Cada día a las 8 de la tarde salimos todos a aplaudir. Hubo un primer día, y no recuerdo qué número del mes de marzo era, pero eso ya hace casi un mes y medio. Los primeros aplausos tenían fuerza y ​​convencimiento, pero a la vez un punto de timidez y, podríamos decir, inexperiencia.

Te saludas con los vecinos de al lado, de los que nos separa un murete, hace años que nos conocemos, y al terminar comentamos: “Quién nos lo iba a decir”. Te acercas a la barandilla que da a la calle y haciendo un gesto con la cabeza, dices un: “hola”, a los vecinos de un poco más arriba, y sigues aplaudiendo, y de vez en cuando sueltas un silbido, pretendes que te oigan: los sanitarios, los repartidores, los carteros, periodistas, transportistas, los del super, los de la limpieza… ¡va para ellos! Y justo en la casa de enfrente, detrás de la ventana, sabes que están ellos, y ellos saben que nosotros estamos aquí. Hace años que nos conocemos también, nuestros estimados matemáticos, una pareja de sabios ancianos, els vells amants.

Y más abajo, la vecina del núm. 9; nunca falla, incluso usa un silbato. Alzamos la mano y nos saludamos, y con el pulgar en alto, como preguntando, si todo va bien. Giras la cabeza y en la casa de atrás hay dos chicas aplaudiendo con todas sus fuerzas, son las vecinas, que después de dieciséis años aún no conocemos. Más arriba, se oyen unos silbidos mezclados con aplausos, son “los okupas” que, hasta hace poco tiempo, mirábamos de reojo. Y los aplausos siguen calle arriba, y más arriba …

Como agua que rebosa de un vaso, parece fluir día a día la amistad entre los jóvenes vecinos de esta calle del barrio de Vallcarca, que después de una semana de confinamiento, como dice mi hijo Martí, “con la guitarra y un poco de gancho” surge la amistad con las vecinas de la casa de atrás, con las primeras palabras: “Hola, ¿como lleváis el confinamiento?” y pasan de ser unos desconocidos, a estarse horas charlando, con un muro entre medio, crear un grupo de whatsapp, y a los dos días, gracias a Instagram, ampliar el grupo de 4 a 6, sumándole la vecina con quien Martí coincidía en el bus camino de casa, antes del confinamiento. Y en menos de una semana ya han montado un festival de música ‘CardedeuFest’, el bingo de los domingos y Un Sant Jordi muy especial.

Una calle de Vallcarca, engalanat per Sant Jordi | Anna Boneta

Pero esta relación de hechos, enumerada de manera rápida, es posible gracias a la implicación, desde el primer día, de todos los vecinos y vecinas, con un retorno entusiasta por parte de todos, jóvenes y mayores, que en todo momento están atentos a lo que va sucediendo. Reciben en sus móviles el tarjetón del bingo de los domingos, y acuden a la cita media hora antes de las ocho y se hace el silencio para poder oír el número que sale en la bola, y que uno de los vecinos repite a modo de eco, para que lo oigan aquellos otros que viven tres y cuatro casas más arriba.

Y el whatsapp no ​​para, ahora les llega el cartel con el programa de actos del festival, ‘CardedeuFest’ donde se les cita cada día a lo largo de una semana, a salir media hora antes de los aplausos, para atentamente escuchar desde los balcones, ventanas y terrazas, los instrumentos, la música y canciones… y a su turno desde la casa “de los okupas” se oye una voz que canta en italiano, a cappella y luego aprovechando que tienen un público fiel se lanzan a hacer un speach reivindicativo; al terminar, se aseguran los aplausos, pues ya son las 8. Suenan las campanas de la iglesia del Viaducto de Vallcarca, y seguimos aplaudiendo por los sanitarios, repartidores, carteros, periodistas, transportistas, los del super, la limpieza… y por ‘El CardedeuFest’.

