La noche del domingo, ya de madrugada, un amigo con el que hemos compartido muchas historias desde el 2011, me escribía, vistos los resultados de los llamados ayuntamientos del cambio: “ocho años después, hoy hemos asistido al entierro del 15-M”. A mí, sin embargo, nunca me ha gustado considerar que las apuestas por la política institucional sean el 15-M. Llevamos muchos años oyendo hablar de su muerte, pero cada día vemos expresiones de lo que representó. Sigue vivo en el Sindicato de Manteros o el de Llogaters, en la PAH, que sigue dando guerra después de 10 años y ahora acompañada de muchos colectivos de barrio que detienen desahucios, en la huelga feminista, que irrumpió con una fuerza enorme, o en luchas locales como la defensa del CAP del Raval Nord.

Pero sería ingenuo negar la relación de una cosa con la otra. La irrupción de la CUP en el Parlament en 2012 venía de una campaña cargada de energía indignada. Más tarde, en 2015, la conquista de ayuntamientos como Barcelona, ​​Badalona o Sabadell por parte de opciones transformadoras, o los “ayuntamientos del cambio” en todo el Estado, también bebía de todo aquello. Los resultados son los que son, y el domingo las urnas no revalidaron estas opciones.

Pero ni siquiera en la apuesta institucional todo son derrotas. Ada Colau salió, tras el resultado, a hacer un discurso que reconocía sin ambages la pérdida de la alcaldía, pero que insuflaba esperanzas a los suyos. Apostó por destacar todo lo conseguido. Esto quizás lo arrastra de sus años en la PAH, que basa su vitalidad en celebrar siempre las victorias, por pequeñas que sean.

Durante esta campaña electoral hemos podido ver cómo había nuevas ideas conquistando la hegemonía. Algunos discursos sobre la vivienda, los feminismos o la emergencia climática hoy parecen incuestionables, y en cambio hace ocho años estaban lejos de la primera línea política. Después habrá que ver, como apuntaba hace unos días Jordi Mir, su incidencia real, pero esta era una de las victorias que celebraba Colau. “Hemos abierto el horizonte de lo posible”, celebraba la alcaldesa en funciones, y más tarde añadía en Twitter: “No tenemos nada que perder, lo tenemos todo por ganar”.

En el post 15-M empecé un proyecto para escribir una historia de los movimientos por el derecho a la vivienda en Barcelona. En el recorrido, algunas de las personas a las que había entrevistado terminaron gobernando la ciudad. El libro, Habitar la trinchera, acabó viendo la luz en 2017 y la principal lección que me llevé de escribir esta historia fue la de poner en valor las victorias que se esconden detrás de las derrotas. Celebrar cada pequeña victoria es gran parte del cambio que representó la PAH en estos movimientos.

Los movimientos por el derecho a la vivienda, o los movimientos sociales en general, no suelen acumular grandes victorias, pero en su hacer cotidiano transforman muchas vidas. Y sí, también transforman políticas y desplazan discursos. El 15-M no nació para ganar elecciones, así que tampoco es el 15-M quien perdió el domingo. Desaparecerán muchos “ayuntamientos del cambio” con políticas inspiradas por las ideas de las plazas, pero todo esto no es el 15-M. Si todavía es algo, el 15-M puede celebrar que, como mínimo en Catalunya, están cada vez más presentes discursos de derechos que antes no lo estaban tanto, y que habrá que exigir a los partidos que cumplan con sus palabras. Y puede celebrar que sigue vivo, que durante la jornada electoral la PAHC de Sabadell volvió a irrumpir en pisos vacíos de entidades bancarias para realojar familias, y que lo seguirán haciendo aunque su ayuntamiento vuelva a ser gobernado por los de siempre.

En el terreno electoral la derrota es clara, pero quien perdió el domingo tiene muchas victorias para celebrar. En el prólogo que hice por aquel libro lleno de derrotas/victorias de los movimientos por el derecho a la vivienda, la misma Ada Colau habla de la pequeña historia, de la historia de los márgenes, de la gente que no es la que siempre gana, y dice que “esta es nuestra historia real, que nos permite transcendernos y que nos da derecho a intentar volver a soñar, crear e impugnar”.

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Periodista. Ex-redactor en cap de Catalunya Plural

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