Ante el intento fallido de Pedro Sánchez de convertirse en Presidente del Gobierno y la inminente celebración de elecciones el próximo día 10 de noviembre, el debate se limita a la repartición de culpas entre Sánchez y Iglesias. Explicamos tres causas estructurales que impiden la formación de un gobierno y van más allá de la lucha de egos.
Conflicto Catalunya – España
Los debates históricos entre la izquierda española y la izquierda independentista catalana se han basado en cuestionarse cuál de estos dos acontecimientos supone una amenaza más potente al régimen del 78: el independentismo o el fin del bipartidismo. Una de las críticas que la izquierda española le hacía a la izquierda independentista era que los compañeros de viaje necesarios para la consecución de un proyecto independentista socialista-libertario no llevarían al hipotético nuevo Estado a operar bajo unas premisas realmente nuevas.
De la transición del nacionalismo conservador catalán de “la pela es la pela” al independentismo catalán basado en la reivindicación del derecho a la autodeterminación se pueden hacer muchas tesis, pero lo que es innegable es que la política española pivota entorno a la política catalana nítidamente desde el uno de octubre de 2017, y de forma más laxa desde el 2012. La cuestión catalana facilita alianzas, generando un bloque que supera el eje izquierda, formado por PP – PSOE – C ‘s – e identifica un enemigo común que, al mismo tiempo, sirve para generar una coartada que justifica un proyecto centralizador y conservador de país.
Ya no importa ni la naturaleza de los hechos que puedan suceder, lo que importa es mostrar un apoyo incondicional al 155. Pero una justificación preventiva no es ninguna justificación, es sólo preparar el terreno para que la actuación posterior parezca razonada. El conflicto o proceso catalán, no únicamente paraliza la actividad política en Catalunya, sino que condiciona por completo y en un sentido estructural la política española.
La crisis de Régimen que no cicatriza
La historia de España de la última década es altamente convulsa, y una mirada retrospectiva así lo muestra. Ya han pasado ocho años del 15M, movimiento colectivo que ocupó las plazas de las grandes ciudades durante la primavera-verano de 2011. Rajoy ganó con mayoría absoluta las elecciones estatales de ese año mismo año, pero la brecha ya se había abierto y se necesitaba mucho más que un voto para solucionarlo. En el período que va del 15M hasta hoy ha habido cuatro elecciones; es decir, se ha acortado a la mitad la media de las legislaturas, que son de cuatro años. Dentro de esto, se debe incluir la primera y única moción de censura exitosa de la historia política española post-dictadura, a Mariano Rajoy, el uno de Junio de 2018.
En medio de todos estos acontecimientos queda el Estado, la estructura político-legal que, disponiendo del monopolio legítimo de la violencia inherente a la forma Estado, todo lo sostiene. Pero cuando cada una de las partes que forman el Estado sufre turbulencias, el trabajo se dificulta. Así que se puede hacer una lectura de lo que está sucediendo ahora mismo como un episodio más de esta brecha que no acaba de suturar, de un régimen que intenta recomponer sin éxito, mientras que la alternativa no es lo suficientemente fuerte para imponerse.
La cultura política y los liderazgos masculinos
España es una democracia muy joven, seguramente adolescente. En estos poco más de cuarenta años de democracia representativa, no ha habido un gobierno de coalición a nivel estatal, lo que revela, en parte, la inmadurez del sistema. No se ha conseguido que un gobierno de coalición se perciba como suma entre dos ideas que podría llegar a conducir a una síntesis que fuera más allá de las partes que las representan, sino como un combate estratégico en que el resultado empeora las partes.
Lo que hay, de fondo, es una repetición de la lógica de la política masculinizada, en que la cooperación es vista como debilidad y la competición es percibida como valentía. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ejemplifican en su forma de actuar esta concepción de hombre seguro que tiene la razón: y teniendo ellos la razón no pueden aceptar que, en algunas cosas, la tenga otro. Cabe decir, también, que la lógica del sistema democrático representativo organizado en partidos políticos (es decir, la partitocracia), no favorece la cooperación en absoluto, ya que un partido siempre tendrá incentivos a que su rival empeore su representación previa .
Las Comunidades Autónomas tienen algo más de tradición pactista, pero la presencia de mujeres al frente de los diferentes ejecutivos es todavía minoritaria. Concretamente en cuatro de las diecisiete comunidades hay una mujer en primera línea del ejecutivo: Madrid, Baleares, La Rioja y Navarra. En Madrid, Díaz Ayuso gobierna en coalición con PP y C ‘s. En las Islas Baleares, la candidata socialista Francina Armengol lo hace con Podemos, al igual que lo que ocurre en La Rioja, donde incluso tras una fortísima discusión entre la candidata de Podemos, Raquel Romero Alonso, y la actual presidenta, Concha Andreu (PSOE), acabaron pactando un gobierno de coalición. En Navarra, María Victoria Chivite (PSOE), lidera un gobierno de coalición con Geroa Bai y Podemos. Es decir, que el 100% de las mujeres al frente de comunidades autónomas, lo hacen en gobiernos de coalición. Una forma de hacer política que, desgraciadamente, todavía no forma parte de nuestra cultura política. Sánchez y Iglesias son la prueba más evidente.



1 comentari
Recuerdo la pregunta del sr. A. Esteban el dia que fueron rechazados los presupuestos de Sánchez, allá por febrero, y se preguntaba: qué ventaja podía reportar al grupo independentista catalán el rechazo a dichos presupuestos ? Ignoro si el sr. Esteban se ha enterado, yo no, desde luego. ¿ añoraban el gobierno pp ? ¿ contra el pp vivíamos mejor ?