… y detrás de la ventana de la casa de enfrente, todos sabemos que está ella, nos escucha…

El whatssp saca humo, esta semana se celebra Sant Jordi y esta vez la faena es para todos: adornar las fachadas, ventanas y balcones, y no fallar a la cita, cada uno con un texto, un poema, el fragmento de un libro, una canción, o incluso un texto hecho para la ocasión, sea en familia, pareja o uno solo.

A las 7, se levantan persianas, se abren las puertas de los balcones, y miras abajo en la calle y ves que cada día son más los que a esta hora eligen esta calle para, sin prisa, tirar la basura, o pasear el perro… y empieza “la Diada”. La primera es Carme, la vecina de la casa de al lado, con un poema de Josep Carner, Un Diumenge a Vallcarca: ja és de nit y le sigue Pep, su marido: elige un fragmento del libro que está leyendo, Los Novios, del escritor lombardo Alessandro Manzoni, que habla de la peste. Y siguen Joana y Martina, las vecinas de tres casas más arriba, a la guitarra y el padre a la percusión con Amagada Primavera de Txarango, y al terminar la madre recita el poema Podries, de Joana Raspall. Los aplausos, gritos y silbidos no paran. Y seguimos calle abajo, en la misma acera, se oye otra voz, esta vez desde nuestra casa, es Bet que también se decide por la poesía con dos poemas de cosecha propia: Conociéndome a la vida y Gritándole al silencio.

Una calle de Vallcarca, engalanat per Sant Jordi | Anna Boneta

Al terminar se da paso a la publicidad “hecha a medida para la ocasión”, como si se tratara de una conocida marca de cerveza, y se oye una cuña que comienza así: “Un virus maldito paralizó el mundo, y ahora qué haremos se preguntaba todo el mundo, sentarse siempre en el sofá, buscar siempre el sol (…) tal vez no es tan aburrido, tenemos el vecindario (…) una calle de Vallcarca fue el centro del mundo…”

Tras la cuña de publicidad, una pausa. Una voz en off nos recuerda que mañana hará un mes que nos dejó él, “el vell amant.” Desde la casa de enfrente, Joan, guitarra en mano, empieza a hacer sonar unos acordes. Se detiene y levanta una mano y saluda a ella, que se encuentra justo detrás de la ventana. I la ventana se abre, hoy sí, y ella le devuelve el saludo, y con la mano le lanza un beso. Se hace un silencio, y empieza la canción, su canción: Els Vells Amants, que cuando eran jóvenes se cantaban, reconociéndose en ella cuando fueran mayores.

No todo ha sido bingo y fiesta, también hemos salido a decir adiós a nuestro querido matemático, el señor Josep Vaquer. El día 24 de marzo, antes de los aplausos, sonó el Ave María de Haendel, un minuto de silencio, y a las 8, los aplausos, por los sanitarios, los repartidores, los carteros, periodistas, transportistas, los del super, los de la limpieza … y por él, el señor Josep Vaquer.

“Y cuál es el secreto del confinamiento de esta calle”, seguía la cuña de publicidad “hecha a medida para la ocasión”: La juventud, la edad, el atrevimiento, la curiosidad, la solidaridad, aplaudir todos a las 8, por supuesto que ha ayudado, las ganas de gritar fuerte. Algo nos hemos reinventado, pero hemos seguido siendo quienes somos, y sabemos que lo que hacemos no es para nosotros, sino que es para todo el mundo… y esperamos que los días pasen rápido y lo vivido en esta calle quedará en el recuerdo …

Y hoy, después de casi un mes y medio de confinamiento, a las 8 saldremos de nuevo a aplaudir, para que nos oigan el sanitarios, los repartidores, los carteros, periodistas, transportistas, los del super, los de la limpieza, y nuestros mayores, “els vells amants” y los vecinos confinados… con la misma fuerza y ​​convencimiento, sin timidez y con un montón de experiencia. ¡Va para todos ellos!

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