Recientemente compartían, a través de una cuenta de X (@CapitalistHours), una captura de pantalla de una noticia del año 2021 de Infolibre. El titular rezaba así: “Adiós al mito fiscal: bajar los impuestos a los más ricos ni impulsa el PIB ni baja el paro, sólo aumenta la desigualdad”. La noticia en cuestión resumía algunas de las conclusiones de un informe que analizaba las reformas fiscales de los últimos 50 años en 18 países de la OCDE. Aún asumiendo que las conclusiones del informe apuntaran realmente en la dirección de señalar una injusticia redistributiva cabe pensar que, tal vez, el titular de la noticia era manifiestamente tendencioso o, cuando menos, atrevido. Sugiero un planteamiento alternativo. ¿No podría ser que, a decir verdad, tal vez no hemos bajado suficientemente los impuestos a los ricos para que dichas medidas surtan efecto? ¿No cabe pensar así? ¿No deberíamos pensar que ya nos regalan mucho, los ricos, compartiendo (más o menos) el mundo con nosotros? Algún día, durante el fin del mundo, los echaremos de menos, cuando se retiren a sus búnkeres…
El sentido de la adopción de la raíz anarco- por parte del anarcocuñadismo parte de la premisa de un rechazo al Estado como artefacto ilegítimo, como usurpador de recursos y esfuerzos. En en este contexto, los impuestos son considerados estructuralmente un robo pues, ya sean muchos o sean pocos, se recaudan mediante la coerción, sin posibilidad de que cada individuo decida adscribirse o no a ese contrato social y, por lo tanto, vulnerando la libertad de cada cuál para asociarse (o dejar de hacerlo), pagando así tanto aquello que podría desear pagar, como aquello que no.
Y sí, el anarquismo cuestiona también los fundamentos mismos del Estado. Con sus diferentes corrientes y matices, Bakunin, Kropotkin o Bey, por poner solo algunos ejemplos, se enzarzan en una lucha encarnizada con el socialismo por pensar una alternativa al modelo capitalista. No entraremos en detalle, pero el anarquismo es puñeteramente diferente al socialismo, sí.
No obstante, el anarcocuñadismo se dice capitalista y, aunque reivindica la raíz anarco-, esta no es realmente tal. Más bien, el rechazo al Estado es el rechazo a un interventor que pueda modular la acumulación privada de riqueza. Pero no es un rechazo per se a los cuerpos policiales y de seguridad, al estamento judicial y, en definitiva, a una serie de instituciones mínimas que, casualmente, funcionan bien (o deben hacerlo) para garantizar y proteger el derecho a la propiedad privada. Es decir, Estado, sí, pero para proteger lo que es mío. Para todo lo demás… nos sobra el Estado. ¿Sanidad pública? No, por favor, podemos tener mutuas y seguros privados, o incluso decidir que nuestra salud no nos importa demasiado (¿y cómo nos iba a importar entonces la de los demás?). ¿Educación pública? Aún mucho peor: ¡eso es adoctrinamiento!
Los argumentos en contra de la legitimidad del Estado, entendido como órgano al que se le otorga el monopolio de la violencia y, por lo tanto, una enorme fuerza coercitiva, no son solo un sugerente motivo de estudio, sino que tienen un hondo sentido que merece la pena revisar. Por tal razón, las diferentes corrientes anarquistas revisten interés, se compartan sus conclusiones o no. Así mismo, y por las mismas razones, los argumentos a favor de la necesidad de un Estado fuerte, se esté de acuerdo o no con ello, también pueden tener cierto interés (aunque, si se me permite, estas gentes suelen ser más aburridas). No obstante, el Estado de Schrödinger, un Estado que está a la carta, para lo que queramos, pero solo un poquito, porque en realidad nos da asco su existencia, pero tampoco nos viene mal si nos protege de los pobres… esto tiene, cuando menos, algo de cinismo corrosivo.
Que quede clara una cosa: efectivamente, pagar impuestos es un coñazo. Las élites lo saben bien. Pero hace ya tiempo que no aspiran a salvarnos: somos aburridos, nos merecemos el tedio. Así que… Estado, sí… pero no para todo el mundo. Esa ha sido la conclusión.
Así, debemos favorecer que los ricos paguen cada vez menos impuestos o, incluso, que no paguen ninguno: esto nos acabará beneficiando. Si el titular de Infolibre parece apuntar a lo contrario podría ser, insisto, porque no se ha profundizado de forma contundente en esta dirección de desescalada impositiva. Habrá que bajarlos más. Quizás, ese tipo de medidas acaben repercutiendo en un incremento del PIB, en una bajada del paro y en una reducción general de la desigualdad. O quizás no, quién sabe. Pero es que tal vez el beneficio está en otra parte: en que podamos gozar dichosos de la alegría de los ricos, observando cómo se realizan a cada momento, cómo se divierten, que instruyan al mundo con su ejemplo y que, en definitiva, nos puedan decir que no pagan impuestos pero que hacen algo mejor, aquello de “soy rico: os pago con mi mera existencia”.


