Para echar algo de menos primero debe desaparecer. La Historia barcelonesa de los años 40 es una grandísima desconocida por muchos factores. Entre ellos, las obviedades deben recalcarse, la efectividad del terror desplegado en esa ciudad de rojos, masones, ateos, ácratas y separatistas, teñida por el miedo y el sonido de tantos fusilamientos, limpias de funcionarios, pobreza extrema, cortes de luz y el silencio como reino indiscutido.
Durante esos años la administración municipal elaboró una tabula rasa para catapultar el nuevo orden triunfal, el del saludo nacional brazo en alto, desfiles por la Diagonal y sobre todo, porque no queda bien para las charlas de bar y los tópicos según los cuales todos los catalanes fueron resistentes, una liquidación de las viejas simbologías para apuntalar las del régimen Nacional-Católico en el espacio público, asimismo sometido a un auge constructivo sin precedentes, algo más visible si quieren en toda la zona posterior al passeig de Sant Joan, donde hasta la Guerra Civil abundaban los huecos en previsión de viviendas sociales o respeto a la propiedad privada, fueran parcelas o extensiones rurales, siempre en el punto de mira para completar la interminable cuadrícula del Eixample y extenderla según lo previsto.

En la periferia, estos cambios tuvieron otro tipo de repercusión. En los años cincuenta la construcción intensiva vertical se impuso como modelo, pero en la década inicial de la dictadura hubo ciertos respiros desde la vivienda social, respetuosa con el entorno anterior, si bien no acaeció lo mismo con torrentes y caminos, terroristas al impedir el avance de las coordenadas victoriosas; estas entre el Clot y Sant Andreu, entre Camp de l’Arpa y la propulsada Meridiana, exigían la guinda, interrumpida, de una serie de vías rápidas para conectar esos márgenes con el centro urbano, entre ellas Navas e Industria, ambas aliadas en su labor destructiva con las Casas Boada.
El problema de los mismas y su forma de zeta era su distribución en el callejero, alineadas a la antigua en Freser y molestas por su desorden tanto en su finalización colindante con Navas como en su tramo posterior al atentar contra la recta placidez de Industria; al plantear tantas incomodidades debían esfumarse del planisferio, aunque uno intuye cierta conmiseración por parte de los encargados de despejar esos terrenos al amnistiar justo a tres viviendas bisagra, divisoras del barrio a izquierda y derecha.

Durante un instante he pensado si el artífice de esa supervivencia fue el arquitecto Colomer Oms, jefe del servicio de valoraciones municipal. No puedo afirmarlo con rotundidad; quien sabe si desde la ubicación del tríptico entre el 12 y el 14 de Casas Boada contribuyó a nuestro presente al regalarnos esos vestigios, muy remozados y nada similares a los de las fotografías de la Gaceta Municipal, por mucho que el catastro date dos de las fincas en una fecha tan remota como 1880, donde sin duda encajarían por su altura, disonante con los edificios modernos.
Así es como la trilogía consigue lo esgrimido por los sociólogos. El prestigio de lo antiguo surge cuando los habitantes de la ciudad moderna, una vez han acatado la estandarización eliminadora de las particularidades, quieren tener rinconcitos pretéritos para sentirse menos culpables y creerse afortunados por conservarlos, todo eso sin pensar mucho en las causas configuradoras del alrededor de esos simpáticos guiños, sin relato por la ausencia de explicaciones para comprenderlos.

Esto en el caso de las Casas Boada lleva a muchas confusiones, y como es servidor quien escribe contaré las mías, no sin antes narrar otro método para facilitar desguaces urbanos. En Google Maps nuestras protagonistas son un callejón anónimo, y así, desde la velocidad del presente, no existen, carecen de identidad.
Por suerte no es así. Durante muchos años, por suposiciones sin ningún tipo de fundamento teórico, circulaba hacia esas tres villitas y las situaba como el final de una ruta con dirección a pare Claret, arruinadas, nunca mejor dicho, por la erección de la fábrica Costa i Font, coetánea a la reforma de apertura de Navas de Tolosa y la concreción de Industria, ambas despejadas en su carrera, donde a buen seguro la trascendencia de su trazado adyacente a un cuartel de la Guardia Civil fue otro acicate para darles tanta preminencia.
Al analizar mapas pude cerciorarme de mi error de apreciación, debido a otro fallo común: su numeración incompleta da para elucubrar sobre porqué inicia en el 12 y termina en el 14, y como estamos acostumbrados a calles horizontales o verticales sin referencias antiguas nadie puede imaginar la zeta original.

Como consuelo queda su permanencia y otro detalle propio de cualquier pasaje. Cuando caminas cerca puedes descubrirlos porque, tanto por la dimensión de sus inmuebles como por la estrechez de su senda, emanan luz y esta sobresale entre la mediocre oscuridad de los bloques de pisos, enemigos del sol, bestias de monstruosidad y enjambres para humanos sin apenas contacto vecinal salvo en esas infames reuniones de escalera, siempre tan deseadas y agradables.
Esa iluminación mágica resalta con más fuerza en las casas Boada, casi como si fueran otra dimensión, como si ese esplendor fuera una indicación de hallarnos ante otro estado o la prueba irrefutable de lo utópico de extirpar lo que nos precedió al reivindicar su abolengo. No tiene sentido tanta poesía. Este legado es fruto de un hombre con criterio, conciencia de conservación y generosidad para ahorrar trabajo a la piqueta. Ese triunvirato de en medio podía salvarse de la quema al encajar con lo planificado de cara al futuro, y cuando este irrumpió en forma de interfonos, entidades bancarias y unidad homologada esas rarezas del ayer fueron menos molestas por representar una riqueza añadida para romper con la monotonía. Nadie las valora, nadie las observa y aun así todas ellas, pocas y selectas, son un barrio, mientras las demás edificaciones ni siquiera merecen nuestra mirada entre el desprecio por privarnos de recuperar tanta maravilla y la fealdad de su ortodoxia para cancelar la fantasía de la pluralidad.


