– Si Gandhi hubiera estado en la Plaza Catalunya, ¿hubiera pillado?
– Hombre, claro…
La respuesta es de Sergi Plan Simón, responsable de los Mossos, y la pregunta de Jordi Évole, en una entrevista para un capítulo del programa Salvados, “Poli bueno, poli malo“. Esta afirmación y otras que se pueden recuperar en el programa eran toda una declaración de intenciones de los Mossos d’Esquadra y del gobierno de la Generalitat de lo que pasó en el intento de desalojo de la Plaza Catalunya el 27 de mayo de 2011. En la plaza estaba la acampada del 15M y era su centro de actividades.
Casi 10 años después de aquellos acontecimientos, se ha condenado a uno de los policías que participaron en aquellas cargas. La Audiencia de Barcelona sentenció el pasado martes a Jordi Arasa, actual jefe del Área de Regional de Recursos Operativos (ARRO) de los Mossos, a un año y dos meses de prisión por cada uno de los dos delitos de lesiones. Igualmente, con suspensión de empleo, trabajo y cargo público durante el tiempo de la condena.
Durante esta década hemos tenido -y tenemos-, presidentes de la Generalitat que elogian a Gandhi y a la resistencia noviolenta. Podríamos pensar que han cambiado muchas cosas y tendríamos razón, lo hemos visto. Pero tal vez no tanto como nos parecería. La pregunta que quizás hay que hacerse es ¿qué ha cambiado y por qué?.
El juicio y la sentencia a Jordi Arasa nos ayudan a encontrar evidencias para intentar responder a estas preguntas. Los discursos lo son casi todo últimamente, pero la confrontación con los hechos debería sevir para poder aclarar lo que pensamos y hacemos. La coherencia entre el decir y el hacer que es tan necesaria, era precisamente una de las reivindicaciones del 15M.
A pesar de tener un presidente del Govern que cita a Gandhi y celebra el día de la no violencia, Arasa ha sido condecorado y ascendido
Arasa ya fue condenado en un juicio de 2013 por su actuación en la misma intervención policial, en este caso por agresiones a David Fernández. Desde entonces, a pesar de tener un presidente del Govern que cita a Gandhi y celebra el día de la no violencia, Arasa ha sido condecorado y ascendido. Los hechos son los hechos. Pero, aunque el foco se ponga en Arasa, el problema es otro. Podríamos decir que el problema va más allá de prácticas individuales. La violencia policial ha sido y es un recurso constante contra la movilización social.
El 15M apareció como una movilización que rápidamente conectó con un malestar creciente por la crisis económica iniciada en 2008 y las respuestas que estaban dando los gobiernos del momento. Era una crisis que, como suele ocurrir -también lo vemos ahora-, agudizaba otros problemas y conflictos ya existentes. Las diferentes administraciones del momento pusieron buena cara al 15M: estábamos a pocos días de unas elecciones municipales y todos los partidos políticos pensaron en cómo aprovecharlo.
El 15M nacía diciendo que no era ni de izquierdas ni de derechas, para denunciar que estas etiquetas no servían. Quien se llamaba de izquierdas no hacía políticas que consideraran de izquierdas. El 15M, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, hacía propuestas que eran bien valoradas por amplios sectores de la población. Iban más allá del eje izquierda-derecha.
Pero las simpatías y la voluntad de cooptación dirigida desde los partidos durante los primeros días no tardaron en dejar paso a la confrontación abierta: cultural, política. Y policial. El intento de desalojo de la Plaza Catalunya del 27 de mayo del 2011 fue una muestra contundente. Las cargas policiales fueron respondidas, como fue costumbre en aquellas movilizaciones, con acciones de noviolencia. Resistencia sin ejercer violencia. Las imágenes fueron muy explícitas. A pesar de la fuerza utilizada, la resistencia fue superior y la plaza no se pudo desalojar.
