“Otra vez como los vampiros”, dice un vecino al pasar por la puerta. Otra vez se han quedado sin luz en la escalera 5 del edificio Venus. “Siempre pasa lo mismo. Se va la luz y no hay ascensor ni nada”, denuncia Paco Hernández. Tiene 75 años y hace 43 que vive en Venus, un bloque de 244 viviendas en el barrio de la Mina de Sant Adrià del Besòs. “Vivimos en unas condiciones muy precarias. Cuando llueve el agua cala en la azotea y en el décimo piso es como si estuviera lloviendo dentro de casa”, explica. Los problemas por el mal mantenimiento del edificio son constantes. “Es raro el día que los bajantes no se rompen, las tuberías de la sala de contadores están igual, las barandillas de las escaleras y los buzones están rotos…”, dice Paqui Jiménez, vecina del bloque y una de las caras visibles de la lucha vecinal.
El derribo del edificio Venus era una de las medidas estrella del Plan Especial de Reordenación y Mejora (PERM) del barrio de la Mina, aprobado en 2002 por el Consorcio del barrio de la Mina, que contemplaba el derribo del edificio Venus y el posterior realojo de sus inquilinos en unas viviendas que se ubicarían en la Rambla Nova de la Mina. Este espacio debía ser el eje central de urbanización del barrio con la ejecución del Plan pero, 17 años después de su aprobación, sólo 35 familias que vivían en el Venus han sido realojadas en estos nuevos pisos.

A estas alturas, quedan unas 240 familias en el edificio, que viven en unas condiciones extremas. Se trata de familias que no han podido asumir el coste de 34.800 euros por la propiedad de los nuevos pisos de protección oficial. “La mayoría de las personas que viven en el bloque tienen más de 60 años, se encuentran bajo el umbral de la pobreza y no tienen trabajo”, explica Jiménez. Por este motivo, los vecinos reclaman que no se tengan que pagar el dinero que pide la administración y que ésta se adapte a las circunstancias personales de cada familia. Mientras tanto, los pisos que se construyeron para realojar a los vecinos de Venus han sido o bien obtenidos por otras personas en riesgo de exclusión o bien ocupados. Otros continúan vacíos.
Los vecinos esperan, pues, que durante las primeras semanas de diciembre se lleve a cabo este encuentro entre las dos administraciones para trazar una hoja de ruta con los pasos a seguir para implementar, finalmente, el derribo del edificio y el realojo de los habitantes. El problema es que, según los vecinos, los plazos no se cumplen y se alargan en el tiempo. “Estamos viviendo en unas condiciones verdaderamente extremas. Sólo pedimos que el proceso sea rápido, porque el edificio está a punto de reventar y cada año que pasa se deteriora más. Estamos en una olla en ebullición “, expresa Jiménez.

Una red comunitaria frente a la administración
El malestar entre los vecinos y vecinas de Venus empeoró cuando, en 2014, el Consorcio de la Mina propuso que, en lugar del derribo, se hiciera una rehabilitación integral del edificio, alegando una falta de recursos económicos. La propuesta de derribo, sin embargo, se volvió a recuperar en 2016 con un nuevo ejecutivo catalán presidido por Carles Puigdemont.
Objectiu Venus está integrado por vecinos del barrio de la Mina y del mismo edificio Venus, además de otras entidades y colaboradores que, a título personal, apoyan la iniciativa. “Pretende crear una agitación comunitaria, mediática y administrativa, porque creemos que los vecinos no se podrán esperar 20 años más y necesitan una solución”, destaca David Picó, dinamizador de ‘desdelamina.net‘ y uno de los coordinadores del proyecto. “Surge de la necesidad que tienen los vecinos de Venus de crear conexiones y buscar la solidaridad de gente de dentro y fuera del barrio, debido al silencio administrativo”, añade Picó. La iniciativa ya ha logrado reunir cerca de 7.000 euros y los vecinos se muestran satisfechos y dispuestos a seguir en la lucha judicial contra la administración. “Nos sentimos desgastados, pero no nos rendimos. Esto ni pensarlo, porque es lo que quieren: que nos cansemos”, afirma, contundente, Hernández.

La Mina, “el paraviento que aguanta las hostias de Barcelona”
El barrio de la Mina se erige en los años 70, cuando se produce la liquidación de las antiguas barracas del Área Metropolitana de Barcelona, situadas en zonas como el Camp de la Bota, la Perona o Montjuïc. Así, los vecinos que integraban estos asentamientos urbanos fueron reubicados en un nuevo barrio, la Mina, actualmente formado por 20 bloques de entre 5 y 12 pisos y un total de 2.721 viviendas.
El proceso de reubicación de las familias, sin embargo, no eliminó el problema de vulnerabilidad social. “Cogían a la gente de aquellos barrios y sin ningún tipo de política social los ponían en grandes bloques, conformando un chabolismo vertical”, explica José Mansilla, del Observatorio de Antropología del Conflicto Urbano (OACU). En aquella época, los dirigentes políticos de Barcelona perseguían la idea de una “nueva Barcelona de congresos”, lejos del pasado industrial. “Aquel tipo de población no encajaba con esta idea y se la fue expulsando hacia la periferia, dándoles a ellos la espalda desde la administración”, explica Mansilla.
Según la percepción de los vecinos, la problemática con el edificio Venus no es más que un reflejo de la inacción política para con el barrio de la Mina. “La Mina es el paraviento que aguanta todas las hostias de Barcelona. Si Barcelona no quiere algo, todo lo deriva aquí: es su vertedero”, afirma Jiménez. Para Mansilla, el principal error es pensar que por el simple hecho de otorgar una vivienda, todo el trabajo ya está hecho. “No se pueden arreglar los problemas sociales sólo a través de la intervención urbanística, hay que seguir haciendo un acompañamiento y mirando de establecer cuál es la problemática concreta que tienen los vecinos”, sentencia.