Todas las grandes capitales españolas se resienten de la falta de habitaciones a precio reducido que reúnan las mínimas condiciones de salubridad, higiene y comodidad a que toda persona tiene derecho y que, ofreciendo, a sus clases un hogar modestamente confortable les haga agradable la vida de familia.
A consecuencia de esta carestía de viviendas se ha producido una aglomeración de gente en todos los barrios obreros, donde se realquilan pisos enteros y habitaciones a precios realmente exorbitantes y en donde viven en espacios incomprensibles docenas de personas sin agua, casi sin luz y sin la menor precaución higiénica.
De no ser por su estilo el texto podría ser rabiosamente contemporáneo. Prosigue durante algunas páginas más. En ellas se habla del drama del barraquismo y de la misión patriótico consistente en dotar a las clases humildes de una vivienda digna. Es el Real Decreto del 3 de febrero de 1927 que funda el Patronato de la Habitación de Barcelona.
A lo largo de esa década la inmigración masiva, que en otro artículo debería estudiarse desde el racismo que generó en algunos partidos políticos, hizo que la población de la Ciudad Condal casi alcanzara el millón de personas y subiera en más de trescientos mil habitantes. Ello explicaría la proliferación de tantos rincones que en su momento quisieron aspirar al sueño de una ciudad jardín. Pienso en el barrio de la Font de la Guatlla en Montjuic, con viviendas destinadas a empleados municipales, o en los innumerables pasajes donde es posible contemplar fechas que oscilan entre 1925 y 1930, momento del auge de este tipo de construcciones como corroboraría el precioso, un oasis entre bloques de pisos, pasaje de Tubella en Les Corts.
Una década antes los pioneros en este esquema habitacional fueron los periodistas, de ahí que la zona superior de plaça Sanllehy lleve su nombre. Nuestros antepasados de profesión crearon una cooperativa para abaratar costes. Construyeron más de cincuenta casas baratas que también llenaron espacios en Horta. En algún momento recibieron críticas por la escasa modestia de sus propiedades, más propias de señoritos.
Los militares también participaron de este entusiasmo. En 1922 el mismísimo Alfonso XIII viajó hasta Barcelona para inaugurar el primer fruto cooperativista entre compañeros de armas. Estaba situado justo al lado del Cuartel de Girona, hoy en día un magnífico parque municipal que conserva la entrada lateral del recinto, y ocupaba las actuales calles de Sant Antoni Maria Claret, travessera de Gràcia, Castillejos y Cartagena. Las viviendas son del arquitecto Enric de Babot i Frayse, quien también planificó las siguientes que veremos en nuestro recorrido. Consistían en una sencilla fachada con frontón triangular, cerámica cuadrada verde para decorarlas y un interior austero complementado con un patio a usar como huerto o jardín.
De este núcleo inicial sólo sobrevive una en el número 378 de travessera de Gràcia, justo al lado del Hospital de Sant Pau. Está a pocos metros del passatge Costa y eso me hizo pensar en su relación con el bloque ha resistido mejor los embates del tiempo, el de Tinent Costa que encontramos entre passeig Maragall i l’avinguda Verge de Montserrat. Sus inmuebles están protegidos por ley, se edificaron en 1928 y llevan el nombre del valenciano Vicente Costa Blasco, promotor de la cooperativa de casas baratas para militares. El grupo se halla entre las calles Mascaró, Caldes de Montbui i Torre dels Pardals, donde hubo una impresionante finca con ese nombre, y destaca porque aún mantiene casi íntegros todos sus elementos arquitectónicos. De hecho, es recomendable visitarlo porque en el pasaje no hay ninguna construcción moderna y es maravilloso imaginar la tranquilidad del lugar cuando se proyectó.
Es posible que Enric de Babot hiciera fortuna a partir de estos pisos para sargentos. Así lo ratificaría la similitud con el conjunto de otras casas cercanas, visibles en el carrer de Llobet i Vall-llosera o en el dels Garrofers, con esas características cerámicas cuadradas.
Otro dato sorprendente, nada difícil de localizar con una mínima búsqueda, es la suerte que corrió el promotor. El teniente Costa fue fusilado en el castillo de Montjuic el 5 de agosto de 1938 por ser quintacolumnista en la Barcelona republicana de la Guerra Civil. Que yo sepa, y es algo que indica la inapetencia del servicio documental de nuestro ayuntamiento, en los cuarenta años de segunda Restauración nadie se ha parado a investigar sobre su nombre.
Costa Blasco aparece en la Gaceta Municipal del 22 de septiembre de 1930. Pidió instalar un polvorín en los terrenos denominados Casa Vélez. Desestimaron su propuesta, había alguien cuerdo a los mandos, por el peligro que implicaba. Si acudimos a este punto de la ciudad, asimismo perteneciente al Guinardó, daremos con una serie de viviendas del mismo tipo que aún aguantan la modernidad en un tramo del carrer de Sant Quintí, en parte del carrer de la Torre Vélez y en el passatge de García Cambra, donde se mantienen firmes en su lado inferior. En su inicio una placa en castellano nos informa que el hombre que da nombre a la calle se llamaba Mariano, y por eso hasta pensé en empezar este texto con el que echaron, pero ya hay bastante sangre en esa herida.
Las casas de este pasaje no amenazan derrumbe. Son más visibles que las de la Torre Vélez, tapadas por la frondosidad primaveral. Desconozco si están protegidas a nivel patrimonial por el caos de la página municipal sobre la cuestión. Lo que sí he descubierto es que Mariano García Cambra, del cual pueden encontrarse varias entradas bien aprovisionadas en la red, fue nombrado por Franco consejero del Consejo Supremo de Justicia Militar el 12 de agosto de 1940. Por lo que se ve nadie se interesó hasta ahora en la identidad de este señor.
A principios de la legislatura este Ayuntamiento, que en su último año de gobierno está cumpliendo sus promesas con obras centradas en los barrios, prometió liquidar del nomenclátor el pasado franquista. Como consejo les diría que en el carrer Escornalbou del Guinardó vivió Frederica Montseny, primera ministra mujer en toda la Historia de Europa. Un pasaje podría ir a su nombre, tendría más sentido que la actual calle en la frontera con Sant Adrià del Besós. El otro, y sería hora que alguien rindiera justicia a su labor periodística y vecinal, podría destinarse a Josep María Huertas-Clavería, quien tuvo mucha vinculación con el barrio y sigue sin figurar en el callejero pese a haber transcurrido más de diez años desde su fallecimiento. Ojalá alguien del Consistorio lea estas líneas.




Catalunya Plural, 2024 