Veo las fotos de Pol y siento envidia, pero es una cuestión de oficios. A mí la cámara me vuelve loco, y cuando puedo la saco porque así acompaña mis paseos. Ahora cuando salgo de casa, lo confesaré, tiro de inventiva para completar los recorridos por el barrio, cada día ando por uno de los cuatro puntos cardinales. Todos ellos me llevan al pan, al agua o al papel para imprimir escritos, pero claro, me veo confinado, con unos límites muy precisos y, a mi manera, es como si no pudiera vigilar Barcelona.

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Me gusta dar vueltas a todas horas. De noche, durante la semana, he vuelto de copas por las calles vacías, y siempre me viene a la cabeza Cartagena, con su vacío. Otras veces es el inicio de Gracia, con sus estrecheces hacia un infinito estridente de luces.
Ahora todo es muy diferente, y estas fotos lo captan. La soledad es por decreto y todo los espacios nos avisan de una mutación. Casi no estamos. Es igual si cierra la puerta de casa y le parece estar rodeado de muchas personas. Es mentira, somos los de siempre, pero nos regulamos. Como nos han puesto en la cabeza unas normas, reflexionamos sobre la acumulación de personas, que es pequeña. Irrisoria, pese a lo que podrían hacer pensar las colas ante los comercios, las personas con máscara y todos aquellos seres gruñones expresando en voz alta lo que antes era silencio.
La falta de ruido es todo. Estas imágenes de Pol me remiten a un pensamiento recurrente de cuando teníamos normalidad, pues ya decía Talleyrand que echaríamos de menos la dulzura de vivir antes de la revolución.
Mi obsesión repetitiva consiste en imaginar todo lo que han vivido las avenidas y las esquinas a lo largo de la Historia. Como siempre vamos con prisa no nos fijamos, pero Barcelona está llena de estos recuerdos. Ahora deben dialogar entre ellos, muy extrañados de esta carencia de risas, llantos, abrazos, miradas furtivas y conversaciones irrelevantes, las mismas que añoramos, las mismas que volverán cuando esta pesadilla concluya.
Dicen, y debe ser así, que el aire es mucho más puro. Seamos optimistas con estas instantáneas. Puede parecer una paradoja, pero llenan todo el encuadre de vida, y aquí no importa la carencia. Todo este panorama es el de siempre. Somos conscientes de que lo pisaremos dentro de un futuro poco preciso, y no hay fecha de regreso, es como si el gran escaparate nos esperara. No se va, sólo nos da nostalgia por culpa de no poder acariciar sus virajes.

![[FOTOGALERÍA] La Barcelona que nos espera en silencio](https://ecstatic-pike.82-223-1-47.plesk.page/wp-content/uploads/2020/03/20200318172447_IMG_6091-1536x1024.jpg)
