Han pasado cinco meses desde que, según varias hipótesis, el SARS-CoV-2 comenzó a expandirse por Wuhan (China). Fue el último día de 2019 cuando este país reportó a la Organización Mundial de la Salud el primer brote del nuevo coronavirus. La enfermedad que causa, la COVID-19, es ahora una pandemia mundial que ha obligado a los equipos sanitarios y científicos a trabajar a un ritmo acelerado para encontrar algunas respuestas a muchas preguntas.

La investigación, los datos y el tiempo aportan ya algunas verdades sobre el nuevo coronavirus: no es lo mismo que la gripe común, se ha encontrado un medicamento que lo palia con cierto éxito y la contaminación tiene relación con la afectación del virus. No obstante, todavía hay muchos interrogantes: cómo llegó el nuevo coronavirus a los humanos, una hipotética inmunidad una vez pasada la dolencia o la relación entre el clima y la Covid-19.
En este artículo se recogen algunas de las certezas y de las dudas del nuevo coronavirus, la pandemia que ha causado y su gestión.

Sabemos: se está investigando en tratamientos que funcionan

Mientras no se consigue encontrar la vacuna -un proceso que se espera, como mínimo, dure un año-, buena parte de los esfuerzos de los equipos científicos se centran en encontrar un remedio químico que palíe los efectos de la Covid-19. Todavía es temprano para confirmar su eficacia total, pero hay estudios que apuntan a la utilidad del antiviral Remdesivir contra el nuevo coronavirus.

Un ensayo clínico del NIAID, un centro adscrito a los Institutos Nacionales de la Salud de los EUA, ha demostrado que los pacientes que tomaban este fármaco, ideado para tratar el Ebola, se recuperaron un 31% de días antes que aquellos que recibían un placebo. También podría reducir la mortalidad: dentro de la muestra, murió el 8% que lo tomaba frente el 11’6% que no.

Los “resultados preliminares” de este estudio se añaden a los de otro estudio del Instituto Nacional de Salud de los EUA que confirmó que un pronto tratamiento con este antiviral experimental “redujo significativamente la dolencia clínica y el impacto sobre los pulmones de macacos (…) infectados” con el nuevo coronavirus.

De momento, la agencia estadounidense del medicamento ya se ha puesto en contacto con la farmacéutica que produce el Remdesivir para que esté “disponible para los pacientes tan pronto como sea posible”.

Esta no es la única posible terapia contra el coronavirus. Un par de estudios -hechos en China y en Francia- apuntan a que principios utilizados contra el reumatismo -la cloroquina y la hidroxicloroquina- podrían paliar los síntomas. Aun así, esta posibilidad también sigue en fase de ensayos clínicos y la Agencia Europea del Medicamento ha hecho un llamamiento a no comprarlos para garantizar el abastecimiento a los pacientes reumáticos y para las pruebas.

No sabemos: la reacción del cuerpo a una segunda infección

Durante la primera etapa de la pandemia se expandió la idea de que aquella persona que ya hubiera sufrido la infección del nuevo coronavirus se convertía en inmune. De aquí surgió la idea, que llegó a ser propuesta por el president Quim Torra, de un ‘pasaporte inmunitario’ con el cual aquella paciente que hubiera superado la Covid-19 podría hacer vida normal porque ya no podía volver a infectarse.

También a causa de la creencia de la inmunidad hubo países -como el Reino Unido en un primer momento- que buscaron la inmunidad de grupo en lugar de escoger un confinamiento. Según esta tesis, en un primer momento se dejaba campar el virus por la sociedad hasta que una buena parte lo hubiera superado y el virus ya no tuviera, más adelante, tanta capacidad de expandirse. En la misma línea, la Comunidad de Madrid aplicó un tratamiento experimental de transfusión de sangre de personas recuperadas a otras todavía enfermas.

Con todo, la idea de los ‘carnés de inmunidad’ ha ido perdiendo fuerza con el paso de los días: la OMS los desaconsejó porque “no hay evidencia de que la gente recuperada de la Covid-19 tenga anticuerpos que los protejan de una segunda infección”. Un grupo de expertos de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH) también se posicionó en contra del ‘certificado serológico’ por la “carencia de evidencia científica clara” y para evitar “fomentar la discriminación o el estigma asociados al estado serológico”.

