La vida de Carmen Valls se caracteriza por una combinación de activismo político y el ejercicio de la medicina. Se ha especializado en endocrinología y perspectiva de género. En febrero de este año publicó “Medio ambiente y salud: mujeres y hombres en un mundo de nuevos riesgos”. Entre 1999 y 2006 fue diputada del Parlamento de Catalunya por el PSC-Ciutadans pel Canvi. Es vicepresidenta de ‘Federalistes d’Esquerres’ y lamenta que la política catalana gire en torno al debate independentista en vez de hacerlo sobre la sanidad, los servicios sociales, la desigualdad social y de género o el cambio climático.

Han pasado ocho meses de las elecciones al Parlamento de Catalunya. Tenemos nuevos presidentes catalán y español. ¿Estamos mejor ahora que entonces? ¿Ve ahora el presente y el futuro político con más esperanza?

Lo veo más esperanzador en España porque existe la voluntad clara de hacer política y lo veo muy ‘empantanado’, como dice Joan Coscubiela, en Catalunya porque los gobernantes de aquí están más por continuar planteando una actitud unilateralista que por una actitud de discusión, debate político y acuerdos. Atacar en lugar de acordar, aunque sólo sea de palabra, no es una virtud política, no permite construir nada.

Se habla de diálogo. Pedro Sánchez y Quim Torra se reunieron en La Moncloa. Se volverán a reunir en septiembre. Diálogo ¿equivale a soluciones o a dejar pasar el tiempo sin que nada cambie?

Si no hay un diálogo que aborde posibles acuerdos es dejar pasar el tiempo y no avanzar. Para avanzar en un diálogo hay que tener propuestas y estar dispuesto a negociarlas sabiendo que se deberá ceder en parte de las cuestiones que se ponen sobre la mesa. Si no hay voluntad de llegar a acuerdos políticos y se plantean posiciones inflexibles con líneas rojas que no se quieren traspasar, el diálogo es una manera de dejar pasar el tiempo.

Hay políticos y dirigentes sociales independentistas en prisión. El ex-presidente Carles Puigdemont y varios ex-consejeros están en el extranjero para evitar la acción de la justicia. El conflicto ¿tiene solución mientras esta situación se mantenga?

Este es un tema de justicia, no político. Por desgracia, ya ha intervenido la justicia. La justicia española es lenta. El hecho de que no se hayan aclarado judicialmente las responsabilidades políticas de los que están en las cárceles y de los que han marchado es una injusticia. Esto genera insatisfacción, incluida la de buena parte de la ciudadanía que no está de acuerdo con las propuestas unilaterales ni con el sabotaje democrático que se cometió en el Parlamento los días 6 y 7 de septiembre. Se mezcla este sentimiento de hostilidad hacia la justicia española con la hostilidad hacia España. Y habría que separarlo. La decisión de mantener la prisión preventiva es de unos jueces, no política. Este peso negativo es difícil de compaginar con la necesidad de negociar y llegar a acuerdos.

¿Tiene la sensación de que la tensión política y social se ha relajado tras la marcha de Mariano Rajoy o es la paz que precede la tormenta que nos espera este otoño?

Ahora hay una sensación de alivio en relación a la tensión horrorosa que vivimos en septiembre y octubre pasados. Parece que se puede llegar a negociar lo que sea en una mesa de diálogo y que se pueda llegar a acuerdos. Los que creen que tienen que ser maximalistas no están de acuerdo con el diálogo. No se quieren sentar a ninguna mesa. Aquí está la CUP, los CDR. Y también, PP y Ciudadanos, los maximalistas nacionalistas radicales españoles. Están creando un malestar pero hay un bienestar constructivo. Quizás se quiere preparar un otoño caliente pero incluso los que lo querrían ven que cuando hay posibilidad de diálogo es un error calentar a la gente con propuestas falsas y maximalistas. Tendremos un otoño en el que prevalecerá la construcción de algunas posiciones a pesar de la gente que no quiere ningún acuerdo porque vive del maximalismo. Tengo esa esperanza. Haber suspendido el Parlamento hasta octubre indica que dentro del mundo independentista no están de acuerdo sobre cómo plantear este otoño.

¿Cuáles deberían ser los límites de este diálogo? ¿Hasta dónde pueden ceder posiciones los dos sectores que tienen que negociar?

