En Catalunya, hace falta más valor para ser moderado que para ser extremista. La boutade saltó durante una conversación que mantuvieron Joan Coscubiela y Santi Vila en el Círculo de Economía. Supongo que a los dirigentes independentistas que están en la cárcel no les haría ninguna gracia. Como tampoco se la debe hacer a quienes viven señalados con el dedo por ser del bando maldito. Pero la frase sólo pretendía subrayar el arrojo que hay que tener para ir de moderado en una sociedad tan polarizada como la catalana.

Hoy por hoy, somos cuatro gatos, despachados como equidistantes. Un epíteto simpático que, en el mejor de los casos, es sinónimo de gilipollas, y en el peor de colaboracionista. A quienes asumen este papel desde el soberanismo, como el ex conceller Santi Vila, unos les echan en cara persistir en un empeño inútil frente a un Estado franquista, y otros, ya se imaginan de que les acusan. Y a quienes asumen la moderación desde la izquierda, como Joan Coscubiela, unos les achacan hacer el juego a la derecha española más corrupta, y otros, pues lo mismo que a Vila: haberse vendido al enemigo por un plato de lentejas.

Así están las cosas. O así estaban, hasta hace poco. Mi impresión es que algo empieza a virar. En el acto del Círculo de Economía había mucha gente. En la presentación del libro de Joan Coscubiela, hace unas semanas, estaba petado. Y en la del ensayo de Santi Vila, también. Me parece observar un nuevo clima. Puede que incipiente, pero relevante. Nada comparado, por supuesto, con las movilizaciones del domingo pasado. Ni siquiera con las que organizan los otros.

Somos pocos todavía. Pero noto cierta hambre de moderación. Entre personas de distinta procedencia unidas por algunas cosas. La necesidad de recuperar la razón y dejar de lado demasiadas emociones. La urgencia de más política, menos jueces (con el correlato de la salida de los presos de las cárceles) y menos soflamas. El pavor ante la fractura social. El miedo a la cronificación del conflicto. El rechazo al relato delirante de muchos medios (aquí y allá). El horror ante el deterioro de la salud democrática (allá y aquí). El pasmo ante la demagógica desabrida de las redes sociales (de todas, o casi todas).

La rebeldía intelectual frente a la fatalidad de la historia. Y la voluntad de dar más protagonismo a los partidos políticos, por malos que sean, y menos al populismo salvador. Puede que hoy todavía seamos cuatro gatos. Pero creo que si todo sigue así, acabaremos siendo más. Suficientes para levantar una plataforma de moderados. Que sería la más radical de las iniciativas.

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Periodista i escriptor

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