En un balcón de la calle del Call 14, de Barcelona, un plafón de cerámica anuncia a todo aquel que tenga el detalle de levantar la vista del suelo o del móvil: “ESTA CASA ALBERGÓ DESDE 1591 A 1670 LA OFICINA TYPOGRAPHICA CORMELLAS SU FACHADA FUE RESTAURADA POR INICIATIVA DEL EXCMO. AYUNTAMIENTO DE BARCELONA EN OCASIÓN DEL 5º CONGRESO NACIONAL DE ARTES GRAFICAS CELEBRADO EN ESTA CIUDAD EN 1956”.
Es tan solo un pequeño reconocimiento, una pista de la importancia que un invento como la imprenta tuvo para Barcelona. Desde que en 1450 Gutenberg editó su primer libro con el sistema de tipos móviles, la imprenta moderna se implantó rápidamente en todo el mundo. Barcelona no quiso quedarse atrás y se subió al tren del progreso. Primero fueron tipógrafos alemanes Nicolau Spindeler y Joan Rosenbach, más tarde, el catalán Pere Miquel y el francés Humbert Gotard. Al morir este último, le sucedió Sebastià de Cormellas, quien fundó un taller instalado durante los siglos XVI y XVII en esa misma casa en la que hoy luce discreto ese plafón. Pero estos eran solo los inicios de una gran aventura, apenas la semilla de lo que acabaría convirtiéndose en un importante sector económico para Barcelona; el punto de partida de esta ruta por el mundo editorial barcelonés.
Lo cierto es que, a pesar de esa apuesta precoz de la ciudad, no fue hasta los siglos XIX y XX cuando el sector de las artes gráficas culminó su gran desarrollo. En torno a este sector florecieron diversas industrias complementarias imprescindibles para la producción no solo de libros sino también de carteles, soportes publicitarios, cromos… Un sector que se hizo cada vez más complejo y en el que la tipografía era esencial. Al imponerse los tipos móviles metálicos, también fue necesaria la implantación de fundiciones especializadas, como la francesa Neufville, establecida en Gràcia desde 1885, o la del austríaco Richar Gans, en el Eixample. Además, desde mediados del siglo XIX, la difusión del libro ilustrado obligó a las editoriales a contactar con dibujantes y diseñadores gráficos, la mayoría formados en la escuela de la Llotja o en la de Ingenieros Industriales. Y así, sin prisa pero sin pausa, el arte se puso al servicio de esta floreciente industria.


Catalunya Plural, 2024 