La ignorancia con relación a la ciudad se enmienda con el paseo. Toda esta larga caminata por Barcelona no deja de ser una crónica autobiográfica del conocimiento al ampliar el espacio y conectar pasado y presente. Durante la pandemia pude mimar más lo apreciado, y si antes relacionaba ahora entiendo cómo es esencial hacerlo para juntar las piezas del gran rompecabezas urbano, forjado decenio tras decenio.

Una tarde de mayo, con las calles vacías, me adentré a Sant Andreu por el carrer de Neopàtria, antes surcado por raíles de las cocheras de este antiguo municipio independiente. En el número 66, datado en 1929 según el catastro, me fijé una fachada modesta, sólo destacable por dos baldosas de cerámica romboides con futbolistas en pleno partido, apasionados en su pugna por el balón.

Ceràmiques amb motius noucentistes al passatge de Catalunya / Jordi Corominas

La belleza del detalle me condujo a otro tramo, más transitado por mis pies. En el carrer de Mallorca 498, esquina con Cartagena, hay una anomalía estética. El 8 de mayo de 1873, cuando ese territorio aun formaba parte del inmenso pueblo de Sant Martí de Provençals, José Masella, residente en el 76 del carrer del Clot, pidió permiso para edificar una casa de planta. En 1905 Candida Durán solicitó al Ayuntamiento de la Ciudad Condal, no está de más recordar las agregaciones debidas al Real Decreto del 20 de abril de 1897, poder abrir el portal para dar acceso a la escalera, algo denegado en cuatro años después.

La finca obedecía a las premisas de una zona sin excesiva urbanización, algo modificado con los años veinte, cuando estos núcleos de cierto aire rural se integraron con más prestancia a la capital, aunque su camino para llenar todos sus huecos no se completaría hasta la posguerra. Sin embargo, esos años veinte marcan un antes y un después en este sentido.

Placa en record al lloc fundacional del Club Esportiu Europa al carrer de Sícilia / Jordi Corominas

En 1928 la propiedad del inmueble correspondía a Vicente Cortés, quien quería asimilarse al entorno, y por ello añadió tres pisos más, todos ellos muy peculiares al decorarse con azulejos, quizá porque, en este baile de nombres, su predecesora del dominio, Josefa Pérez, había dotado a los bajos con esa particularidad tan especial.

Cortés encargó al arquitecto Luis Gonzaga Colomer elevar su inversión, maravillosa por kitsch y siempre en peligro, desconsiderado su arte en la actualidad entre una alarma irrespetuosa con un jugador, acompañado en ese muro por tenistas. Los dedicados al deporte rey, tanto aquí como en Sant Andreu, visten blanquiazul, y desconocemos si la indumentaria remite al Real Club Esportiu Espanyol o al Europa de Gràcia. Por intuición y cromatismo nos decantaríamos por esta última opción, pues el campo de este emblemático equipo se mantuvo cerca de su lugar fundacional, en el 290 del carrer Sicilia, hasta 1923, cuando se trasladó al Baix Guinardó, donde más tarde estuvo el Velódromo de Mostajo.

El Europa y El Espanyol fueron, junto al Barça, las tres escuadras catalanas participantes en la Primera Liga, celebrada en la temporada de 1928-1929, y la coincidencia con la cronología de mis pasos no huele a casualidad.

Ceràmiques amb motius noucentistes al passatge de Catalunya / Jordi Corominas

Todas esas parcelas se metamorfoseaban en esos instantes. Más arriba del estadio comprendido entre Taxdirt, Sardenya y Lepant el fabricante de arpilleras Manuel Boné encomendó a Luis Gonzaga Colomer una hilera de viviendas para hilvanar su homónimo pasaje, con balconcitos al de Sant Pere, ambos desdibujados en nuestro siglo y condenados a la desaparición por la desidia del Ayuntamiento, despreciable en su nula consideración con el pequeño patrimonio en general, como demostró en esas cercanías no hace mucho con algunos aspectos de valor sitos en el torrent de Lligalbé.

Colomer nos persigue. Había sido asistente de Antoni Gaudí en las obras del Park Güell y su firma aparece en el repertorio inmobiliario de Sitges, Molins de Rei, Igualada y l’Hospitalet, localidad donde erigió hornos para las cerámicas de Cosme Toda, y quizá aquí tengamos la solución al enigma de los deportistas.

A Colomer debió apasionarle la periferia, ideal para su supervivencia monetaria. Su trayectoria fue discreta, y sólo con estos textos le conferimos su merecida relevancia. La hemeroteca lo cita en 1901, cuando dio un discurso sobre la hospitalización en la Sociedad Barcelonesa de Amigos de la Instrucción. El 18 de junio de 1930 vuelve a ser noticia al denunciar el robo de quinientas pesetas de su cartera en una playa de Badalona, cerrándose el breve con la retención del denunciante al estar reclamado desde 1917. ¿Qué haría nuestro arquitecto?

Rajoles de ceràmica amb motius esportius al carrer Mallorca 498 / Jordi Corominas

En Barcelona su pieza de más relumbrón puede admirarse, cuando los árboles despejan la vista, en el cruce de Consell de Cent con Enric Granados. Es de 1892 y dista mucho en su concepción de la efectuada para los hermanos Condom en Indepèndencia 282-284. Esta data de 1925 y encaja en nuestro juego por distintos motivos. A no mucha distancia regresamos a Mallorca 498. En su primer piso, discreta, casi escondiéndose, una cerámica nos brinda una veraneante bien aposentada en una hamaca en una playa. La misma imagen reaparece en el número 23 del passatge de Catalunya con el añadido de un velero al fondo, y como me he roto los sesos por dar con documentación no me sorprende en absoluto. En agosto de 1927 Ramón Sala le encomendó un par de casas. La segunda, pegada a la de la señorita de vacaciones, tan noucentista ella, redunda en esos motivos de modernidad previos a la Exposición de 1929 con una dama acorde a los cánones de belleza de la época, con un aeroplano a punto de asesinarla.

Gonzaga Colomer, como muchos compañeros de profesión, tuvo mucho trabajo en el segundo lustro de esos no tan locos años veinte. El passatge de Catalunya y el de Roura son un campo sensacional para corroborarlo al abrirse, con toda probabilidad para subsanar cierto barraquismo anterior, en 1925. Quizá nunca sepamos cómo terminó Colomer tras su paso por comisaría, pero desde aquí le agradecemos su contribución indirecta para comprender la formación de una Barcelona olvidada, la misma recuperada poco a poco en estas páginas.

Rajoles de ceràmica amb motius esportius al carrer Mallorca 498 / Jordi Corominas
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