He vivido la gran parte de mi tiempo aquí en Gracia, bien, Gracia Nueva para los puristas… Es un barrio maravilloso para comenzar tu nueva vida cuando te mudas a una nueva ciudad. Sus calles no son tan imponentes e impresionantes como los del Eixample ni tan frenéticos y llenos como los de Ciutat Vella. Tiene un ritmo de vida agradable con un fuerte sentimiento de comunidad, con niños y familias dominando la mirada de plazas, corriendo entre el ahora familiar vestido de spray amarillo. Como londinense de los suburbios acostumbrada a encontrar el vuelo en su barrio, era perfecto; Gracia es tan perfecta que muy pocos se marchan.

Trabajando con alumnos particulares, he pasado la mayoría de los 5 años que llevo aquí girando a la derecha cuando llego al cruce de Travessera de Gracia con Via Augusta, arriba, cruzando Ronda General Mitre, tirando hasta El Putxet y finalmente llegando a Av. Tibidabo. Arriba y abajo, arriba y abajo, degustando una pasta del Turris por el camino, y ocasionalmente pasando por debajo de la Diagonal, pero sólo para visitar un ático en el Eixample. Tengo un contacto absolutamente desproporcionado con la parte alta de la Diagonal y no quisiera confundir sus opiniones por las de la población local en general. Para ser sincera, normalmente me tratan con indiferencia y ya me va bien. No me siento especialmente guiri cuando estoy con ellos, sé que no pertenezco a ese lugar, pero no pasa nada, ya que me ven como una persona que vive por debajo la línea de la Diagonal y esto hace que ni se molesten en juzgarme.

Los alumnos de las clases a empresas no suelen venir de esta parte de la ciudad, a no ser que fueran directores y quisieran hacer clases en grupo, imagínate! Suelen vivir en Les Corts, Guinardó, Horta, Gracia, y algunas zonas del cinturón como St. Joan Despí o Cornellà. Estos últimos siempre se apresuran a decirme que son de Barcelona y, de hecho, catalanes, y que sólo se fueron para comprar una casa. No me había dado cuenta como estos códigos se sumaban, pero ahora ya sé que es debido a que hay una mayor proporción de inmigrantes andaluces de segunda generación y de otras partes de España en estas localidades del cinturón, deben identificarse a sí mismos como locales ante los demás indicando ‘X’ cantidad de generaciones. Una costumbre bastante única de Barcelona que parece generar un montón de ansiedad identitaria. Ya he hablado de mi misma en esta columna, pero no me hace gracia ver la gente local intentando señalar desesperadamente que siguen perteneciendo a la ciudad a pesar de su cambio de código postal. Los jóvenes profesionales viven en casa de sus padres, o se mudan a su primer piso con su pareja en el mismo barrio de sus padres, o si son niños guays se van al Poblenou, Gracia, Sant Antoni o El Born, mezclándose con los guiris residentes.

El centro de la ciudad provoca una reacción interesante de los locales, orgullosos de su carácter y su riqueza histórica a la vez que la evitan por completo durante 6 meses seguidos. Esto no es el centro de Londres, que es básicamente inaccesible para los residentes de las zonas 3-6. Casi todas las malditas rutas de transporte público deben pasar por Catalunya o Paseo de Gracia. He descubierto que motivos aceptables para visitar el centro son hacer un agradable paseo del domingo por El Born, lo que es una actividad habitual para aquellos que no viven en el centro, o ir a ver una exposición o hacer una actividad turística en el Gòtic, aunque ésta es algo más complicada. Orgullosos del centro de la ciudad pero sin tener demasiada afección. Es comprensible y no pretendo pasar por alto que el centro de tu propia ciudad puede parecer un parque de atracciones para visitantes de paso. Como he dicho antes, Londres perdió hace tiempo y admiro la empuja de Barcelona para resistir la mundanidad del turismo de masas.