No está claro en que están enfrentados. El independentismo ha remodelado tres o cuatro veces sus propuestas. Primero quería hacer el referéndum. Lo hizo pero sin validez internacional. No sabe muy bien cuáles son los límites. Por otra parte, los presos deben quedar fuera del acuerdo. No somos una república bananera. No es cierto que Catalunya sea una colonia de España. La justicia va por un lado y la política, por otro. Somos un estado democrático, de derecho. Se tiene que poder hablar de todo y llegar a unos acuerdos mínimos. Por ejemplo, comenzar a ejecutar las 45 propuestas que presentó el presidente Artur Mas en La Moncloa, en su momento. Cambiar las políticas sociales que sean necesarias y las políticas públicas de infraestructuras. No supeditarlo todo a un referéndum. Hacerlo es no darse cuenta de las carencias democráticas que tenemos en Catalunya.

¿Cuáles?

Por ejemplo, somos la única nación del Estado español que no tiene ley electoral propia y que basa sus mandatos en una ley española de hace más de 35 años. Se quiere modificar esta ley española y aquí todavía no tenemos una propia. Tenemos una ley que no es proporcional y en base a ella se dice que se tiene un mandato. Un país que está dividido por la mitad no se puede gobernar gracias a una ley electoral que otorga mayorías no a los que tienen más votos sino a los que tienen más escaños. Así se pervierte la democracia, que debería defender a las minorías y la pluralidad. Que una parte de la población domine a la otra parte no es democracia, es su perversión.

Un referéndum pactado y con garantías de que sus resultados se respetarán y aplicarán ¿es inevitable al final de este camino?

Inevitable no. Lo que es inevitable para hacer un país de calidad democrática es tener una ley electoral propia y proporcional a la población. Un referéndum pactado depende de para qué. Yo pactaría un cambio constitucional y lo pondría a referéndum. Si la mayoría de la población catalana votase en contra de ese cambio constitucional plantearía la posibilidad de hacer otro referéndum. Con el nuevo gobierno español a mucha gente se le ha abierto la mente. Hay personas que me han dicho que el anuncio del gobierno de Pedro Sánchez de llevar el barco Aquarius con los refugiados a bordo a Valencia les había hecho sentir contentas de ser españolas. Y también por la voluntad del gobierno español de llegar a un acuerdo sobre política migratoria con Europa sin poner más fronteras. Hay un cambio en el imaginario colectivo que puede hacer que no sean necesarios según qué referéndums que se habían planteado. El referéndum de ‘Independencia Sí, independencia No’ era vergonzoso. Se sabía perfectamente que Europa no lo aceptaría. Había gente que prefería no ser europeo. ¿Pero no saben las consecuencias que eso tendría para sus hijos y nietos y para ellos mismos? ¿No saben las ventajas que tiene estar en una Europa que, aunque imperfecta, es el mejor continente de bienestar que hay en el mundo? No diré que Europa lo resuelva todo pero el 80% de las leyes que han mejorado la calidad del aire, el agua, el medio ambiente o los alimentos dependen de directivas europeas. Irse de Europa sería un retroceso histórico, volver a la tribu.

Carles Puigdemont ha afirmado recientemente que él ya advirtió de que ningún país de la Unión Europea reconocería a una Catalunya independiente

Lo dijo en una entrevista hace unos días pero nunca antes se lo había escuchado. Y si lo había dicho había sido muy bajito. La mayoría de la gente entendió que defendía que Europa estaba de acuerdo con los pasos que se estaban dando. Clara Ponsatti fue muy clara cuando dijo que estaban jugando al póquer y que iban de farol.

