María Casares nació en A Coruña en 1922 y este año se cumple el centenario de su nacimiento. Con motivo de la presentación de la obra en Barcelona el 24 de octubre en la librería Alibri, Clara Fuertes (Aranda del Duero, Burgos, 1975) pone de relieve la figura de la musa del existencialismo francés, que protagonizó obras escritas por dramaturgos de la talla de Jean-Paul Sartre y Albert Camus, con quien mantuvo una atípica historia de amor e infidelidades.

Has dedicado muchas horas a la actriz de teatro María Casares, documentándote y novelándola. ¿Qué has aprendido de ella?

Un mundo. El mundo de María Casares: sentimientos, vocación, libertad, amor, compromiso por la vida, por el arte. Me ha enamorado este personaje, su pasión por la vida. Ha sido un regalo narrativo.

¿Cómo entras en sus pensamientos? ¿En qué te basas, en su autobiografía, en las cartas a Camus?

La documentación fue muy extensa. Pero yo quería centrarme en el lado más personal y sentimental de María Casares y, para hacerlo, trabajé con la correspondencia que María y Camus se intercambiaron durante años (tuve que traducirla del francés) y con su propia biografía, “Residente Privilegiada”.

Para llegar hasta María, tuve claro desde el principio que necesitaba dos voces narrativas; por un lado estaba María, en forma de soliloquio, una figura teatral perfecta para ella y para abordar su caos, sus pensamientos, su manera de sentir extrema, sus silencios y soledades, su felicidad y sus tristezas, ese todo y nada que la definía y, en contraposición al desorden de María, una voz serena, profesional, quizá la de un futuro escritor que contara su vida de manera cronológica en forma de artículo para que el lector no se perdiera en las divagaciones de María.

Clara Fuertes: “La documentación fue muy extensa. Pero yo quería centrarme en el lado más personal y sentimental de María Casares” | Ángel Manso

No es la primera vida que novelas. Ya lo hiciste con la escritora Irène Némirovsky en “Mi querida Irène”. ¿Te gusta recuperar historias de mujeres artistas que deberían ser más conocidas y reconocidas?

Desde luego, para mí es un compromiso narrativo contarnos, hablar de las mujeres, no solo conocidas o reconocidas, también anónimas. Me duele nuestra invisibilidad.

El caso de María Casares es especialmente sangrante. Ella fue una gran actriz, brilló por sí misma, por su trabajo, por su esfuerzo, fue amada en Francia, admirada y respetada. Actuó en cientos de escenarios, fue reconocida internacionalmente como una de las mejores actrices de teatro del siglo XX y, sin embargo, para nosotros, para su propia gente y patria, ha sido y es, todavía hoy, una completa desconocida. Y creo que se merece que reivindiquemos su figura, que la conozcamos. Sacarla del olvido, ese ha sido mi objetivo; mi gran deseo es que nos sintamos orgullosos de ella, de todo lo que consiguió, de quién era, de su tesón; que se estudie su vida, al menos, en los centros de enseñanza de interpretación.

Ella fue una gran actriz, brilló por sí misma, por su trabajo, por su esfuerzo, fue amada en Francia, admirada y respetada

“Vivir es sentir, sin amarguras, todas las edades”, decía María Casares. ¿Crees que tenía la virtud de saber vivir, también, todas las horas, y de ahí el título de tu libro?

María quiso muchas veces morir, pero siempre eligió la vida. Vivirla intensamente. “Todas las horas del día” es un título homenaje a la vocación de los artistas que nunca tenemos horas suficientes para perfeccionar nuestro arte. Y es que ese es el verdadero éxito de un oficio, las horas. No hay horas para el trabajo que amas.

¿Cómo definirías la relación entre María y Camus? Tantos años de amantes, infidelidades y entrega desmedida…

Como el todo y la nada. Ellos mismos se definieron así. Su relación duró doce años y, durante todo este tiempo, solo interrumpido por la muerte del escritor, se amaron con pasión, incondicionalmente; fue un amor real, valiente, compañero. María le amó toda la vida, le amó incluso cuando se casó. Camus fue su gran amor.

La María de tu novela confiesa que ama a Camus con sus contradicciones, sus desvaríos, su mujer y sus otras amantes. ¿Se entiende esta forma de querer?

Se entiende si eres como ellos, libres, sin prejuicios. Para María una hora con Camus compensaba cualquier ausencia.

El exilio la marcó totalmente…

La marcó en todos los sentidos, no solo como persona, también a nivel político e intelectual. Al principio, madre e hija, se tomaron el exilio como la única manera de ponerse a salvo de la Guerra Civil y huir del miedo y el dolor, pero ninguna de las dos fue consciente de lo que significaba marcharse, tampoco de lo que duraría la guerra y, mucho menos, de que jamás volverían a casa ni a su patria, y prueba de ello, fueron sus maletas llenas de un todo inservible. Sin embargo, el exilio las unió. Les hizo fuertes. Estaban solas y tenían que comenzar de cero. Y así lo hicieron.

El exilio las unió. Les hizo fuertes

Airas, el periodista que creas en la novela para entrevistar a María Casares, asegura: “Quien dijo que la Guerra Civil se había terminado en el treinta y nueve fue un insensato”. ¿Es María un ejemplo de ello, con ese halo de supervivencia y nostalgia a la vez?

María y tantos miles de exiliados, detenidos y represaliados de la posguerra. María, además, tuvo que sufrir el estigma y la repudia de una España franquista por ser la hija de un líder republicano, y, después, durante la transición y nuestra joven democracia, en cierta manera, sufrió la dejadez política.

¿Personifica la pasión y la soledad, el vivir intensamente y el no poder deshacerse de una España que no existía?

Sí, personifica su nostalgia, la infancia perdida, la patria. Pensaba en España con tanta melancolía que dolía. Y, de alguna manera, su vuelta a España, a la muerte de Franco, para representar la obra de Alberti, “El adefesio”, fue su punto de inflexión. Siempre anheló volver, y cuando lo hizo, sintió que el mundo que ella había amado ya no existía. Darse cuenta de ello fue muy duro.

Pensaba en España con tanta melancolía que dolía

¿Quién era María en los escenarios?

María era una sala de teatro llena. Era un público entregado a su arte, era la vida misma interpretándose. Ella siempre dijo que el teatro era su vida: ‘Para mí actuar es como hablar, algo natural, me sale solo, sin esfuerzo’.

Se refugió en el teatro. ¿Crees que el arte cura?

Lo creo. Cura y mitiga el dolor. Y si no lo cura, al menos lo adormece bastante. El arte es el hogar de la gente creativa y sensible. Es un templo.

A pesar de los actos del centenario del nacimiento de María Casares, ¿sigue siendo una desconocida, o ya se va recuperando su nombre y su memoria?

Sí, todavía queda mucho por hacer, aunque este año se han hecho actos en su honor, sobre todo en su tierra, A Coruña, no es suficiente. Yo, por mi parte, seguiré hablando de ella, seguiré reivindicando su figura, seguiré amándola y deseando que la gente se acerque a ella “Todas las horas del día”.

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