“El sistema judicial es machista. Incluso misógino. Y así lo demuestran los casos de La Manada y de Juana Rivas, que se han cerrado con sentencias disuasorias para futuras denuncias”. Así habla Gemma Altell, psicóloga social especializada en violencias de género, en referencia a los dos últimos casos judiciales que han supuesto una sacudida a la lucha contra las violencias de género. La libertad provisional de los miembros de la Manada y la condena a cinco años de prisión para Juana Rivas, “no sólo dicen que lo denunciado no es delito, sino que victimizan y culpabilizan a las mujeres”, añade.

Iniciar una denuncia por agresión machista en un sistema “en el que falta perspectiva de género” es iniciar un proceso que será largo y “doloroso” para la víctima, tal como explica Altell. Las mujeres que han decidido emprender este camino han aumentado en un 8% en Cataluña desde 2010, según la última Encuesta de Violencia Machista (EVMC) elaborada por la Generalitat. Este, sin embargo, no es el dato más importante. Y es que aunque las denuncias hayan aumentado, se debe tener en cuenta que el 80% de mujeres que han sufrido violencia machista no consideran que las agresiones vividas sean hechos delictivos. Y sólo una de cada cuatro de las restantes acaba denunciando. Todo ello teniendo en cuenta que el 17.6% de mujeres catalanas afirma haber experimentado violencia machista.

“Hay una obsesión con las denuncias, pero no son lo más relevante: la punición es importante, pero tenemos que trabajar para hacer que las mujeres agredidas se puedan recuperar, para hacer que este 80% tenga un espacio para digerir y desnormalizar las violencias menos graves”, asegura la psicóloga. Es la “desigualdad aprendida” de las mujeres la que explica la baja percepción de delito en las agresiones machistas, según Meritxell Benedi, jefe del área de empoderamiento personal de la Fundación Surt. Asimismo, también considera esta desigualdad como la responsable del 14.5% de mujeres víctimas de violencia que afirman sentir culpabilidad y vergüenza en la EVMC.

“Muchas veces oímos aquello de ‘si te pega, ¿por qué no le dejas?’. Más allá del vínculo emocional con el agresor, no es fácil cortar los abusos. Pero la violencia está rodeada de un sistema patriarcal que la consiente y que hace parecer que, si no denuncias es porque, o bien te has buscado esta situación, o bien porque el exageras”, apunta Benedi. Toda esta presión y cuestionamientos no sólo pone trabas a la denuncia judicial, sino también al proceso de recuperación.

Por ello, el departamento de empoderamiento de la Fundación Surt trabaja la superación emocional de las mujeres; “Reconocerte como víctima te deja en una situación de vulnerabilidad e inferioridad aún más grave”, considera Benedi. Así, antes de enfrentarse a “la victimización secundaria” que supone el inicio del proceso de denuncia, hay que “curarse y recuperar la autonomía y capacidades para que cuando decidan denunciar lo hagan en las mejores condiciones posibles”, aseguran desde Surt. “Focalizar la recuperación en la denuncia es un error”, concluye.

Manifestación del 8M | OLMO CALVO

El periplo judicial de la violencia machista

Y es que los expertos consideran que hay que ser muy cuidadoso antes de recomendar una denuncia a una mujer que ha sido víctima de violencia en un sistema judicial al que “le falta perspectiva de género, incluso cuando las jueces son mujeres”, explica Ester Costa, abogada del colectivo Ronda, especializada en violencia machista. Costa se refiere a juezas como Raquel Fernandino, a quien le fue encomendado el caso de La Manada: “las mujeres con poder de decisión han adoptado formas masculinizadas para poder tener voz en un mundo de hombres”, dice. Y considera que esto provoca que en los juicios por violencia machista “no haya piedad”.

Costa alerta que cuando una mujer se dispone a denunciar, debe prepararse a sentirse “victimizada y cuestionada”. En los juicios por violencia física, si no se cuenta con un informe de lesiones como prueba, la declaración de la denunciante debe ser “contundente”. Además, si hay un móvil espurio para la demanda, como el que se da cuando hay procesos de divorcio y custodia abiertos, “la veracidad de las agresiones se puede poner en duda”, explica Costa. Y es que, tal como dice la abogada, “es necesario que el sistema judicial se asegure antes de emitir sentencia, pero en momentos tan traumáticos falta un acompañamiento profesional que no se proporciona y se acaba rayando el maltrato por parte del sistema” .

