Luego, protagonizó su primera actuación en Francia en el escenario del Liberté que rompió tanto las fronteras con el público, las de las lenguas como del comprimido horario que le habían asignado. Un aperitivo para la llegada en edición francesa de Manual de cortejo. Rodrigo Cuevas ronda a Raül Refree (Aris Música, 2019), que publica ViaVox el 25 de febrero quien también se encarga de traerlo por primera vez a París, en el Café de la Danse el 2 de marzo. Y justo antes de pasar por Valencia (Teatre el Musical, el 18 de febrero) y Palma (Mallorca Live, el 19) y de volver a Barcelona, con dos conciertos en la Sala Barts el 24 y 25 de febrero dentro del festival Guitar Bcn. Una gira de su Trópico de Covadonga de tres años que le ha consolidado como el agitador folclórico que se reivindica y que subvierte los conceptos de tradición y modernidad desde su aldea de Piloña hacia el resto del mundo.
“¡Rodrigo Cuevas, Rodrigo Cuevas!”, iba repitiendo refiriéndose a él mismo en tercera persona desde el Liberté ante un público que lo descubría y se quedaba prendado ante su falta de prejuicios sobre lo popular y lo sagrado. Empezó desde abajo, irrumpiendo con el micro en medio de los asistentes, subió a escena manteniendo siempre su compostura de folclórica galáctica, se comunicó con una mezcla de castellano, francés que parecía catalán y un inglés que volvía rápidamente al castellano y, más bien, al bable de sus canciones. Quien quería entenderle, le entendió, acompañado en formato reducido de la voz, los panderos y el contrabajo de Mapi Quintana y las percusiones de Juanjo Díaz. Y terminó por todo lo alto, alargando con los bises la actuación de los cuarenta minutos previstos inicialmente hasta la hora porque cerraba escenario un jueves por la tarde.
“¡Solo actuamos cuarenta minutos! Muy poco, muy poco, entre tú y yo”, me confesaba con la furgoneta en marcha horas antes. “Eso, a mí, no me da ni para empezar”, seguía. “También es verdad que yo no soy nada conocido aquí, supongo que tampoco puedes pretender meterte en el escenario mayor de la noche…”
Estreno en el Trans Musicales de Rennes
Sus salidas al extranjero, de todos modos, empiezan a proliferar. En octubre, se encontraba en el Womex de Oporto. Y, antes, ya había actuado más veces en Portugal y también en Londres, Roma, Fráncfort y, en noviembre, “¡en Dubái”, me dice. “¡Ya tres continentes!”. Y pese a que su paso por la Exposición Internacional de Dubái se haya visto rodeado por los comentarios de la prensa más rancia acusándolo de “transformista supremacista” (sic), alérgicos a su militancia LGTB.
Su primera incursión en Francia ya se hacía esperar, y tampoco es por casualidad que haya sido en el Trans Musicales, el festival de la Bretaña que se adelanta a los demás y marca pautas para el resto de la temporada. “Los que lo conocían me hablaron de su repercusión, como un escaparate porque lo que viene aquí suele estar bien escogido”.
Para esta primera actuación, viajaba solo en trío con Mapi Quintana y Juanjo Díaz. “Esta igual es la formación ultra reducida, ¡porque también falta el técnico de luces!”, exclamaba sin inquietarse. Cuando hay más presupuesto o el concierto está más cerca, el grupo pasa a ser quinteto con Rubén Bada, al bajo y guitarra, y Tino Cuesta, a los teclados y acordeón. Son los músicos de su álbum, a parte del productor Raül Refree.
“Ahora ya no escucho nunca el disco porque ya llevamos tres años y estoy muy acostumbrado a las canciones del directo. Y, si algún día me pongo el disco, me digo: ¡hostia, sí que cambiaron!”. Es la vida propia que van tomando estas canciones cuando se confrontan con el público. “En un principio, quise ser bastante fiel. Pero ya llevamos casi tres años, aunque sea con pandemia por en medio. Y las canciones fueron evolucionando y los músicos también se las fueron haciendo suyas. Creo que está muy empastado y funciona muy bien en vivo, tanto la banda como el trío”.
La producción de Raül Refree
Y en este cortejo mutuo, Cuevas habla de aquello que hizo el álbum más homogéneo. “Refree me aportó como un poco de cohesión y de coherencia en el discurso de arriba a abajo. Un poco no, bastante, porque yo soy muy volantazo. Y Raúl tiene una exquisitez a la hora de producir, una certidumbre a la hora de seleccionar sobre qué es lo que aporta y qué es lo que sobra que eleva mucho la calidad”.De todas maneras, es obligado hablar del productor del álbum porque el catalán Raül Refree está detrás de algunos de los proyectos más interesantes de los últimos años en la Península (Sílvia Pérez Cruz, Rosalía, Lina, Niño de Elche… ), como él mismo nos contaba en una entrevista en 2020. No en vano, su autor ha querido reconocérselo añadiendo el epígrafe Rodrigo Cuevas ronda a Raül Refree. “Quise que apareciera en la portada. No como un productor más, escondido en la contraportada. El proceso de creación del disco había sido tan a dúo, que creía que tenía que estar allí”.
Los quince cortes que integran Manual de cortejo son como en sus anteriores EP (Yo soy la maga, 2012; Prince of Verdicio, 2016; Embrujada/Pánico en el Edén, 2017) un compendio de la tradición asturiana, gallega o de la copla pasado por el filtro de la sensibilidad contemporánea, algo sin definir y que él mismo se divierte en llamar electro-cuplé o agro-glam, con todas sus connotaciones cabareteras. ¿Había una intención en este sentido en cada uno de los temas? “Fue una decisión canción por canción. Yo llevé las canciones, algunas más producidas, otras más crudas. Y fue en el estudio donde fuimos decidiendo qué le iba quedando mejor a cada una. Sí que teníamos un parámetro claro, que era partir de las voces y las percusiones, que es la base del repertorio vocal tradicional asturiano. Lo desnudamos todo al máximo e intentamos meter cosas que sumaran y le dieran más profundidad, que apoyaran la emotividad”.
En este proceso también participaron la banda gallega de cantantes y percusionistas femeninas Adufeiras de Salitre, para la intimista Muerte en Motilleja, la despojada Rumba De A Estierna (con la voz de Angelita Caneiro) y la contagiosa Muñeira para filla da bruixa. Y en la sentida Rambalín, de homenaje al travesti Alberto Alonso Blanco asesinado en 1976 en Gijón, está al Coro Minero de Turón y un audio de archivo de La Tarabica, otro personaje del barrio de pescadores de Cimavilla que comenta este pasado de miseria política en el país. El conjunto lleva a otra dimensión este legado popular para convertirlo, entre percusiones orgánicas y digitales y brumas eternas y sintéticas, en algo presente e inédito.