chiapas en 1992. En aquél entonces vinieron muchos catalanes y yo me desplacé aquí unas cuantas veces, pero desde entonces no volvía. Regreso ahora, en un momento hondo para México, para volver a tocar aquellos elementos que nos son comunes, para restituir una relación recíproca de solidaridad.
México vive ahora un momento de crisis de derechos humanos y, por su parte, Catalunya también está en un momento distinto a como estaba en el ’92. Ahora ustedes también viven un reto interno y externo. Este foro, pues, es hermanarnos en miradas profundas para abrir un proceso estratégico, uniendo las dos situaciones para generar una dinámica.
Está claro que Catalunya, a raíz de lo que se vivió en Chiapas, tiene mucho de México. Algunos de los mismos fundadores del ICIP estuvieron allí, la Taula per Mèxic también tiene raíces Zapatistas…no estamos desconectados de aquél entonces.
Se cumplen 25 años de la revolución zapatista, pero también se cumplen años del exilio español a México. Es un momento de efemérides en que los dos territorios están en momentos de cambio político. ¿Cómo aterriza este foro en la llamada cuarta transformación del nuevo presidente Andrés Manuel López Obrador?
La crisis de México es muy profunda. No basta con ganar el poder formal para tener el poder real. Es necesario el ánimo y participación social, sobretodo cuando estamos ante la posibilidad de una transformación real. Pero hay mucha polarización: la cuarta transformación todavía se presenta como un conjunto desconectado de temas pero sin propuestas en conjunto. Cuando se habla de derechos humanos, del pueblo indígena, de las transnacionales…todavía hay una visión muy ligada a la seguridad y a la acción del Estado y no del pueblo. Y olvidan que, gran parte de la energía que ha hecho posible el cambio político, no pertenece a ningún partido.
A pesar de que el Gobierno no haya podido acudir, esperamos que con estos foros el debate internacional vaya ganando terreno.
¿Se erigen, pues, actores como Serapaz, como interlocutores?
La sociedad está, como digo, polarizada. Hay muchos frentes y mucha energía discutiendo y como sociedad civil no hemos conseguido ser un interlocutor a ese nivel. Lo peor de esta situación, es que el presidente mismo no reconoce a la sociedad civil como interlocutor para temas importantes, porque cree que detrás de los movimientos hay empresas o partidos. No cree que seamos un actor distinto.
Todavía estamos en esa fase de acomodo de ‘a ver qué pasa’ con el nuevo gobierno y esto se transforma en un tiempo favorable para López Obrador.
¿Lo aprovechará?
Esa es la pregunta. Si no empieza a dar resultados, la ola de descontentos le va a empezar a exigir. Y a esto hay que agregar la crisis de los partidos políticos. Desde que el PRI [partido conservador, hegemónico en México hasta las elecciones de 2018 en que López Obrador arrasó con su partido MORENA] ya no está en todos los niveles hay un vacío que no ha llenado MORENA. ¿Quién está llenando esos huecos? Hay un nuevo juego de fuerzas en el que desgraciadamente el crimen organizado también participa. Empresarios, partidos, ciudadanos, crimen…todos intentan apropiarse de esos espacios. Y los partidos están perdidos en una lógica parlamentaria y no entienden que su reto es volverse a construir.
¿Cree que partidos tan asentados como el PAN, el PRD o el PRI se pueden reconstruir a estas alturas?
No. Pero tampoco hay la propuesta de un nuevo partido. MORENA pretende ser quien llene este vacío pero no entiende que no es su espacio. No puede serlo, pues constituye un partido que forma un gobierno muy fuerte pero que a la vez le pide a la sociedad que confíe y que frene. Dame tu apoyo y ya.
Las lógicas de poder no han cambiado. Hay una frase de López Obrador que sirve muy bien para criticarle: dice que la corrupción es como una escalera, que se barre de arriba a abajo. Él barrió su escalón y ya decretó que toda la escalera está limpie. Pero el proceso abajo todavía es poco claro, turbio. Ayotzinapa es un buen ejemplo de eso: hay voluntad para resolver el caso, pero el elefante jurídico no avanza.
Entonces, ¿cuáles son los pasos y cuál va a ser el mensaje que se le va a entregar al Gobierno tras este foro?
El objetivo de este foro no es tanto hablar con el gobierno, ya que no tienen la antena para escuchar. La delegación viene a hablar con Catalunya y con la comunidad internacional. Poniendo sobre la mesa la situación mexicana, en concordancia con la catalana y la europea, aunque nadie tenga la propuesta, podemos afianzar un proceso bonito y limpio. Y es así porque va a ser un proceso colectivo.
Es cierto que la idea del Foro se impulsa desde Catalunya, pero ¿por qué cree que Catalunya puede ser un buen actor para México, más allá de esa herencia chiapaneca que pudiera tener?
Creo que, igual que México, Catalunya necesita lo internacional para dinamizar y fortalecer su proceso interno. Catalunya también siente esa necesidad de que se comprenda el significado profundo de su identidad y autonomía. Y eso sólo se logrará en la medida que se convierta en un actor internacional y un interlocutor que se abra a la experiencia y al aportar. Son las dos necesidades de alimentar procesos internos con lo internacional lo que determina la buena sintonía.