Con todo, no es descartable que un cuerpo que haya superado la enfermedad esté mejor preparado para volverlo a hacer más adelante, como sucede con otras patologías. De hecho, la SEMPSPH reconoce que estos ‘carnés’ “no se pueden descartar en una situación como la actual”, pero matizan que sólo se tendría que hacer “una vez que se disponga de evidencia científica suficiente”.

Sabemos: no es el mismo que la gripe común

En un primer momento, cuando la Covid-19 era todavía una dolencia lejana y parecía aislada en China, se esparció la idea de que esta enfermedad era muy similar a la gripe común estacional. Es cierto que las medidas de prevención son las mismas (excepto por la vacuna), y la forma de propagación y los síntomas son similares: fiebre, tos, dolor muscular, fatiga… Sólo la falta de aire y de gusto, en algunos casos, son un rasgo más diferenciador de la Covid-19.

Pero la gran divergencia entre las dos dolencias, y que se subestimó al inicio de la pandemia, es la capacidad contagiosa del nuevo coronavirus. Este aspecto se conoce en epidemiología como el ‘número reproductivo básico’, se representa con ‘Ro’ y determina el número de casos nuevos que provoca una persona infectada en un determinado tiempo. La tasa de contagio de la gripe estacional se sitúa alrededor del 1’3, mientras que la Covid-19 llegó a una tasa del 7 en nuestra casa. Actualmente, se encuentra alrededor del 1.

También la mortalidad es un valor diferencial. Si bien es una cifra que se tiene que coger con cautela porque no se conoce el número real de infectados, la OMS cifró la tasa de mortalidad por el nuevo coronavirus entre el 3 y el 4% a principios de marzo, pero los datos reportados por el Ministerio de Sanidad de España son superiores al 10%. Por otro lado, la tasa de la gripe común en el estado español fue del 1’2% la última temporada.

No sabemos: el número exacto de muertes y de infectados

Durante el transcurso de la pandemia los estados -e, incluso, las entidades territoriales que los componen- han cambiado la forma de valorar qué se determinaba como un caso positivo de Covid-19. O, mejor dicho, se ha alterado el criterio para determinar quién se tenía que hacer el test de la enfermedad. En este sentido también es relevante la falta de pruebas, uno de los factores claves en esta pandemia en muchos estados. Por ejemplo, Catalunya aporta desde hace algunas semanas el dato de pacientes sospechosas: aquellas personas que los sanitarios consideran que podrían tener la Covid-19 pero no se han podido testar.

La carencia de certeza respecto de los casos positivos hace dudar sobre cuántas personas han muerto por Covid-19. Algunas comunidades autónomas de España, entre las cuales Catalunya, reportan desde hace algunos días una cifra de decesos más amplia, en la cual se incluyen todos los fallecimientos excepto los que tienen otra causa clara (cáncer, accidente de tráfico, asesinato, etc.). Otras comunidades, así como muchos estados del mundo, sólo aportan las cifras de personas muertas que, previamente, habían dado positivo en el test. Con toda probabilidad, esto crea un desfase entre las muertes reales y las reportadas.

La falta de una cifra exacta -o lo más precisa posible- de personas infectadas y muertas a causa de la Covid-19 puede alterar significativamente otras estadísticas importantes para el estudio de la enfermedad y la gestión de la pandemia, como son la tasa de mortalidad o la Ro (número reproductivo básico).

Sabemos: que no fue creado en un laboratorio

Casi tan pronto como la pandemia empezó a expandirse por todas partes, surgieron numerosas teorías conspiratorias sobre el origen del virus. Una de estas asegura que el nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, fue creado a propósito en un laboratorio chino. Concordaría con esta idea el hecho de que en Wuhan, foco inicial de la enfermedad, hay una instalación biológica de nivel 4 (P4), es decir, que puede trabajar con agentes infecciosos peligrosos. Esta tesis fue secundada por el canal de televisión conservador Fox News, que acusó el gobierno chino de ocultar y manipular la información.

Con todo, no hay ninguna evidencia científica al respeto. Al contrario, varios miembros de la comunidad médica han descartado esta hipótesis. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Nature Medicine concluye que su análisis “muestra claramente que el SARS-CoV-2 no es una construcción de laboratorio ni un virus manipulado a propósito”. El virólogo australiano Edward Holmes también negó la opción de la creación en un laboratorio en un artículo publicado en la Universidad de Sidney.

