Este artículo es un recorrido no-exhaustivo por la consolidación política de quien nos hizo ver la importancia de ser libres: Ayuso, o la dama libertadora.

Marzo de 2019. Una semidesconocida Isabel Díaz Ayuso está enfrascada en la precampaña de las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid. En este contexto, la presidenciable, que es designada apenas unos meses antes de esta fecha, da unas declaraciones que resultan un tanto extrañas: “los atascos son una seña de identidad de Madrid”. La política madrileña inicia así una deriva de reivindicación del carácter madrileño y de la libertad de poder hacer lo que a uno le venga en gana (en este caso: conducir sin ninguna restricción o límite, ya sea medioambiental o de cualquier otro tipo) que irá escalando y acumulando hitos hasta la absoluta normalización y falta de sorpresa ante un discurso otrora peculiar.

Mayo de 2019. Ayuso obtiene la presidencia de la Comunidad de Madrid, por primera vez, gracias a un pacto de gobierno con Ciudadanos y a la suma de los votos de Vox que, en cambio, quedará fuera del nuevo gobierno. A decir verdad, en mayo se celebran las elecciones, pero el acuerdo tardará cerca de dos meses en llegar. Sea como fuere, el ayusismo se inicia propiamente aquí, y comenzará de una forma relativamente tranquila, sin un discurso demasiado disonante, como si fuera en reserva, hasta que el mundo cambió para todos.

Marzo de 2020. La pandemia por la COVID-19 es ya una realidad. Desde que en los últimos días de 2019 comenzamos a recibir noticias, desde China, de este extraño y muy contagioso virus, han pasado menos de tres meses pero, por primera vez en democracia, se decreta un estricto confinamiento para toda la ciudadanía. Las dos semanas iniciales se extenderán bastante más y, para cuando se pueda salir de casa, nada será ya igual: bienvenidos/as al mundo de las restricciones. 

En este contexto, el perfil político de Ayuso comienza a tomar cuerpo: se le ha encontrado un sentido último a su figura, deberá ser la adalid de la libertad, siendo siempre el contrapeso de un gobierno del Estado, presidido por Pedro Sánchez, empeñado en impedirnos hacer una vida normal. Ha nacido una estrella.

Mayo de 2021. Afianzada y confiada, Ayuso, que es ya muy reconocible en sus gestos y en su discurso, adelanta las elecciones a la Asamblea de Madrid, sabiéndose ganadora de antemano. Su estrategia pasa por la pretensión de gobernar en solitario, sin la rémora de un partido en plena zombificación, como era ya Ciudadanos. La jugada le sale perfecta: gana con mayoría absoluta y, si había alguna mínima cortapisa a la hora de apostar fuerte por el discurso de una libertad resumida en la facultad para poder tomar unas cañas, ya nunca más la habrá: Ayuso será el símbolo de la resistencia hostelera porque ella es, ante todo, la resistencia libertaria. Más fuerte, más libre, más Ayuso.

Febrero de 2022. Terremoto en el PP nacional. Pablo Casado, líder del PP, atisba que la figura de Ayuso no para de crecer mientras que la suya está, siendo benévolos, atascada. Sí, Ayuso era su amiga y fue designada como candidata por él cuando apenas nadie sabía quién era, pero en apenas tres años la situación ha cambiado totalmente, ella tiene poder institucional y él no, ella tiene un discurso y un carácter reconocible y él no (pues Casado se ha convertido en presa de la basculación entre el discurso ultra próximo a Vox y el discurso más moderado, difuminando así su personalidad política). 

En este contexto, Casado se atreve a lanzar un órdago a Ayuso, a enfrentarse a ella: el hermano de la presidenta parece que podría, presuntamente, haber cobrado unas comisiones desorbitadas por la venta de material sanitario en los peores momentos de la pandemia. Sí, Casado trata de derrumbar el pedestal ético-moral en el que se había aposentado Ayuso. No obstante, el aún presidente del PP mide mal sus fuerzas y acaba defenestrado: en breve, será forzado a abandonar la presidencia del PP y habrá una limpieza radical en su partido.

Mayo de 2023. Las elecciones a la Asamblea de Madrid arrojan unos resultados incontestables: mayoría absolutísima de Isabel Díaz Ayuso. No quedaban muchas dudas de quién había ganado el pulso interno en el PP de 2022, pero por si alguien aún andara algo despistado, las urnas lo confirman: Casado fue el desleal y Ayuso sigue siendo la intachable adalid de la libertad.

Enero de 2024. Ayuso ya es celebérrima, en sus declaraciones políticas ya nos ha familiarizado con escuchar ETA, terrorismo, independentismo, comunismo, ruptura de España… en apenas unos segundos, todo junto y a propósito de cualquier tema. 

En este contexto, la presidenta de la Comunidad de Madrid hace referencia a Cataluña diciendo que tras los cierres de las plazas de toros, viene la sequía, arguyendo o sugiriendo una suerte de relación de causalidad que asombra a propios y a extraños. Sin embargo, a estas alturas estas declaraciones tampoco llaman tanto la atención: es apenas un peldaño más en una senda muy, pero que muy reconocible.

Febrero de 2024. En la Asamblea de Madrid, Ayuso parece asumir por primera vez de forma implícita el protocolo de no-hospitalización de las personas con COVID19 que estaban en las residencias públicas de su comunidad autónoma dado que, según sus propias palabras, “no se salvaban en ningún sitio”. En este sentido, la presidenta da otro paso más al estimar que la libertad debe anteponerse incluso al criterio médico: la libertad de poder decir lo que le dé la gana, sabiéndose intocable.

Corolario. Sin duda alguna, el fenómeno Ayuso es digno de estudio. Lo es en la medida en la que cuesta creerlo, pero es real. En apenas cinco años, Ayuso ha pasado de ser una desconocida a no solo una muy respaldada (en los votos) presidenta de la Comunidad de Madrid, sino que se ha convertido en el azote de Pedro Sánchez y, muy por encima de eso, la defensora a ultranza de una nueva forma de entender la libertad: la ilimitación para hacer lo que a uno le venga en gana, siempre y cuando eso no sea romper España o determinado concepto de familia, por supuesto. Podríamos hallar al menos 7291 razones para comprender el éxito y los riesgos de su fenómeno, pero deberemos seguir con atención lo que acontece, pues la función sigue, the show must go on.

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