El carrer de Salses es un patito feo de Campoamor, casi su patio trasero, y casi es sólo visible si resides en sus dominios o lo buscas en esa extraña curva con Rembrant, justo donde pueden apreciarse los vestigios de la primera Sant Joan d’Horta.
En mi caso lo conocí por esa ruta desde la voluntad de ver más allá de Campoamor y desafiar su hegemonía de la línea recta, finita de modo demasiado repentino. El tramo para alcanzar a su guardaespaldas es muy interesante, como si fuera una transición marcada sólo por el viejo templo, capaz de generar un trazo de nomenclátor.
Es curiosa la falta de unanimidad sobre el origen de su bautizo. Según una versión remite a Miquel Salsas, rector de la primera parroquia independiente de Sant Genís dels Agudells desde 1845 hasta 1862. Otra, de carácter más oficialista, muestra cierto surrealismo administrativo. En un primer momento remitía, pura lógica territorial, a Josepa Salses, viuda de un adinerado conde propietario de las hectáreas de la masía de Can Cortada. Ella cedió el lugar donde se situó la nueva calle, integrándose en la colonia de veraneantes de Les estires. En 1980 su identidad pasó a ser la de Salses, un pueblo del Rosellón.

La calle, más allá de estos datos, la enfoco a partir de un descenso nada vertiginoso pese a lo notorio de la pendiente. En los años 70 Nuñez i Navarro destruyó buena parte de su patrimonio, y, como en Campoamor, mantuvo la farsa de la altura con unos bloques de pésimo gusto estético con algún compañero modernista, milagroso superviviente, con demasiadas bajas en su ejército, entre ellas una finca de Domènech Boada i Piera, uno de esos arquitectos casi omnipresente pese a su profundísimo olvido por ser un secundario de su tiempo.
En las imágenes de no hace tantas décadas aún podría recordar a esa época ligera donde acogía a los barceloneses en fuga de la gran ciudad. Cuando miro las fotografías tomadas durante el paseo topo con una obsesión rutinaria al caminar por Salses.
Se trata de una hilera de casitas modernistas, con un esgrafiado modesto y por eso mismo precioso, alternando colores en cada número y con balcones muy reveladores de vistas hacia los jardines de Campoamor, siempre allí, como una reina cruel contra su escudera.

Estos chalecitos asemejan a tantas otras composiciones de domicilio con jardín. Su atracción actual es por contrastar tanto con los monstruos del trecho previo. Las encuentras y las juzgas muy remarcables, cuando en otro sitio quizá no les darías mayor importancia.
Este conjunto lleva la firma, siempre según la biblia de Agustí Pons, de Pau Salvat i Espasa, hijo del fundador de la homónima editorial, y como es comprensible el retoño diseñó la sede de la empresa en el carrer Mallorca, premiada con el premio del concurso anual al mejor edificio concedido por el Ayuntamiento, muy industrial con un toque de talento, como en la tribuna del domicilio del clan, una rareza con más originalidad que la casa Oller de la Gran Vía, en proceso de engrosar el núcleo de inmuebles conservados a base de apartamentos de lujo.
La duda irrumpe por dos iniciales en el hierro forjado de las puertas. J.G. Desentonan con la única investigación sobre el nombre del propietario, Francesc Petit Giol, empresario textil fallecido en 1903, con 73 años de edad. Poco antes se finalizó el proyecto de Salses, y en el archivo no pude saber si fueron alquiladas u ocupadas por familiares.
La hija de Petit Giol se casó con Josep Maria Castells, fundador del grup folklòric d’Horta.

Me gustaría poder ahondar más en esas dos letras. J.G. Todo llegará. Mientras tanto el encuadre de la calle formula una sensación de estar encajonado hasta Lloret de Mar. Las Carmelitas tienen algún detalle valioso en las ventanas de Salses, pero en su otra fachada la mezcla de 1902 con 1928 crea una falsa unidad, casi indescriptible, pero kitsch.
Podría haber continuado por Salses. En Lloret de Mar una hipotética masía de finales del siglo XIX, hipotética porque quizá me estoy montando una película, me tiene capturado desde hace algunas visitas. Me gusta su pórtico de entrada, y, si bien ahora hay un negocio en uno de sus accesos, aún contiene la misma estructura que en su esplendor.
Como el ancho de calle es bastante exiguo muchos habitantes del barrio no la tienen entre sus favoritas, quizá ni siquiera han reparado en su frágil esqueleto. Es otro de los enigmas de este recorrido, desdibujado por las desapariciones y repleto de interrogantes hasta en sus supuestas certezas.



1 comentari
Al carrer Salses hi tenia (i te) la casa el pintor Xavier Valls. El politic Manuel Valls hi va neixer aprop. Actualment hi viu la seva germana.