Bajando por la calle hacia el mar como hace el bus V25, en la calzada de la vieja trama Cerdà, donde antes pasaban y aparcaban coches, ahora hay bancos y el sol pintado de colores llamativos. Y un poema de Miquel Martí i Pol: ‘El pueblo es todo, el principio y el fin,…’ . Y macetas grandes con árboles que prefirieron un buen alcorque.
A la izquierda se observa un edificio singular: el antiguo recinto fabril de Can Framis, ahora museo de arte contemporáneo de la Fundación Vila Casas, una construcción gris rodeada de un magnífico bosque de álamos, chopos y encinas sobre una alfombra de hiedra. Allí se pueden encontrar por las tardes los niños de la escuela que se encuentran al otro lado de la calle Sancho de Ávila, la Flor de Mayo. Este tramo callejero fue peatonalizado con los primeros cambios de la configuración inicial de la superilla. A cambio de dejar bajar el bus y tráfico motorizado por Roc Boronat, se eliminó de esa zona. La presencia de la escuela ha ayudado a convertirlo en lo más exitoso de la zona. Allí se congregan decenas de niños cada tarde a la salida de la escuela y, bajo la atenta mirada de padres, madres y los seis guardianes de la superilla, unas monumentales esculturas cedidas por el Museo Can Framis, disfrutan de las mesas de picnic, de uno de los tres parques infantiles creados con la superilla y de un espacio en el asfalto donde las pinturas no son de carriles de circulación o aparcamiento de vehículos, sino de juegos para los niños. Es muy habitual encontrarse la celebración de cumpleaños. El revuelo infantil cambia a atmósfera silenciosa el resto del día. Silencio y, con suerte, algo de sol, es la combinación perfecta que disfrutan algunos de los trabajadores de la zona cuando comen su tupper solos o compañía. Otras veces, es algún lector solitario o alguna persona mayor a la que pasean en silla de ruedas.
En la esquina adyacente al parque infantil y al de abajo, dos restaurantes de inmensas terrazas dan fe de que el éxito de la superilla va de la mano de los locales que se encuentran allí. Entre uno, el Sopa, y el otro, el Catacroquet, se pueden observar alcorques plantados por el vecindario, preciosos y con una gran variedad de plantas. Posiblemente de los mejores que se pueden encontrar del programa Apadrina un Alcorque.
Al llegar a la esquina de la calle Almogàvers, una vez superado el bosque de terrazas, se puede ver a la izquierda una de las partes más espectaculares de la superilla: un tramo urbanizado en forma de chicane, al pie del edificio de tonos azules de vivienda protección oficial. Se combinan un parque infantil, varios parterres grandes con plantas y árboles y pavimento de color rojo. Aunque el paso a los vehículos de motor, como en toda la superilla del tramo peatonalizado frente a la escuela, está autorizado (a baja velocidad y respecto a la preferencia de peatones y bicicletas), la forma de la vía y el color del suelo invitan a circular cuidadosamente por un espacio donde el coche se siente un invitado.
Atravesando la calle Roc Boronat, comienza el icónico tramo que emula una pista de atletismo. Termina en el cruce con la calle Ciudad de Granada, liberada de tráfico motorizado, donde, paradójicamente, se encuentran un concesionario de coches y dos talleres de motos. Girando a la derecha desde la pista, se encuentra la entrada a un interesante interior de manzana, el de la Plaza Dolors Piera, con un pequeño charco de agua, pérgolas, abundante vegetación y superficie permeable para drenar el agua de lluvia. Un auténtico refugio climático en el que protegerse de las altas temperaturas cada vez más habituales. En esta misma zona, se le ha añadido recientemente la puesta en marcha de un huerto comunitario gestionado por el vecindario de las viviendas de protección oficial que rodean la plaza, un espacio donde el cultivo más importante es el de las relaciones entre el vecindario.
Hace más de 6 años que la superilla de Poblenou, en septiembre de 2016, se inauguró rodeada de polémica. Ahora, puede afirmarse con rotundidad que se ha convertido en un éxito. Un espacio lleno de vida, a ratos con un silencio que invita a lectura o la reflexión y permite escuchar el canto de los pájaros y otras veces con la animada vida de los niños que juega y el vecindario y trabajadores de la zona que se ahí relacionan. Y ha servido de aprendizaje e inspiración a actuaciones posteriores como la superilla de Sant Antoni o los Ejes Verdes del Plan Superilla que llevan al Eixample la ambición de una ciudad más silenciosa, con una movilidad más calmada y un aire más limpio .
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En Almogavers 215 a 227
Reclamamos insistentemente al ayuntamiento en instancias … y en audiencia … y a la GU policiadebarrio …
Un control del trafico por esta calle ?
! “ pacificada “ ?
Ya que hay un trafico extraordinario y unas aceras para circular y aparcar vehiculos comerciales y todas las aceras se utilizan x las tardes para aparcar coches … incluso en sentido contrario …!
Los niños que juegan en la zona infantil corren el peligro de ser atropellados …!