Carme Valls en una imagen de archivo

El independentismo no dispone del 50% de los votos en el Parlamento ni tampoco en las consultas que se han hecho en el 2014 y el 2017 pero mantiene el apoyo de algo más de dos millones de personas

Que merecen todo mi respeto. Me gustaría debatir políticamente con sus representantes las ventajas e inconvenientes de los diferentes proyectos. Yo no soy anti-independentista; soy federalista. Defiendo soluciones que creo que son mejores que las que plantea el independentismo a un coste mucho más bajo porque no perderíamos la posibilidad de ser europeos y formar parte de la Europa federal hacia la que vamos. En ningún país del mundo se ganan referendos por un 50% más 1. Cuando aquí no se determinaron las premisas que había que exigir al referéndum para que fuera válido se actuó de la forma menos democrática. Reivindico el ‘derecho a decidir’ que he ejercido desde que tenemos democracia. Cada elección que se hace es una forma de ejercer este derecho. Es verdad que la democracia debe tener más transparencia y un rendimiento de cuentas mayor. El ‘derecho a autodeterminarse’ no es democrático porque si te autodeterminas te separas de mí antes de haber podido decidir nada que pueda mejorar la relación. Primero hay que hacer un debate político sobre todas las cuestiones que hay sobre la mesa y mejorar las relaciones posibles tanto como podamos y si, aún así, hay tres millones de catalanes que no están de acuerdo quizá se tiene que hacer un referéndum. El independentismo tenía la excusa de que hasta hace dos meses tenía ante sí un muro con el que no se podía hablar. Ahora se ha abierto un camino de esperanza.

A los dos millones de independentistas se les dijo que su ilusión estaba al alcance de la mano. De hecho, en el Parlamento se proclamó la república; es decir, la independencia. ¿Piensa que hay mucha gente que todavía cree en la inminencia de esta independencia?

La gente que no tiene que salir por la televisión ya ve que no es así. Torra y Puigdemont hacen equilibrios sobre el alambre para mantener la sensación de que la independencia está cerca. Hay dos momentos que sacudieron los sentimientos de muchas personas. Los días 6 y 7 de septiembre, una parte del Parlamento impuso a la otra parte, que representa más ciudadanos, un sabotaje a la democracia aprobando una ley de transitoriedad antidemocrática infumable que, entre otras cosas, incluía que el Ejecutivo nombraría a los jueces. El 1 de octubre cambiaron el planteamiento. Ya no se habla de la ley de transitoriedad sino del mandato del 1 de octubre. Muchas personas, incluso entre las que desean la independencia desde niños, ven que una declaración unilateral no es posible. Cuando Carles Puigdemont no quiso convocar elecciones dio lugar a la aplicación del 155, las persecuciones y encarcelamientos. Todo esto nos lo hubiéramos podido ahorrar. Defender la lengua, la cultura, la sanidad, el medio ambiente, etcétera, se hará mucho mejor desde gobiernos compartidos y soberanías compartidas que desde las propuestas independentistas.

Las tensiones entre ERC y el PDeCat abren la vía, según algunos analistas, a recuperar la idea de un gobierno tripartito de izquierdas en la Generalitat formado por ERC, PSC y los comunes. Lo ve factible?

Políticamente es posible. Hay un PDeCat que va hacia eso que han denominado Crida Nacional per la República que sólo tiene la obsesión por la independencia. Todas las obsesiones son malas para la salud mental de las personas y para la salud de las colectivitades. ERC mantiene una posición más atenta a los problemas sociales de la ciudadanía y no ve con buenos ojos que sólo se piense ‘a mayor gloria’ de Puigdemont y no en las necesidades de Catalunya. La posibilidad está ahí. No sé si es factible a corto plazo. Han retrasado la reapertura del Parlamento por las divisiones que hay entre ellos. El independentismo no es uniforme, es plural, lo cual es sano. Tienen que aprender a llegar a acuerdos.

¿Cómo valora la función de los medios de comunicación a lo largo de este proceso?

Los medios de comunicación que manifiestan la pluralidad de las posiciones enriquecen el pensamiento de una sociedad y sus formas de actuar. Leo posiciones diferentes de las mías para conocer voces diversas. Siempre puedes aprender de los demás. La vida y las ideas no son uniformes. Lo triste es que hay personas que sólo siguen unos medios de comunicación y no leen, escuchan o ven otros. Es muy difícil llegar a estas personas. Pero ni los dos millones de independentistas son así ni los otros dos o tres millones son nacionalistas españoles. Hay mucha gente que quiere hablar de la convivencia, de las cosas que nos pueden unir y en las que podemos cooperar. Los medios de comunicación juegan un papel muy importante en este marco.

¿Y los medios de comunicación públicos?