No sabemos: el origen exacto del virus

Si bien se ha descartado la opción de que el nuevo coronavirus fuera un patógeno creado en un laboratorio chino, no es precisa su procedencia original. Desde el inicio de la dolencia los animales han estado en el punto de mira: especialmente los murciélagos. La causa es que los coronavirus son un tipo de patógenos que causan dolencias zoonóticas, es decir, que pasan de los animales al ser humano. Sin ir más lejos, un estudio reciente encontró en una muestra de murciélagos seis tipos diferentes de coronavirus, de los cuales ninguno es el que causa la Covid-19.

Así, se cree que el SARS-CoV-2 pasó de un animal a un humano en uno de los mercados de animales vivos que existen en Wuhan. Esto no quiere decir que el murciélago fuera el agente que pasara el virus al paciente 0 -el primero que se infectó y que China todavía no ha sido capaz de encontrar, si bien han dado con el paciente 1-, sino que otro animal podría haber hecho de portador.

El biólogo y virólogo Edward Holmes explica que “los coronavirus como el SARS-CoV-2 son comúnmente encontrados en especies silvestres y frecuentemente saltan a otros huéspedes”. Asegura que el virus que causa la Covid-19 guarda similitudes con un virus de murciélago, pero recuerda que también se han encontrado virus similares al SARS-CoV-2 en los pangolines.

Sabemos: que la contaminación tiene un impacto

La Covid-19 ha reducido, de forma puntual, la contaminación en las grandes ciudades por la disminución de la movilidad laboral y social que buena parte de la población se ha visto obligada a hacer. Más allá de esto, un estudio de la Universidad de Harvard ha demostrado que la ciudadanía de zonas con más polución está más expuesta a morir por el nuevo coronavirus.

El trabajo ha analizado la relación entre la exposición a las partículas en suspensión de menos de 2’5 micras (PM 2’5) y la tasa de mortalidad a causa de la Covid-19. En efecto, han encontrado una relación que demuestra que la población estadounidense más expuesta a las PM 2’5 tiene una probabilidad de morir a causa del nuevo coronavirus superior a la de zonas menos contaminadas. En concreto, el cruce de datos revela que un aumento de un micrómetro de partículas de PM 2’5 por metro cúbico de aire comporta un 15% más de probabilidad de morir por la Covid-19.

El equipo científico asegura que los “resultados son estadísticamente significantes y sólidos para análisis secundarios” y recuerda “la importancia de hacer cumplir las regulaciones existentes de contaminación del aire para proteger la salud humana durante y después de la Covid-19”.

No sabemos: la relación exacta entre el clima y el virus

Se está dedicando investigación a averiguar si hay una relación entre la incidencia y la capacidad de contagio del virus que causa la Covid-19 y el clima, especialmente la temperatura. Existe la hipótesis de que un clima más cálido disminuye la propagación del SARS-CoV-2.

A finales de abril el epidemiólogo Fernando Simón, jefe del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, reconoció que “es una hipótesis que cada vez tiene más apoyos”. Aun así, recordó que “cuando hablamos de hipótesis podemos equipararlo a creencias”. En cualquier caso, hay virus que efectivamente tienen una estacionalidad marcada y una menor incidencia en los meses más calurosos.

Al hecho que las regiones del sur de España y de Italia -más cálidas- hayan tenido menos incidencia que las del norte -en general más frías- se le suman algunos estudios recientes que apuntan en la línea de afirmar la hipótesis: el Servei Meteorològic de Catalunya y el Hospital Clínic han identificado la franja de entre -3 °C y los 15 °C como la óptima para la expansión del virus. A partir de los 15 °C, según este análisis, “la capacidad de respuesta empieza a disminuir claramente y por encima de los 20 °C la respuesta de la expansión decae a la mitad”.

El servicio meteorológico español y el Instituto Carlos III también han encontrado indicios de una correlación entre condiciones climáticas y la expansión del nuevo coronavirus. Aseguran que hay más afectación en las zonas con menos temperatura mediana y apuntan, citando un estudio chino similar, también a la incidencia de la humedad: “Las altas temperaturas y el alta humedad reducen significativamente la transmisión y propagación del virus”. Aun así, la investigación todavía no es bastante consistente y la existencia otros factores relevantes como la movilidad social imposibilitan dar por hecha la relación entre el clima y la afectación de la Covid-19.