Ahora toma nota de todos los barrios que no he mencionado, los que no nos pasan por la cabeza como Sants o el Clot, o aquellos que provocan desprecio y aversión como Sant Martí o el Raval. La ciudad está un poco segregada, pero supongo que, ¿cuál no lo está? Lo que me preocupa de Barcelona es que las opiniones sobre los barrios normalmente se basan en asunciones sobre la población mayoritaria que vive. Los barrios “buenos” y bien preciados para vivir o ir de ocio son aquellos con una alta proporción de locales (en realidad quiero decir catalanes); los que pasan por alto suelen tener menos de este grupo demográfico.

Durante la pandemia, donde parece que todo el mundo está dejando trabajos, perdiéndolos, arrancando negocios, mudándose, separándose y casándose, yo decidí irme a vivir al centro de Barcelona, ​​en el Raval. Hasta ahora me había resistido a mudarme. Bien consciente de la vergüenza asociada a estas zonas predominantemente guiris, también había interiorizado el esnobismo de vivir en el centro con los turiiiiiistas. Dejaba claro que había una diferencia entre yo y el guiri “tonto” que pagaba un exceso por vivir en un piso en el Raval. Me avergonzaba de ellos y me enorgullece haber tenido la información privilegiada por no haber cometido el paso en falso, decía con orgullo que mi apartamento estaba muy cerca del Paseo de San Juan sabiendo que recibiría una mirada de aprobación.

Hemos encontrado un lugar nuevo y estábamos increíblemente emocionadas; era enorme y barato y teníamos un proyecto y un espacio nuevo donde refugiarnos de la incertidumbre de la pandemia. Pero, ¿fui por allí gritando a los cuatro vientos? No, porque conocía las reacciones. Y cuando lo hice, la reacción iba desde un ceño fruncido a quejas directas de irresponsabilidad. Gran parte del horror, que para mí parecía sólo una cuestión de gusto, se transformaba en una preocupación exagerada por mi seguridad y por cómo de segura me sentiría en mi propia zona. Me lo dices o me lo cuentas, soy una mujer, no me siento segura en ninguna zona!

A veces protestaba cuando alguien me advertía de manera paternal de los peligros de vivir en esta zona y me trataba con condescendencia por mi aparente inmadurez en trasladarme a él. Decía que la única vez que me habían seguido hasta casa y había tenido que pelear para hacer marchar un hombre de mi puerta había sido en Gracia. Ya me han robado por la fuerza en Hostafrancs, y soy una mujer de 30 años que ha cogido el transporte público de noche gran parte de su vida. Claro, a nadie le importa, ya que continúan afirmando la especial peligrosidad del Raval. Estaba segura que era “peligroso”, pero también lo son muchos otros lugares y ya lo tuve en cuenta antes de mudarme, gracias.

Lo que se hizo patente es que la gente puede mirarte diferente cuando dices que irás a vivir a un lugar que cuando más tarde vives. Huele rabia en el ambiente, pienso en el descontento que aparece, es como si se lo hubiera puesto difícil para aceptarme de nuevo. ¿Es una traición? Veo que causa una reacción incómoda; no esperaban que escogiera voluntariamente el Raval, sobre todo porque se supone que no soy la típica guiri. Yo estaba en su bando y ahora parece que los ridiculizo a propósito. ¿Que es qué no entiendo la supremacía de Gracia a todo costa? Exageración, claro, pero cuando ves la misma expresión facial en varias personas empiezas a preguntarte de dónde viene, ¿qué lo provoca?

Nunca olvidaré el día que cogimos un taxi para ir al nuevo piso, cargadas con hasta la última de nuestras pertenencias, el conductor era bien consciente de que nos mudabamos, ya que llevábamos pantallas de luces bajo el brazo. Era un tipo hablador y no pudo evitar comentar como estábamos de locas por dejar un lugar tan bueno como Sant Joan para ir a vivir “con los guiris!”. Me hizo mucha gracia, era la primera vez que me sentía parte de un grupo en Barcelona diferente de los guiris que lo horrorizaban. Estaba tan sorprendido que hubiera sido tan afortunada de vivir donde vivía y ahora me fuera del bastión catalán del norte para ir a vivir… allá abajo!

Postcode Politics (V.O)

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