Ahora que se conmemora el centenario de la huelga de La Canadenca, con la que se consiguió la jornada de 8 horas por primera vez en España, no deja de ser paradigmático que casi ningún líder político de izquierdas tenga entre sus reivindicaciones principales la reducción de la jornada sin reducción de salario. Es decir, repartir la riqueza que cada trabajadora produce.

De hecho, la productividad por hora de las trabajadoras se cuadruplicó entre 1950 y 2000. Así, un trabajador inglés que en 1950 tenía una productividad de 7,86 £, en 2000 llegaba a 28,71 £. Es decir, una sola persona de 2000 tenía la misma productividad que 4 de hace 50 años y, de mientras, la jornada semanal media se había reducido de 40 a 36 horas. En definitiva, a pesar de que en todo el mundo, incluida Catalunya, cada vez se produce más con menos personas, las jornadas laborales no se reducen, sino que se mantienen, consiguiendo así que todo el beneficio termine en manos de los empresarios.

¿Cómo puede ser que las izquierdas hayan olvidado aquello de “8 horas para trabajar, 8 horas para descansar y 8 horas de ocio” con el que en 1810 los trabajadores ingleses comenzaron a exigir una vida mejor? ¿Cómo puede ser que hoy la izquierda se conforme con las 8h cuando la productividad de las trabajadoras se ha multiplicado prácticamente por 25 en este tiempo? ¿Cómo puede ser que ningún partido de izquierdas tenga esto entre sus elementos centrales?

Con una reducción de 5 horas semanales de jornada por cada 8 empleos se generaría un puesto de trabajo nuevo, se crearían millones de lugares de trabajo, en Catalunya, en los Países Catalanes, en España o la UE. Eso sí, el empresariado debería renunciar a parte del beneficio.

Intentando encontrar respuestas a estas preguntas he llegado a las siguientes ideas:

  1. La clase trabajadora y sus organizaciones mayoritariamente están a la defensiva en un mundo en el que el “dumping laboral” es la norma y la amenaza de las deslocalizaciones ha estado muy patente en las últimas décadas. No existe ninguna campaña ni movimiento por la reducción de jornada. 
  2. El neoliberalismo, en un contexto de pocas diferencias tecnológicas globales, concluyó que devaluar las condiciones de vida de la gente trabajadora es la principal arma para competir en el mercado global. Esto ha hecho que los tradicionales partidos de la socialdemocracia hayan aceptado el discurso social-liberal del empresariado como creador de los puestos de trabajo. Por lo tanto, como que la clase trabajadora ya no es creadora de riqueza, no hay que repartirla. 
  3. Los partidos de la izquierda, con algunas honrosas excepciones, están prácticamente vacíos de personas con experiencias de luchas laborales y aún menos con experiencia sindical. Muchos fueron, como mucho, jóvenes universitarios que sufrieron durante algunos años la precariedad, pero han acabado encontrando trabajo como profesionales liberales y/o cualificados. Este hecho queda bien patente en la falta casi total de liderazgos obreros en las listas electorales y en las direcciones de las organizaciones.Además, la penetración de ciertas ideas posmodernas que descalifican al “sujeto revolucionario” y niegan la centralidad de la gente trabajadora, han propiciado un desclasamiento aún mayor de muchos de los nuevos líderes políticos. Si aún fueran capaces de llevar, dentro del marco mental del  precariado, propuestas de lucha contra esta situación, no sería tan malo, pero la mayoría de veces no pasan de una reflexión difusa en torno al concepto, una enumeración de luchas y basta.

Ahora han pasado las elecciones generales, pero quedan las municipales, y en algunos lugares, también autonómicas. Las izquierdas llevan propuestas feministas, medioambientales, etc., pero también deben presentar propuestas laborales a la ofensiva. Plantear la reducción de jornada laboral sin reducción de salario como mecanismo central de redistribución de la riqueza debería ponerse sobre la mesa, y no basarse sólo en medidas defensivas como la derogación de la reforma laboral.

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Òscar Simón és professor interí i membre de la IAC.(USTEC-STES)

1 comentari

  1. Hoy, el trabajo ya no dignifica.
    La defensa del antiguo modelo del pleno empleo debe circunscribirse a la inmediatez y no debe considerarse en las propuestas de futuro.
    En un futuro inmediato las máquinas automáticas reemplazarán el 80% de la mano de obra humana.
    Las propuestas deben dirigirse a la educación en la vida con una renta básica. Debemos aprender a construir vidas sin la centralidad del trabajo.