Sabemos: el confinamiento es útil para frenar la propagación

Los datos no dejan lugar a dudas: el confinamiento ha hecho bajar la tasa de propagación del nuevo coronavirus. Con el confinamiento obligatorio la movilidad ciudadana ha llegado a disminuir en un 90% y la capacidad del virus de pasar de persona en persona ha frenado.

En efecto, la transmisibilidad del virus, medible con el índice reproductivo básico (Ro), ha bajado en pocas semanas del 7 al 1 en España. Es a partir del 1, cuando una persona infecta de media solo a otra, que se considera que una enfermedad infecciosa empieza a estar bajo control. La utilidad del confinamiento total como medida para frenar los contagios queda clara con los resultados de un estudio de Fedea que asegura que si el confinamiento se hubiera llevado a cabo el 7 de marzo, una semana antes, el número de casos de infectados por el nuevo coronavirus en España se habría reducido en un 62’3%.

No obstante, el confinamiento drástico no es la única medida para frenar la propagación del nuevo coronavirus ni necesariamente la más confortable por la ciudadanía. Otros estados no han hecho uso del confinamiento total de la población y también han conseguido frenar y hacer bajar la curva de contagios con éxito. Es la estrategia que siguió Corea del Sur: hacer tests masivos y confinar a los contagiados mientras el resto de la ciudadanía puede continuar haciendo una vida relativamente normal con medidas de higiene especiales y distanciación social.

No sabemos: si habrá nuevos brotes o una nueva cepa

Esta es, probablemente, la incógnita que más preocupa a toda la sociedad. El temor a un nuevo brote, especialmente ahora que se empiezan a aplicar medidas de relajamiento del confinamiento y previamente con la incorporación de trabajadores no esenciales, es compartido por la comunidad médica y el resto de la ciudadanía.
En efecto, todas las voces expertas apuntan a que los rebrotes existirán. El informe dirigido por el epidemiólogo Oriol Mitjà, destacado miembro de la gestión de la pandemia en Catalunya, pide considerar “la posibilidad de escenarios futuros con relación a la estacionalidad y los posibles rebrotes”. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, también asumió en una de sus últimas intervenciones que habrá nuevos rebrotes.

Las particularidades del nuevo coronavirus indican, casi sin dudas, que habrá nuevos picos similares al vivido en casa nuestra entre marzo y el abril hasta que la pandemia no esté totalmente erradicada y se disponga de un tratamiento y/o una inmunidad inducida por una vacuna. La gran incógnita es dónde se podría dar este rebrote, cuándo y en qué niveles. También existe la posibilidad de que el virus mute en forma de nuevas cepas, cosa que podría complicar la gestión futura.

En cualquier caso, la hipótesis de nuevos rebrotes obliga a poner la atención en la investigación -para conocer lo máximo posible el virus- y en un sistema sanitario muy dotado y protegido para poder hacerle frente.

No sabemos: si ha colapsado el sistema sanitario

Una vez superado el pico de la pandemia, se ha generado un debate sobre si el sistema sanitario colapsó en casa nuestra. En España no se ha vivido la imagen otros países donde la saturación hospitalaria ha sido tal que los enfermos de Covid-19 han muerto en sus casas sin posibilidad de recibir atención sanitaria ni, después, poder gestionar adecuadamente los cadáveres. No obstante, es probable que personas que viven solas hayan traspasado en casa con la enfermedad sin haber recibido ninguna cura médica.

Además, hay que recordar que dentro de las mismas equipaciones sanitarias se han hecho adaptaciones para disponer de más camas para enfermos críticos y, en algunos casos puntuales, se han tenido que habilitar hospitales de campaña o ampliaciones temporales. A esto hay que sumarle las ampliaciones temporales de plantilla -con estudiantes de Medicina y Enfermería- y las jornadas ampliadas del equipo habitual.

Así las cosas, el sistema sanitario catalán y el español en su conjunto han demostrado una buena flexibilidad y capacidad de adaptación a la pandemia. Esta, pero, no habría estado posible sin los refuerzos mencionados. Además, todavía es temprano para saber cuál será el alcance de las próximas oleadas del coronavirus en nuestro sistema sanitario.

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