La cronología siempre tiene su importancia. En 1877 se abrió, entre la carretera de Sants y el carrer de Sant Crist, el carrer Cros, cuyo nombre remite a la familia propietaria de los terrenos y trascendente más allá del antiguo pueblo por su empresa química, con sus oficinas, indudable muestra de poder, ubicadas en el cruce de paseo de Gràcia con Aragó.

Muchos podríamos contar de ese clan, pero estas páginas irán dedicadas al edificio más emblemático del rincón, el antiguo Fomento republicano de Sants, donde se fundó el 19 de marzo de 1931 Esquerra Republicana de Catalunya.
Antes de ir al episodio clave conviene centrar el foco en determinadas corrientes decimonónicas. Cuando hablamos de la necesidad de una educación pública de calidad lo hacemos desde la absoluta urgencia de formar ciudadanos capaces de tener un pensamiento crítico y plural para consolidar la democracia y propiciar un verdadero acceso a la cultura, pues desde la misma puede prosperar la reflexión social más allá de lemas y emociones, con la razón como indiscutible bandera.

Lo dicho en el anterior párrafo fue asumido a mediados del Ochocientos por la clase trabajadora, y de este modo fueron surgiendo en la mayoría de localidades Ateneos, idóneos para la reunión y actividades de todo tipo. En Sants el primero nació en 1864 y treinta años más tarde se instaló en un inmueble de nuevo cuño vinculado a la alfarería de los Batllori, aún en pie en el mismo enclave, justo al lado de esa casa construida por Enric Figueras i Ribas con elementos decorativos de clara iconografía progresista, como la típica victoria alada, rostros femeninos y una máscara para aludir a las funciones teatrales celebradas en el interior, donde asimismo se podía bailar y tomar café.

Foto: Jordi Corominas

La fachada tiene tres cuerpos simétricos de notorio eclecticismo. El balcón central es redondeado y de piedra, mientras el secundario es corrido y de hierro forjado. Los curiosos de hoy en día a veces creen estar entre dos entes separados. No fue así en su origen, repleto de cambios de nombre y propiedad. En 1905 devino el Foment artístic de Sants, más tarde fue republicano y durante la dictadura de Primo de Rivera sirvió como sede de la Unión Patriótica, partido del general convertido en mandamás español.

Su relevancia histórica adquirió otra raigambre durante la muy olvidada dictablanda. El contexto nacional había virado con la dimisión del dictador en enero de 1930. En el Principado el aire llamaba a un ajuste de cuentas. La Lliga Regionalista de Cambó y Puig i Cadafalch había apoyado el golpe de Estado de 1923 por aquello de asegurar los intereses económicos de la clase empresarial, y si bien más tarde declaró sentirse engañada las pruebas históricas muestran un indudable apoyo a la gestación del suceso, y lo mismo percibió la soberanía, decidida a relegar su hegemonía hacia el mero recuerdo.

Tal hecho era posible por la irrupción de nuevos liderazgos carismáticos. Francesc Macià era el hombre del momento. Había intentado invadir Cataluña en 1926, frustrándose el intento por la delación de un nieto de Garibaldi. Fue juzgado en París, recibió una levísima condena, la expulsión del Hexágono y, como contrapartida, recibió un aluvión de fama internacional.

Foto: Jordi Corominas

Antes de su retorno al país se preparó, algo poco frecuente a lo largo del siglo, la unión de las izquierdas ante futuras lides electorales. En abril de 1930 el periódico l’Opinió de Joan Lluhí i Vallescà publicó el manifiesto de Inteligencia republicana. Entre sus firmas más ilustres figuraban Lluís Companys, Antoni Rovira i Virgili o el Doctor Jaume Aiguader.

Los vientos electorales parecían soplar a favor d’Acció Catalana. El bandazo llegó en marzo de 1931. Antes las fuerzas catalanistas favorables al progresismo habían figurado entre los reunidos en San Sebastián para concretar una alianza rocosa para después de la Monarquía.

Esa primavera de 1931 se organizó la Conferència d’esquerres catalanes. Primero en Gràcia y después, como broche, en Sants. Durante esas jornadas nació un conglomerado de fuerzas. Quedaba un mes para las elecciones municipales y los presentes en esas horas copernicanas reproducían una valencia arquetípica. Antes de ellos la Lliga Regionalista vio la luz a cuatro días de unos comicios legislativos, imponiéndose con la candidatura de los cuatro, qué tendrá ese número, presidentes. Décadas más tarde Barcelona en Comú reincidió en esa brevedad, configurándose en enero de 2015 hasta triunfar en mayo contra todo pronóstico en la ciudad condal.

Foto: Jordi Corominas

Tres fueron las esencias de ese pilar imprescindible, muy distinto a lo mostrado durante el Procés. Estat Català era independentista, tenía cierto regusto militarista por Macià y pretendía integrar al interclasismo, factor de coincidencia con el Partit Republicà Català de Lluís Companys, de cariz más federalista y obrerista, algo soslayado en más de una noticia por el triste martirologio del President fusilado por el Franquismo el 15 de octubre de 1940.

Las tendencias del PRC coincidían con el último implicado en la operación, el grupo de L’Opinió. El resto del relato es bien sabido. ERC arrasó en las municipales del 12 de abril de 1931 y dos días después Macià proclamó la República Catalana dentro de la Federación Ibérica, suspiro anulado con la promesa, pactada con anterioridad en Donostia, de un Estatuto de Autonomía.

Si paseas por Sants medita sobre esa unión, considérala un milagro y abrázala. Más tarde, cosas de estar en la poltrona, brotaron las típicas disensiones, pero ese sueño de bien común se forjó en esas cuatro paredes. Llamad al timbre, podréis verlas y respiraréis la quimera de una belleza. Macià era la rauxa y Companys el seny, y desde aquí clamamos por su sentido común, desbaratado, como siempre, por cuatro exaltados de uno y otro bando tanto en octubre de 1934 como en el catastrófico verano de 1936. Lluís Companys fue un gran hombre. Quizá, en vez de caricaturizarlo, convenga leer su biografía.

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Ciutadà europeu i escriptor. El meu últim llibre és La ciutat violenta.

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