Es una vergüenza que las medios de comunicación públicos, que pagamos entre todos, no sean suficientemente plurales. Una pluralidad no se enmascara poniendo tres personas del mismo color y una que no dentro de una misma tertulia. Hay que reflejar la pluralidad de la sociedad. Los medios de comunicación públicos deberían cultivarla y, hasta ahora, no lo hemos visto así.

Las elecciones municipales tendrán lugar el próximo mes de mayo. ¿Prevé que se celebren en clave local o independentista?

Estoy viendo que hay quien quiere que se hagan en clave independentista. Las elecciones municipales son muy importantes para la vida cotidiana de la ciudadanía y son las que crean más condiciones para una convivencia democrática en la diversidad. Si se planteasen en clave ideológica sería un retroceso en la vida democrática de nuestras instituciones. Las elecciones municipales son para elegir alcaldes y concejales que se ocupen de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía de manera transparente y no corrupta. Los que han sido alcaldes son los que lo tienen más claro. Hace unos días escuché en un programa de televisión a Joaquim Nadal, ex-alcalde de Girona, que decía que sería un gran error transformar las elecciones municipales en un plebiscito sobre la independencia.

¿Cómo está viviendo este verano con tantos incidentes entre quienes ponen lazos y cruces amarillas y los que los quitan?

Es un contencioso simbólico que en La Cerdanya, donde estoy estos días, no se produce. Hay lazos amarillos en algunos pueblos pero nadie los quita. Me gusta más este verano que los anteriores porque los debates que tenemos en los grupos que nos reunimos son más tranquilos. Otros años había actitudes muy intransigentes, porque había esa sensación de ‘o todo o nada’. Alguien empieza a pensar que hay posibilidades de cambios profundos en la vida política que se pueden hacer sin necesidad de la independencia. Este verano puedo explicar mis ideas federalistas mucho mejor que en los anteriores. Hay personas que llevan lazos amarillos que con su comportamiento no ayudan a que los que están en prisión puedan salir de ella. Y los que quitan lazos amarillos son unas personas determinadas. Quizás harían mejor poniéndose lazos de otro color en vez de quitar los de los demás. El problema grave es construir una nueva vida política de convivencia y eso es más complicado que la cuestión de los símbolos.

Una ola de calor acaba de matar a 23 personas en Catalunya. Usted trabaja mucho la relación entre salud y medio ambiente. ¿Qué le preocupa más: la independencia o el cambio climático?

Como persona, médica y política me preocupa mucho más el cambio climático. Y me preocupa mucho que los independentistas no hablen de él. Hemos tenido una ola de calor muy complicada, que ha matado más gente joven, de 40 a 60 años, que oleadas anteriores. Por las noches no ha refrescado, el cuerpo no ha bajado la temperatura y las actividades que se hacían fuera han provocado más edemas cerebrales y muertes. Las consecuencias del cambio climático también las vemos en los cambios en las estaciones. El otoño y el verano se confunden. Hay más infecciones que debilitan a la gente ante unos inviernos que, a veces, son extremadamente fríos como el último. Todo esto modifica cómo debemos trabajar en salud pública. Nos deberíamos dedicar más a ello y hablarlo con la ciudadanía. Pero no entra en el debate público porque estamos peleándonos por los lazos amarillos cuando deberíamos estar peleándonos por la calidad del aire. Este verano en Barcelona y en otros lugares de Catalunya como en la comarca de Osona ha habido un gran problema por el exceso de los niveles de ozono, de los que no se ha informado a la población. Las que salen más perjudicadas de esta situación son las capas más pobres de esa población. No hablar de ello es un grave error político. Y la solución a este problema pasa por el federalismo, la cooperación y el gobierno compartido con los gobiernos de al lado, con los europeos y, en el fondo, con los de todo el mundo.

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Periodista. És autor del llibre 'Banca Catalana: Más que un banco, más que una crisis' (1985). Especialitzat en política internacional, cooperació al desenvolupament i solidaritat. En l'actualitat és vicepresident de l'ONG Solidaritat i Comunicació (SICOM) i professor a la Universitat Autònoma de Barcelona

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  1. Antonio olivares on

    Estaba algo confuso. Ahora ya me he dado cuenta de que la autodeterminación contamina.! Vaya manera de aclarar que ser federalista es bueno para el medio ambiente!! Será el sistema capitalista y de explotación el culpable,vamos,digo yo!!!