Las fuerzas policiales suelen tener dificultades para reaccionar ante la noviolencia. Lo vimos en las movilizaciones del 15M y en las del independentismo
La noviolencia se ha convertido en una manera de actuar con un amplio apoyo en las dos últimas décadas. Podríamos decir que ha ido a más en los últimos veinte años, desde el movimiento altermundista hasta la actualidad. Los movimientos sociales la han asumido como una forma de actuación que responde a los principios que los guían y les es útil para los objetivos que buscan alcanzar. La noviolencia resulta inclusiva, legitimadora y ayuda a la difusión de principios y objetivos. Las fuerzas policiales suelen tener dificultades para reaccionar ante estas acciones. Lo vimos en las movilizaciones del 15M o en las del independentismo.
En los casi diez años que han pasado de las movilizaciones del 15M, amplios sectores de la sociedad han asumido la noviolencia e incluso la desobediencia civil ante leyes que consideran injustas. Los partidos políticos tradicionales se han resituado ante esta nueva realidad, y algunos de los nuevos ya lo han incorporado desde el inicio porque fue desde estas ideas y actuaciones que se empezaron a configurar.
Pero esto no significa que la noviolencia se haya asumido en las políticas públicas de seguridad. Esto no quiere decir que los gobiernos, aunque digan defender la noviolencia, la practiquen más allá de sus discursos. Si así fuera, Arasa no habría sido condecorado y ascendido. Si así fuera, los Mossos, por ejemplo, habrían desarrollado otras formas de actuación que asumieran la noviolencia.
Ha habido cambios en los Mossos d’Esquadra, y algunas opciones políticas han tenido mucho que ver, pero hacen falta más. La violencia policial continúa presente en actuaciones de los Mossos. Algunas de las más condenadas últimamente han sido en casos de desahucios, por ejemplo. Pero no es un problema sólo de un cuerpo policial. Lo sabemos. Hablamos aquí y ahora de este caso y de los Mossos, pero podríamos hablar de otros.
No debería aceptarse que, si los gobiernos critican alguna actuación policial, siempre sea la de una policía que no está a sus órdenes
Resulta especialmente preocupante que hoy desde cualquiera de las cuentas de Twitter de Mosssos o Guardia Civil pueda celebrarse el día de la no violencia y Gandhi, pero que sus actuaciones no se guíen por este principio. No debería aceptarse que, si los gobiernos critican alguna actuación policial contra alguna movilización social, siempre sea la de la policía que no está a sus órdenes y que se haga para defender una movilización que se considera propia. La violencia policial se debería criticar en todos los casos, empezando por la que ejerce la propia policía contra los movimientos sociales que no consideramos propios y no fijarnos sólo en cómo otros policías la practican con aquellos que sí consideramos nuestros.
Hoy el conseller Puigneró respondía a la noticia de la condena a Jordi Arasa con un tuit que decía lo siguiente:
Ninguna otra referencia a la condena de hoy. Deberían poder hacerse las dos cosas a la vez: condenar la violencia policial contra el 15M y contra el 1-O. De otro modo será imposible convivir en un país de trincheras, donde todo depende de si esto tiene que ver con los “nuestros” o los “otros”, ya sean policías, manifestantes, o lo que sea.
El caso Arasa nos ayuda a observar las dificultades que tienen todos los palacios y gobiernos con sus policías. El caso Arasa nos ayuda a observar que la represión policial no empezó el 1-O, que viene de lejos. Tampoco comenzó con el 15M. El caso Arasa nos ayuda a observar la coherencia que debería haber entre el decir y el hacer; la coherencia que se echa de menos entre la condena de la violencia policial y la práctica de la violencia policial, entre la defensa de la noviolencia y la respuesta violenta a quien la practica. El caso Arasa nos ayuda a observar cómo las movilizaciones sociales sufren represión, cómo cuesta poder llevarla a juicio y como estos episodios desnudan a aquellas democracias que quieren serlo pero todavía tienen mucho camino que recorrer.


