Pep Riera (Mataró,1941) procede de una saga agrícola. Sus abuelos bajaron del Cadí a Mataró, donde compraron unas tierras e hicieron una vaquería, pero la gran helada de 1956, que no vivió el abuelo y que hundió al sector de la leche, obligó a su padre a reconvertirse y a dedicarse a la huerta. Pep Riera, que era el heredero y esto entonces significaba continuar con la tradición familiar, se dedicó plenamente al oficio desde los 13 años.

De joven colaboró con las comisiones obreras y también se implicó en el mundo educativo, a través de una cooperativa de padres y maestros en la barriada de Cerdanyola, un barrio obrero de Mataró formado sobre todo por personas inmigrantes y con pocos estudios. “Allí hacíamos pedagogía activa, estábamos conectados con Marta Mata y Rosa Sensat, y hacíamos escuela en catalán en pleno franquismo. Se llamaba escuela Bons Amics”. Esta experiencia le ayudó en sus posteriores reivindicaciones.

“Cuando yo opté por implicarme en el sindicalismo agrario y en la fundación de Unió de Pagesos, ya tenía un aprendizaje, no partía de cero, y sobre todo tenía experiencia en hacer participar a la gente en las reuniones” | Pol Rius

El año 1974 participó en la Asamblea de Catalunya, el organismo unitario antifranquista que exigía libertades democráticas, amnistía para los presos políticos y la consecución de un Estatut de Autonomía. En este marco, tuvo conocimiento de que se estaba creando un sindicado campesino en la clandestinidad y se iniciaron los primeros contactos.

“Al cabo de una semana ya hacíamos la primera reunión, aquí, en Mataró, en mi casa, con compañeros conocidos de la comarca. Debíamos ser siete u ocho, y nos explicaron en qué consistía este sindicato. Era un intento de recuperar el sindicalismo democrático y participativo. Más o menos el modelo podía ser la Unió de Rabassaires de antes de la guerra. Queríamos que el sindicalismo fuera de libre afiliación y no por obligación, como lo era el sindicato vertical”.

El equivalente al sindicato vertical en el campo eran las Hermandades de Labradores y Ganaderos, que pretendían tener a los payeses bajo control. “Cuando yo opté por implicarme en el sindicalismo agrario y en la fundación de Unió de Pagesos, ya tenía un aprendizaje, no partía de cero, y sobre todo tenía experiencia en hacer participar a la gente en las reuniones”.

Ana Basanta y Pep Riera, durante la entrevista | Pol Rius

Los primeros años de Unió de Pagesos

Unió de Pagesos se fundó el 3 de noviembre de 1974 en Pontons (Barcelona) con el objetivo de defender la explotación familiar, mayoritaria en Catalunya. En 1976 entró en la Asamblea de Catalunya y en 1977 fue legalizada como organización profesional agraria, de manera que los primeros años trabajó en la clandestinidad. “Muchas reuniones se hacían en las parroquias. Fuimos extendiendo la red a partir de los contactos, a partir de payeses y técnicos agrarios. No fue tan difícil, porque en el campo, más o menos, los payeses del territorio se conocen, y las convocatorias de las reuniones se hacían por el boca a boca”.

“A las reuniones podían venir 30 o 40 personas, había muchas ganas. Siempre empezábamos por los payeses que ya estaban comprometidos en la lucha política, gente que ya militaba en partidos políticos, que tenía más contactos pero también una vocación específica para organizar un sindicado payés”.

Pep Riera fue el primer coordinador de Unió de Pagesos, cargo que ejerció durante más de 20 años, entre 1976 y 2000. “Partíamos de la base de que no teníamos que ser sindicalistas profesionales, sino que teníamos que ser sindicalistas que continuaran trabajando la tierra. Si quieres hacer reuniones participativas, ¿cómo lo tienes que hacer? Si convocas a media tarde, no vendrá nadie, tiene que ser cuando se acabe la hora de trabajar”.

Pep Riera fue el primer coordinador de Unió de Pagesos, cargo que ejerció durante más de 20 años, entre 1976 y 2000 | Pol Rius

Moverse por el territorio para aglutinar al campesinado en los 70 no fue fácil. “Recuerdo reuniones en el Delta de l’Ebre, en Lleida, o en el Pallars que acababan a las doce de la noche, y llegaba a casa a las 3 o las 4 de la madrugada. Eso era habitual, las carreteras no estaban tan bien como ahora. Ahora, para ir al Vallès estamos en siete minutos, antes estábamos en media hora, y si te encontrabas un camión delante que no podías adelantar de ninguna forma, pues podías echarte una hora. El desplazamiento era más difícil, pero lo hacíamos”.

Los integrantes de Unió de Pagesos se organizaban por pueblos y comarcas y, una vez al mes, se reunía el Consell Nacional de toda Catalunya. Era el último sábado de cada mes en Vilafranca del Penedès, donde se continúa haciendo. Los acuerdos se tomaban, y se toman, en este Consell Nacional con la participación de todas las comarcas y, además, había una ejecutiva, que era la comisión permanente y que se encargaba de hacer cumplir estos acuerdos o de resolver imprevistos que no podían esperar a la próxima reunión mensual.

“Partíamos de la base de que no teníamos que ser sindicalistas profesionales, sino que teníamos que ser sindicalistas que continuaran trabajando la tierra. Si quieres hacer reuniones participativas, ¿cómo lo tienes que hacer? Si convocas a media tarde, no vendrá nadie, tiene que ser cuando se acabe la hora de trabajar” | Pol Rius

Una tractorada històrica

Una de las primeras grandes acciones, y que hoy en día todavía es de las más sonadas, fue la tractorada que tuvo lugar del 2 al 6 de marzo de 1977. Los campesinos se manifestaron en las carreteras con sus tractores bajo el lema “Queremos vivir de la tierra” y reivindicaron a la administración de Madrid, puesto que las movilizaciones eran de ámbito estatal, tres puntos: precios agrarios justos para el campesino, seguridad agraria adecuada y legalización de los sindicatos libres e independientes.

