Las administraciones públicas, las entidades humanitarias y numerosos colectivos ciudadanos que se han improvisado las últimas semanas están repartiendo alimentos a un número de personas cada vez mayor. En Barcelona, ​​el Ayuntamiento ha pasado de ofrecer 3.810 comidas diarias a repartir 11.000. Es decir, se ha triplicado el número de ciudadanos que se benefician de este servicio.

Lo explicó, el pasado día 3 de junio, la concejala de Salud, Gemma Tarafa, que precisó que unas 2.500 de estas comidas se reparten en comedores y equipamientos concebidos para personas sin hogar. Ante estos locales se pueden ver colas de personas para recoger alimentos. Son la imagen de las ‘colas del hambre’ que nos deja esta pandemia. Otras 3.700 comidas se distribuyen en dispositivos creados a raíz de la pandemia y cerca de 5.000, a domicilio.

Además de los servicios municipales, Cruz Roja, Cáritas y el Banc dels Aliments son las entidades que, tradicionalmente, se han ocupado de repartir comida entre las personas necesitadas. Las dos primeras entidades han firmado un acuerdo con el ayuntamiento de Barcelona por el que recibirán medio millón de euros para entregar tarjetas para que los ciudadanos empobrecidos puedan comprar comida y productos de primera necesidad. Unas 2.000 personas dispondrán de 425 euros mensuales en estas tarjetas. El Ayuntamiento había previsto repartir 17.000 antes de la pandemia, pero al final ha acabado distribuyendo cerca de 30.000.

La curva de contagios de la Covid-19 está decreciendo, pero la curva de personas que están pidiendo ayuda aumenta

Salvador Busquets, director de Cáritas Diocesana de Barcelona, ​​declaraba días atrás que “si la curva de contagios de la Covid-19 está decreciendo, la curva de personas que están pidiendo ayuda aumenta”. Cruz Roja de Catalunya había distribuido a mediados de mayo 620.910 kilos de alimentos e informó que cada semana recibía 10.000 peticiones nuevas de ayuda. En el Banc dels Aliments han constatado que la demanda habitual ha aumentado un 40% y que se han multiplicado por cuatro las consultas sobre cómo se puede conseguir comida de forma gratuita.

Los mismos ciudadanos han improvisado servicios para llevar comida a las personas que necesitan de sus barrios y pueblos. Por ejemplo, la Plataforma de Afectados por la Crisis en Badalona, ​​que actuaba antes de la pandemia para combatir los desahucios, se ha volcado en repartir alimentos a familias sin recursos de esta población o de Santa Coloma. En los distritos barceloneses de Sant Andreu, Sagrera, Trinitat Vella o Ciutat Vella se han improvisado redes de apoyo vecinal para recoger alimentos. Iniciativas similares se han esparcido por todo el territorio.

Cua al menjador social Navas | Pol Rius

Ayuda al mundo de la cultura

En Barcelona, ​​pero con la vocación de expandirse a otras áreas geográficas, se ha dado a conocer, esta semana, la iniciativa #ActúaAyudaAlimenta para atender las necesidades de personas vinculadas al mundo de la cultura. En el manifiesto que han elaborado sus promotores se señala que “muchas y muchos trabajadores de la Cultura han sufrido expedientes de regulación de empleo que aún no han cobrado, no tienen ayudas o han finalizado su prestación y ya no cuentan con ninguna entrada económica y no saben cuándo reanudarán su actividad y, por tanto, volverán sus ingresos”, y se explica que “muchos de ellos y de ellas se encuentran en una situación crítica en la que les empieza a escasear la comida y la forma de pagar alquileres y servicios básicos”.

Esta campaña cuenta con el apoyo del Teatre Nacional de Catalunya, la Fundació AISGE, la Acadèmamia del Cine Català y la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, además de la colaboración de la Fundació Teatre Lliure y el Banc dels Aliments.

Los gestores públicos y de las entidades sociales y ciudadanas que reparten alimentos confían en que la puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital aprobado por el gobierno español ayude muchas de las familias a las que ahora atienden, pero predomina la sensación de que, como dice el director de Cáritas Barcelona, ​​la curva de la gente que necesita ayuda no baje. O peor, aumente.

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