Esta falta de acompañamiento comienza ya en el principio del proceso, cuando una mujer se dirige a la comisaría de los Mossos d’Esquadra para interponer la denuncia. En este momento, existe el derecho a ser asistida por un especialista en violencia de género, pero esto supone que “a menudo hay que esperar bastante a que haya alguien disponible, lo que hace que muchas veces hagan la denuncia solas”, apunta la abogada. Esto lleva al primer error, que alargará el proceso y llevará a cuestionar a la víctima. En estos casos, se denuncia el hecho puntual que las ha llevado a hablar con la policía, “pero nadie les pregunta por los antecedentes. La violencia física nunca es un hecho aislado. Y estas agresiones anteriores, que no figuran en la denuncia, no suelen salir hasta que las mujeres llegan al juzgado de guardia”, cuando sí son atendidas por un abogado.

Así, añadir elementos al relato una vez interpuesta la denuncia puede ser visto “como un intento de última hora de agravar los cargos”, asegura Costa. Por eso a menudo es difícil mantener la contundencia requerida en el discurso de una víctima de violencia de género. Y es aquí cuando vuelve a cobrar importancia el 80% de mujeres que no consideran que las agresiones sufridas sean delito: “muchas veces, una vez iniciado ya el proceso e interpuesta la denuncia, van añadiendo experiencias vividas que antes no consideraban violencia, porque que nadie las había acompañado nunca”.

Es por ello que las condenas -y denuncias- por violencia psicológica son las menos numerosas, a pesar de ser el tipo de agresión más común. Ante una violencia que no es cuantificable, que no rompe huesos ni deja moratones, “o hay una secuela importantísima, o lo más normal es que acabe en una absolución. Y es que el sistema desconoce totalmente el ciclo de la violencia machista”, sentencia Costa. Un sistema que tampoco puede hacer uso de las Leyes contra la violencia, ya que por falta de dotaciones presupuestarias que faciliten formación de profesionales y aseguren acompañamiento y protección a la víctima, “se han quedado en unas preciosas declaraciones de intenciones. Pero nada más”, añade la abogada.

Encuesta de Violencia Machista de Cataluña 2018 | Generalidad de Cataluña

No sólo desmontar el amor romántico

“Cuando oímos hablar de violencia de género, a menudo pensamos en violencia dentro de la pareja. Nos vienen a la cabeza amores disfuncionales que, sabemos o queremos creer, que no son mayoría”, apunta Gemma Altell. Esta imagen ha sido creada a través de una interpretación de administraciones y medios de comunicación que la psicóloga considera “simplista: el titular fácil es hablar sólo de los asesinados o maltratos de pareja”. Estas violencias, que acotan el círculo del abuso, eliminan el componente aleatorio que demuestra que el machismo es una “lacra social, no de pareja”. En esta línea, cabe destacar que la EVMC habla de que un 70.1% de agresiones se producen por desconocidos -y no por parejas, conocidos o familiares.

Así, Altell considera que “si pensamos sólo en amores convulsos, hablar de un 17.6% de mujeres víctimas de violencia puede parecer exagerado. Pero, realmente, si tenemos en cuenta el alto número de agresores desconocidos, la cirfra se nos queda corta. Y si fuéramos capaces de reconocer todas las agresiones que tendemos a normalizar, el número crecería exponencialmente”, apunta. Por ello considera que las campañas contra la violencia machista no deben ir sólo enfocadas al asesinato o la violación: “tienen que atacar aquellas formas de violencia más cotidiana, para identificarlas y condenarlas. Una vez hecho esto, ya no será necesario hacer ningún anuncio alertando de los feminicidios”.

Desde esta perspectiva pedagógica, las expertas consultadas también consideran “grave” que entre la última -y primera- encuesta de violencia machista de la Generalitat (2010) a la actual hayan pasado 8 años (aunque los datos fueron recogidos en 2016). Consideran, pues, que se necesitan todas las fuerzas posibles para denunciar estas otras violencias, sobre todo aprovechando el empuje del movimiento feminista que despuntó el 8 de marzo y mostró músculo en las manifestaciones de apoyo a la víctima de La Manada o a Juana Rivas. “Pero no debemos olvidar que la feminista es una revolución personal, que debemos alcanzar nosotras primero para hacerla global”, recuerda Altell.

Así, Meritxell Benedi reclama que “debemos entender y denunciar que que nos toquen en el metro o el sexo no deseado, incluso en pareja, son agresiones. Que los comentarios sobre el físico son violencia. Y no debemos normalizar. No debemos sentir vergüenza si nos dicen que somos unas exageradas. No debemos sentirnos culpables cuando se nos recrimine, desde la seguridad de la distancia, el ser víctimas. Ni el no denunciar “.

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  1. sufro violencia de genero descriminacion e amenazas por un catalan my cliente.desculpa mi espanol e no puedo hablar mas que pocas palabras….
    el me habla como un dueno e me insulta e amenaza por yo ser de otro pais,y solo queria tener paz e dar una vida digna a mis hijos…estoy deprimida e me siento una basura…soy escort e el é un cliente que nadie hablaria que el tieni dupla personalidad..cara de bueno chico e se veste de executivo fino….lo siento no puedo mas..