“Eran años de mucha inflación, en que la peseta se devaluaba constantemente, y los precios de los productos que teníamos que comprar para producir no paraban de subir. Esto encarecía los costes de producción y era la ruina para el payés. Pero no solo nos movilizábamos por el precio, pedíamos una nueva política de estructuras, una política de modernización, esto quiere decir formación reglada y no reglada, investigación, experimentación y asesoramiento técnico de carácter público. Pedíamos la libertad sindical, porque el sindicato vertical para los obreros y empresarios se había disuelto, pero se dejó la Hermandad, cambiándole el nombre por el de cámara agraria local, pero era igual, con el mismo secretario, el mismo funcionario, todo era igual. Queríamos que la gente pudiera elegir a qué sindicato se quería afiliar. Costó”.

“Eran años de mucha inflación, en que la peseta se devaluaba constantemente, y los precios de los productos que teníamos que comprar para producir no paraban de subir. Esto encarecía los costes de producción y era la ruina para el payés.” | Pol Rius

En paralelo, se daban las negociaciones entre el Ministerio de Agricultura y las organizaciones agrarias de las diferentes comunidades autónomas, que estaban representadas a través de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). El conflicto por los precios tenía que ver con los alimentos que el Servicio Nacional de Productos Agrarios (SENPA) compraba en caso de que hubiera excedentes. Este organismo, que dependía del Ministerio, tenía como objetivo ordenar la producción y la distribución de los productos agrarios y también regulaba los precios. “Aquí entraban los cereales, las leguminosas, el aceite entró más adelante… Básicamente eran los productos que el mercado común intervenía; ya había una política agraria común europea, pero nosotros no estábamos”.

Las tractoradas se pudieron convocar porque el sindicato, que se legalizó poco después, estaba organizado y cada comarca tenía su tejido sindical. En Catalunya, Unió de Pagesos convocó a más de 18.000 tractores y en el conjunto del Estado se sumaron 112.000. “Lo recuerdo de forma muy agradable porque era el comienzo y había ilusión, en el sentido de que creíamos que estábamos cambiando el país y, en parte, lo cambiamos. Estaba toda la ilusión de la Asamblea de Catalunya, de cambiarlo todo, y de cambiarlo todo políticamente”.

Durante los cinco días de tractoradas, en que Pep Riera participó desde el Maresme, los manifestantes hicieron turnos para poder volver a casa y encargarse de los animales: “Había quién tenía que ir a ordeñar las vacas, entonces venía otro para sustituirlo, y por la noche se quedaban retenes. Los tractores estaban en el arcén, permitiendo el paso a otros vehículos, si no lo hubiéramos colapsado todo”. Hubo algún enfrentamiento con la Guardia Civil, encargada del tráfico, y alguna detención, pero la tónica general fue la de respetar la protesta y no hubo muchos incidentes. El 5 de marzo, el Consejo de Ministros aceptó las demandes campesinas y en el día siguiente se dio por finalizada la huelga.

“Los tractores estaban en el arcén, permitiendo el paso a otros vehículos, si no lo hubiéramos colapsado todo” | Pol Rius

Las cámaras agrarias

Las tractoradas han sido desde los orígenes de Unió de Pagesos uno de los símbolos de protesta. En 1978 organizaron otra multitudinaria contra las cámaras agrarias, creadas en 1977, porque consideraban que iban en contra de los derechos de los agricultores. “Las cámaras eran muy importantes para la derecha, para la UCD, porque a la hora de ir a las elecciones generales, eran votos: el secretario era el que conocía a todos los payeses, el que hacía favores, el que hacía certificados, el que daba de alta a tu mujer en la Seguridad Social y, al final, este tipo era el que te “recordaba” que tenías que votar a la UCD y no a otro partido, el PSOE, por ejemplo. Había un interés político en mantener la estructura corporativa en el campo”.

La actividad de Unió de Pagesos y del campo catalán en los años 1976, 1977 y 1978 para defender sus derechos “fue un éxito” que sentó las bases para posteriores reivindicaciones y negociaciones. “Valió la pena. Primero, para consolidar el movimiento sindical, eso no nos lo pudo quitar nadie, y nos legalizamos, gustara o no gustara. Y segundo, para hacernos respetar”. A la hora de hacer balance, Pep Riera está convencido de que tanto en la clandestinidad como en democracia, el sindicalismo tiene plena validez: “Si un sindicato actúa como un grupo de presión social, no se pierden todas las batallas. No se gana todo, pero se gana mucho”.

Tractorada, Lleida. 3 feb 1977 | Manel Armengol (CC BY-NC-SA 2.0)

El sector agrario y ganadero sigue reclamando precios justos, ahora en un mundo más globalizado. “Es difícil hacer una política agraria justa. Se tendría que tener en cuenta la necesidad de mantener cierta soberanía alimentaria y encontrar fórmulas que hagan compatible el comercio a nivel mundial con la permanencia de la payesía, que permita mantener a los payeses en el territorio y para cuidar también este territorio”.

Actualmente, Pep Riera es el coordinador de Unió de Pagesos en la comarca del Maresme. Continúa viviendo en Mataró, donde sigue encargándose de su huerto, y es fiel a su activismo: “Yo tengo un tractor que tiene 50 años que solo sirve para ir a las tractoradas”. Ha trasladado a sus hijos, cuatro chicos y una chica, el aprecio por la tierra, ya que los cinco son payeses.

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